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Si alguna vez ha cogido un vuelo directo a Madrid, de cualquiera de las aerolíneas que operan la ruta, muy probablemente el avión habrá ido lleno hasta la bandera. Da igual el horario, porque la frecuencia es casi tan elevada como la afluencia de pasajeros.
Una escapada a Madrid siempre es un buen plan, de paso, disfrutar del enorme abanico gastronómico forma parte de ese mapa que, casi todos los canarios punteamos para que, sea el motivo que sea el que nos ha llevado a la capital del reino, no quede inacabado.
Ese mapa, desde octubre, marca como destino imprescindible una visita a Kabuki Madrid, para disfrutar de toda una oda a la excelencia.
La experiencia Kabuki Madrid está repleta de estimulantes contrastes, en sala, en servicio y en cocina. Pararse unos segundos en cada rincón, como si de un paseo por un museo se tratara, observar y abstraerse, mientras se deleita en la antesala del bar, con un exclusivo mobiliario y un juego de luces únicos que llenan el ambiente de magia.
Tras la barra, un equipo de bartenders especializados harán del aperitivo un peculiar instante, estimulando el paladar con referencias que, solo en Kabuki Madrid se pueden encontrar.
Y aún queda llenarnos de asombro al entrar en la sala.
Imagínese por un momento que el lugar perfecto existe. Una decoración arrebatadora que a la vez que acomoda al comensal, lo lleva hasta el todo, en un ejercicio casi hedonista, porque, el equipo de sala no tardará en desplegar toda su atención sobre usted. Sentirse especial, no define al completo las sensaciones que le llegarán, a través de los sentidos.
Abra la carta, léala hasta el final, viaje desde la creatividad y la imaginación del chef ejecutivo del grupo Kabuki, Alex Durán, y comience por sus propuestas «sakizuke», esos aperitivos a modo de regalo para el paladar, donde una técnica perfecta y depurada como la de Alex, versionan producto excepcional en armoniosa sincronía, nunca vista, con la explosión y la frescura de la cocina mejicana, india o italiana.
Senbei de toro al pastor, con una delicada e intensa galleta de arroz crujiente, ventresca de atún y salsa mejicana pastor, imprescindible. Para seguir a otro bocado, una increíble croqueta japonesa de atún y continuar rumbo a Italia con el bocado maguro tonnato desde un tataki de atún. El mejillón con curry y miso, de exclusiva textura y sabor sorprendente, completa la lista de imprescindibles que se nos hace imposible dar por cerrada, porque en Kabuki se empeñan y se afanan en sorprender al paladar.
Pero, si realmente hay algo que no deba perderse es el espectáculo visual tras la barra, con Alex y todo su equipo. Podrá llegar a sentir que está en la butaca de un teatro contemplando todo un espectáculo. La misma sensación se la trasladará su sumiller, donde el asesoramiento correcto, atendiendo al menú que elija y a sus propios gustos, hará magia sin varita y aparecerá en su mesa el mejor y más adecuado compañero de experiencia, sumando y aportando, desde esa constante búsqueda de la perfección, alma de Kabuki Madrid.
La selección de sushi exclusiva, con un producto insuperable como protagonista, pondrá de manifiesto, una vez más, la espectacularidad de Durán en un entorno creado a medida. No deje pasar la oportunidad del sushi de cigala ibérica o el de colmenilla. Sencillamente impecables.
Pero, si hay un plato que hará de salvoconducto para garantizar el regreso a Kabuki ese es el taco de pulpo sunomono y aguachile. Divertido, transgresor y sofisticado.
Que el ambiente Kabuki Madrid es único y sobrecogedor es un secreto a voces que, cada día suenan más y más alto. Lo mismo sucede en cada pase del menú, donde cada bocado lleva a la emoción, acercando al comensal a las técnicas más puristas de la cocina nipona, a su cultura y, en paralelo, jugando con el paladar, llenándolo de matices inesperados.
Como en Japón y, sobre todo en los días más fríos, no puede faltar «nabemono», algo así como un plato más sustancioso que Durán lo traduce en un arroz frito con setas y sukiyaki, donde el huevo aporta una textura inusitada, convirtiéndose en un protagonista más del plato.
Y llega un momento absolutamente divino, en forma de buñuelos de calabaza, delicados sugerentes y adictivos, para mojar a gusto y sin tregua en un chocolate «Valhora» de 70% de cacao, aunque he de decir, que nunca había probado un mochi como el de Kabuki, donde convierten este dulce bocado tradicional japonés en algo sublime. Textura e intensidad se concentran por y para el puro deleite, como los «petit fours», una delicada y exclusiva manera de Kabuki Madrid como despedida.
Ya se venía diciendo, en muy poco tiempo este local se ha convertido en referencia, en una apuesta sin fisuras por y para el disfrute, donde presumir, que no lo hacen, de tenerlo todo, pensarlo todo y ejecutarlo todo de manera impecable, con la única finalidad de que, cada comensal que entre por su puerta sienta, pruebe y palpe la perfección. Y eso hace que Kabuki Madrid, sea toda una experiencia, prácticamente, indispensable de vivir.
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José A. González y Leticia Aróstegui
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