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Mikel ayestaran
Enviado especial a Kabul
Martes, 16 de agosto 2022, 19:11
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Mir Fakhruddin camina con paso acelerado y sin soltar el teléfono de su mano. Ha pasado un año desde la llegada de los talibanes al poder, pero este extrabajador de la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID), entre los años 2009 y 2012, no se fía y sale lo mínimo posible de casa. Pasado el aniversario de lo que los islamistas llaman «liberación» de Kabul, en la capital nadie olvida las caóticas escenas vividas entonces en el aeropuerto internacional.
Fakhruddin tenía todo listo para partir con su familia a España el 26 de agosto, pero ese fue el día del brutal ataque del grupo yihadista Estado Islámico (EI) que acabó con la vida de al menos 170 personas, entre ellas trece Marines de Estados Unidos, y no pudieron cumplir su objetivo. Volvieron a casa y hasta cuatro meses después no recibieron comunicación alguna desde España. Les informaron por correo electrónico que había cambios en el sistema de evacuación y que las salidas se gestionarían desde Islamabad o Teherán, donde deben concertar antes una entrevista en las respectivas embajadas, no desde Kabul.
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La semana pasada aterrizó en Torrejón un avión con 294 afganos procedente de la capital de Pakistán, entre ellos unos 80 que fueron colaboradores de los ministerios de Defensa y Exteriores. Según los datos de este último, son ya 2.900 los afganos que han encontrado refugio desde el primer vuelo que partió de Kabul el 15 de agosto de 2021. A ellos hay que sumar quienes han logrado viajar por sus propios medios. En Afganistán todavía quedarían al menos entre 800 y 1.000 personas, excolaboradores de AECID y familiares, y también queda personal que estuvo vinculado a Defensa.
Fakhruddin, de 60 años, guarda en su teléfono todos los documentos enviados desde Madrid que le acreditan como excolaborador con opción a recibir refugio junto a su esposa y ocho hijos. «Somos diez en total y, según las nuevas indicaciones españolas, la única forma de salir es si viajamos a Irán o Pakistán, lo cual ahora mismo no es viable para muchas familias como la mía porque supone una fortuna», lamenta el extrabajador de AECID.
La única forma de hacerse con un pasaporte en el Emirato es en el mercado negro y no baja de los 2.000 euros, el visado iraní o paquistaní ronda los 1.000 euros y hay que añadir los gastos del viaje y de la estancia en Teherán o Islamabad. Las familias como la de Fakhruddin sobreviven de los ahorros que tenían y el dinero se va agotando porque los precios se han disparado en un país con una crisis humanitaria y económica sin precedentes. «Nadie debería quedarse atrás y tengo la esperanza de que España nos ayudará, pero el tiempo pasa y ya ni responden a nuestros mensajes», apunta el ingeniero. En estos doce meses no ha recibido amenazas directas, «pero sé que mi vida está en peligro porque he trabajado para un país extranjero, por eso quiero salir cuanto antes de Afganistán».
Irán y Pakistán son ahora las puertas para que los afganos que colaboraron con España puedan escapar del Emirato. «El mayor inconveniente es el alto coste económico para las familias lo que ha provocado que algunas desistan y se resignen a vivir bajo los talibanes», asegura Ignacio Álvaro Benito, extrabajador de AECID en Afganistán que lleva un año implicado en el apoyo a todo el personal local que trabajó para el organismo. «La vía iraní es por ahora la más efectiva, además de fletar aviones a Islamabad sería más práctico dotar de más recursos a la Embajada en Teherán para que ayuden a los refugiados a sufragar su estancia en Irán y los billetes», opina Álvaro. De los 294 afganos evacuados la pasada semana a España, dos familias pertenecían al personal de AECID.
«Lo que ha hecho España en Afganistán no tiene precedentes y hay que reconocer el compromiso y gran esfuerzo para dar refugio a todos estos afganos, pero el Gobierno debería ser más transparente a la hora de informar sobre qué colectivos se están evacuando y mantener una mayor atención con quienes fueron colaboradores directos, que dieron lo mejor de sí mismos en un contexto complicado y asumieron un enorme riesgo personal al trabajar codo a codo con España», considera Álvaro. Personas como Fakhruddin, que viven pegadas al teléfono a la espera de un mensaje o una llamada salvadora desde Madrid.
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