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Nació en Gran Canaria, en el seno de una familia humilde y trabajadora, dos adjetivos que Adolfo lleva por bandera, con orgullo y muy en alto.
Muchos lo conocerán porque a menudo ha entrado, desde distintas cadenas de televisión y en diferentes programas, en sus casas, siempre vinculado a la información social y como marca propia, su forma peculiar y única de contar, con mucha elegancia y respeto, las vidas de los lucen en el candelero.
A otros les será más familiar por otra índole de su carrea profesional, cuando gestionaba el «stand» de la reconocida firma «Giorgio Armani» en la sección de cosméticos y belleza personal en unos grandes almacenes.
Sea de donde sea, Adolfo es más que la suma de ambas vertientes. Por sus páginas, porque Adolfo es de libreta y agenda de papel, han pasado reconocidos artistas y profesionales de calado nacional o internacional, se le han puesto al teléfono o se han sentado a su lado para contarles sus vidas: Gloria Estefan, Sonsoles Ónega, Vicente Vallés, entre otros, porque, la comunicación ha sido su camino y su meta, y tanto desde la televisión, como desde la prensa y la radio, para Adolfo, comunicar y contar son sus órganos vitales.
Esta pasión nació consigo porque desde muy pequeño se recuerda frente a un espejo en el distribuidor de la casa familiar y con un bote de laca por micrófono imaginándose presentando la gala de la reina del carnaval. Una infancia feliz en lo que a su familia se refiere porque, nos confiesa que desde pequeño y aún más durante la adolescencia, Adolfo era el blanco de burlas y menosprecios por ser diferente al resto y probablemente por eso, hoy Adolfo tiene muy claro lo que quiere, más claro lo que no quiere y jamás ha dado por moneda de cambio la sensibilidad tan especial con la que disfruta y mira la vida y bajo el mantra que practica: «que cada cual sea como quiere ser».
A los veinte años le ofrecieron ser relaciones públicas de la conocida sala Floridita, una oportunidad que supo aprovechar, aunque hoy, desde la perspectiva del tiempo pasado reconoce que le quedó grande, pero, toda aquella experiencia, lejos de hacerle abandonar le hizo dar los primeros pasos en otro de sus tantos rumbos profesionales que ha transitado a lo lardo de su vida. Adolfo se hizo con una agenda, que hoy en día aún mantiene y que, tal y como le recomendaron hace mucho, su agenda duerme con él.
En paralelo a estos inicios, Adolfo comenzaba también con su carrera académica, la primera de ellas Derecho la cual abandono en tercer curso porque no era lo suyo. Continuó con Filología Hispánica y el flechazo fue instantáneo porque, si ya desde muy pequeño tuvo claro que lo suyo era comunicar, «estudiar el mundo de las letras» se convirtió en su obsesión.
A partir de aquí, Adolfo aprovechó cada una de las oportunidades que se le fueron apareciendo en la vida, intervenciones en programas de televisión, como colaborador o presentador de secciones propias, en más de una decena de diferentes programas y cadenas televisivas. De hecho, podríamos escribir más de diez párrafos con su impecable currículo televisivo, ahora, lo que sí que tiene muy claro es que nunca le han regalado nada. Agradece a cada persona que le brindó la oportunidad, pero también es consciente de que su perseverancia y tenacidad, han sido los trampolines de toda su carrera.
Con nostalgia y gratitud, nos cuenta que Canal 9 fue una de sus grandes escuelas y personalidades del mundo de la televisión como Carlos Castilla, Isabel Prinz o Manuel Artiles o Roberto Herrera grandísimos profesionales a los que admira, entre los que aprendió y creció.
Una carrera que empezaba y que prácticamente jamás ha parado. Relaciones públicas y comunicación se yuxtaponían en su vida, pero necesitaba también remuneración fija de manera continuada así que, una nueva oportunidad se cruzó en su camino, Adolfo se lanzó animado por un amigo y se presentó como maquillador para la firma «Giorgio Armani» y un pequeño detalle, Adolfo no tenía somera idea de maquillaje. De hecho, nos cuenta, él siempre ha sido muy dispuesto y hasta se considera «entrometido» y, tras una entrevista él llegó a la firma porque vieron en él todo lo que querían, a pesar de que no supiera maquillar.
Años de vinculación que le sirvieron para conocer mundo y personas que siguen formando parte de su vida. Festivales y eventos de índole internacional que recuerda con mucho cariño, como el día en que maquilló y también entrevistó a la actriz Carmen Machi.
Un carrea trepidante y repleta de anécdotas y experiencias, donde también ha sabido buscar y encontrar tiempo para ayudar a los demás, colaborando con diferentes ONG porque Adolfo no entiende el sentido de la vida sino es para ayudar a los demás.
Una vida, donde nos cuenta que su principal valor son sus amigos y a la que nutre de pequeños momentos y en la disfruta viendo alguna de sus películas favoritas como Philadelphia o Lo que el viento se llevó, diálogo que se sabía de memoria desde los 5 años. La banda sonora de su vida la pone Pancho Céspedes y su «Vida loca» y su credo diario se resume en «seguir amando y viviendo».
Hoy, en un tiempo al que no le ha puesto plazo, está desconectado de toda actividad profesional pero reconoce que le cuesta bajar el ritmo, así que nos anuncia que está escribiendo su primera novela, con muchos tintes autobiográficos y contado desde su mirada, tan especial como sensible.
Hoy también damos un delicioso paseo por Gran Canaria y nos detalla sus lugares favoritos, lo que come y con quien lo comparte. Un paseo cargado de sabrosos matices personales.
Le encanta la Cafetería San Telmo, en el Hotel Parque, sobre todo por Sara y Ángela, que siempre saben lo que quieren desde que Adolfo entra por la puerta. Un local que le traslada a otras épocas de la cuidad y en donde disfruta de su café descafeinado y su tosta de jamón y queso, pero nos recomienda que no dejemos de probar otros bocados porque todo lo hacen muy rico: sándwiches, queques y tartas de queso. Un local para él, con mucho encanto.
Otro de los lugares donde podremos encontrarle, tanto en el desayuno como en la merienda, es la Casa Suecia, un local con más de 60 años de historia y en donde le encanta sentarse en una de sus esquinas y admirar el cosmopolitismo de nuestra ciudad.
Antes de pasar al almuerzo, Adolfo nos confiesa que es muy de aperitivo y le encanta disfrutarlo en el bar Carabela del Santa Catalina, a Royal Hideaway Hotel, un ligar único que además considera como «su despacho» porque aquí aprovecha para tener reuniones y cerrar acuerdos y contratos.
Para él es religión acudir a El Churrasco con una amiga suya y pedir aguacates con gambas, solomillo con salsa de champiñones y postre. Lo mismo, además, también lo disfruta en El Churrasco meloneras.
Cuando tiene antojo de comida autóctona, va derechito a el Bochinche El Chato, de donde no perdona una ropa vieja de pulpo, unas puntillas de calamar, unas papas arrugadas, unos huevos rotos con chorizo de Teror y de postre siempre caen unos polvitos uruguayos.
En La Bodeguilla de la calle 29 de abril, Adolfo se deja llevar por David, uno de los mejores camareros que conoce y le hace caso para disfrutar de la cocina de mercado de este local, aunque nunca obvia su ensaladilla fresca.
En 1890 La Bodeguita disfruta de sus croquetas con tinta de calamar y un arroz con bogavante, un local para Adolfo donde se multiplican las buenas sensaciones.
En Segundo Muelle también podremos encontrarlo saboreando su chalaquita de pulpo y calamar y sus makis y sin que falte el sorbete de limón.
En su lista no puede faltar el mítico Restaurante Rías Bajas, en donde considera que Jaime Bouzón y Sandra Ramos son unos anfitriones excepcionales. Además de preparar el mejor pulpo a la gallega de Gran Canaria, croquetas de marisco y un pesado a la espalda único.
Suspira por el restaurante Calma Chicha en Playa del Inglés, por su pulpo al horno con ostras y cilantro, su atún a la plancha con chimichurri y su crema de aguacates salteados. Y jamás perdona el postre y aquí lo celebra con su tarta de queso japonesa.
Cuando el cuerpo le pide comida canaria elaborada, toma rumbo al Parador de Tejeda, por sus croquetas de cherne, su escaldón de gofio o su caldereta de cordero, platos deliciosos que allí le dan un punto único de elegancia y sofisticación.
Otro de sus lugares favoritos en La Guagua Blanca en Monte León, donde el trato de sus dueños es maravilloso y la comida excelente.
Cuando toca teatro terminará la jornada en La Picadita por sus empanadillas argentinas, su timbal de berenjena con queso de cabra su atún rojo con aguacate.
Cuando pone rumbo a la Playa de Las Canteras, se le podrá ver disfrutando en Paparazzi de su ensalada de «Morly», o su pizza Roma, sin que falte el brownie de chocolate.
Como cierre de lista, Adolfo recomienda a nuestros lectores Mundo, un restaurante con una variada carta que a nadie deja indiferente.
Lo podremos encontrar disfrutando de este momento en dos de los hoteles más emblemáticos de la ciudad, el primero de ellos Santa Catalina y su Rooftop Allis.
El segundo, el Hotel Reina Isabel por su envidiable terraza con vistas al mar.
En Ginger, en la zona de La Puntilla de la Playa de Las Canteras Adolfo también le encanta tomar algo y como lugar imprescindible para él, un local con mucha historia en un enclave tan singular y único como es el Parque de Santa Catalina: la terraza Lolita. Un parque que además asocia a sus recuerdos más entrañables de su niñez, cuando acudía con su abuelo y escuchaba como arreglaba el mundo con sus amigos, sentados en un banco de piedra, desde esa «mini-urbe» que siempre ha sido el parque más emblemático de la isla de Gran Canaria.
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