Joe Sacco: «Tristemente, la violencia humana es lo que conecta todos mis libros»
El reportero y dibujante Joe Sacco se adentra ahora en los disturbios masivos del norte de India, que tienen un fuerte componente religioso
Siempre ha tratado de entender el conflicto. La fama internacional de Joe Sacco (Malta, 1960) llegó nada menos que con sus historias de Bosnia y Palestina recogidas sobre el terreno en los años noventa. El resto de reporteros publicaban rápidas notas y conexiones televisivas en directo, pero él se guardaba la información y meses o años después la publicaba en un formato impensable: largas novelas gráficas de 'periodismo cómic', un género híbrido prácticamente inventado por él. Convenció, y mucho, a crítica y público.
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Tras meterse en otros jardines, a cuál más interesante, el maltés vuelve con otro gran reportaje: 'El disturbio eterno' (Reservoir Books). En esta ocasión viaja al norte de India, al estado de Uttar Pradesh, para investigar unos disturbios multitudinarios de 2013 con el trasfondo de la violencia sectaria entre jats (hindúes) y musulmanes. «Tristemente, es la violencia humana lo que conecta todos mis libros», reconoce el autor, preguntado por un hilo común «Pero cada vez me interesa más la psicología humana y cómo se relaciona con los eventos mundiales, estoy tratando de ir un poco más allá».
En su nuevo trabajo muestra enfrentamientos entre, literalmente, miles de personas, que Sacco dibuja concienzudamente: masas violentas que pierden su capacidad crítica y desatan una furia incontrolable. Ante una de esas viñetas, el autor pregunta al lector, interpelándole directamente, que si todavía confía en la gente. Sacco intenta contestar en la entrevista: «Esta es la paradoja para mí: por un lado solo progresaremos como sociedad si juntos respondemos a ciertas cosas de manera positiva, o si aplicamos nuestro poder colectivo contra las políticas que no nos gusten. Pero por otro lado las masas también son manipulables, o pueden ir en direcciones completamente opuestas a las que a mí me gustarían. Así que es una pregunta para el lector, no la estoy resolviendo». Las masas que aparecen, desde luego, dan pavor.
El autor intenta buscar la verdad de los hechos en un lugar donde quizás ya no se pueda encontrar: ambos bandos hacen defensas cerradas y convencidas de sus relatos, donde nunca nada fue culpa suya. Muestra, por ejemplo, escenas donde es plenamente consciente de que le están mintiendo a la cara: «Intento mantener la expresión muy neutra, pero una parte de mí está deseando demostrar que es mentira. El periodista no puede simplemente reproducir una cita de alguien que sabe que miente, y luego citar al contrario. Tiene que intentar acercarse lo máximo posible a algo que podamos llamar verdad. Eso intenté hacer con este libro». Todos echan balones fuera, tras unos enfrentamientos que pasaron de cero a cien en un instante: un asesinato de un joven —acusado de acosar a las mujeres del otro bando— seguido de una paliza mortal a sus asesinos. Con la situación extremadamente inestable, y las autoridades impotentes, explota todo.
Sacco viaja con un bloc de notas, una grabadora y una pequeña cámara de fotos. No hace bocetos ni retratos in situ: «No, yo aprendí a hacer periodismo escrito, como tú, y así trabajo. Casi nunca hago dibujos en el terreno, solo hago fotografías de referencia. Quiero concentrarme de verdad en lo que la gente tiene que decir». No va solo, sino que se hace acompañar de múltiples periodistas de la zona. «No podría haberlo hecho sin ellos. Cuando lees crónicas periodísticas parece que el corresponsal es omnipresente y lo conoce todo, pero no es así. Sin su ayuda, sin sus explicaciones sobre el contexto, no vas a conseguir tu historia. Confío mucho en esta gente y quiero darles su reconocimiento, por eso muchos de ellos aparecen en el libro».
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Juntos también intentan encontrar un pasado donde la inquina entre comunidades aún no existía. Por lo que averigua, sí hubo un tiempo así, y fue la política electoral la que comenzó a dividir intencionadamente a los grupos religiosos para hacerse con grandes masas de voto. «Parece que la posibilidad de usar la violencia para influir en las elecciones y manipular a la gente está entrando en escena también en Occidente. Se ve claramente en Estados Unidos con estas redadas contra los inmigrantes del 'ICE'. Enmascarados que intimidan, golpean y arrestan a la gente en público. Y no tratan de esconderlo: quieren mostrar un escenario de violencia en las calles porque creen que así van a pulsar los botones adecuados en cierta gente que va a responder bien, o que van a intimidarnos a los demás. Es muy preocupante».
Casi todos los libros de Sacco están, de una manera u otra, de actualidad. Bosnia, una de sus primeras obsesiones, estas semanas vuelve a la palestra por los supuestos safaris humanos para disparar contra civiles. «He oído hablar de ello. Me gustaría ver pruebas, y si pasó, supongo que sí me sorprendería un poco. Pero es verdad que el nivel de perversión en el mundo… no sé, si piensas en lo de Epstein, las niñas… hay personas a las que, una vez llegan a ciertos niveles de vida, todo les aburre y siempre necesitan algo más. Lo que a nosotros nos parece emocionante o interesante ya no lo es para ellos».
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Democracia de verdad
El título, 'El disturbio eterno' no es nada esperanzador. «Me encantaría pensar que terminará, y no hablo solo de India. Pero según siga debilitándose el verdadero sentido de la democracia, su espíritu, empezaremos a ver el uso de más y más violencia». Sacco no ve a salvo a ningún país. «Yo hago la distinción entre la democracia de verdad, que necesita un espíritu inclusivo, donde la gente trabaja colectivamente para el bien de todos, y lo que llamo 'regímenes electorales', donde vas a votar cada varios años a quién sabe qué candidato que colocan ahí. Son dos cosas que no tienen nada que ver. Mantenemos los 'regímenes electorales', pero la democracia está en declive. Me preocupa mucho».
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