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Hay productos que son mucho más que el producto en sí mismo. Galletas Bandama quienes, en sus orígenes, pocos saben que se fundó con el nombre de Galletas Cibeles, una fábrica madrileña que tres emprendedores canarios decidieron comprar y trasladar hasta Gran Canaria, concretamente a la capital en lo que había sido un garaje en la calle Matías Padrón. Desde aquel entonces galletas y barquillos, como Cubanitos, se elaboraban bajo un proceso íntegramente manual, nunca salían dos galletas iguales y, hasta el empaquetado corría a cargo de cinco señoras, a diez manos, para cubrir una producción total de 50.000 kilos de galletas..
No fue hasta el año 1960 que Bandama tomó su nombre y así ha seguido siendo hasta nuestros días. La demanda de sus productos emblemáticos: Cubanitos, Galletón , Tostadas con crema o Galletas María dio paso al traslado hasta Tamaraceite para hacer crecer la maquinaria con hornos o con una troqueladora, a la par que crecía la demanda en el mercado.
Pero ya en 1964 encontraron «su casa» en lo que antes había sido un antiguo almacén de plátanos en el municipio de Arucas y a partir de ahí, crecer, adoptar cada cambio y cada tendencia como un reto y como una nueva oportunidad. Lo que sí que nunca ha cambiado es que todos sus productos se elaboran en Canarias, no han regateado jamás con la materia prima y la transparencia en el proceso y en el contenido son señas que forman parte de la marca y de cada producto que elaboran.
Ana Romero, responsable de marketing de Bandama, S.A nos cuenta que jamás han cambiado su formulación en ninguno de los productos, de hecho, la receta es secreta. La calidad de los productos que las componen jamás se ha cuestionado y, cada componente que las conforman, como las cremas, también se «elaboran» en casa. Desde siempre.
Todo ello no ha impedido nunca que se revisen a la par que las tendencias de consumo varían, demostrando siempre que un producto que durante toda la vida ha formado parte de la despensa de los canarios y, por qué no decirlo con exportación a otros países europeos y africanos, sabe adaptarse y ese es uno de los eslabones de toda una cadena de valor, vigente desde hace 66 años.
Otro tema que les ocupa siempre es la revisión constante de posibles alérgenos, cada vez más presentes en la sociedad y para ello, la sensibilidad y la atención constante por las necesidades de sus consumidores es otra de las tareas que, a diario, se piensan y se reformulan.
Tanto es así que, hoy, pocos pueden decir que sus productos no contienen lactosuero, proteína de leche, huevo ni frutos secos y Bandama sí. Es más, nos apunta Ana, «cuando todo se revisó nos dimos cuenta de que estos ingredientes eran perfectamente descartables en nuestras elaboraciones y el producto no sufría merma alguna».
Hoy, un lineal con 21 productos diferentes llenan su catálogo y nuevas creaciones están en período de prueba-error-comportamiento. Una coreografía de exigencia que se auto imponen antes de lanzar cualquier producto al mercado, porque, si de algo se sienten especialmente orgullosos es que saben que no son los más baratos, quizás tampoco los mejores, pero sí pueden presumir de ser quienes le ponen más cariño y honestidad, nos apunta Emilio Molina, gerente de Bandama, S.A.
Además, si a todo ello le sumamos como ingrediente esencial el entrañable recuerdo que provocan sus productos, hablar de galletas Bandama, de Cubanitos, de sus galletas Tostadas con Crema o de sus Bollos de anís, es tocar las emociones y eso, ni se compra, ni se vende. O se tiene o no se tiene y ellos regalan algo tan grande, en cada paquete.
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Lidia Carvajal
Melchor Sáiz-Pardo, Mateo Balín y Álex Sánchez
Álvaro Muñoz | Valladolid y Lidia Carvajal
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