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Luis Alfonso Gámez
Sábado, 16 de julio 2022
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Es oír Roswell y nos viene a la cabeza un platillo volante estrellado en el desierto. No siempre fue así. Aunque el supuesto accidente ocurrió en el verano de 1947, Roswell no existe en los libros de ovnis anteriores a 1980. Ni en los más crédulos ni en los más serios, como 'The Encyclopedia of ufos' (1980), de Ronald D. Story, donde no se menciona en ninguno de sus más de 350 artículos.
Los ufólogos ignoraron el hoy popular accidente de una nave extraterrestre durante 33 años, hasta que Charles Berlitz y William Moore publicaron 'The Roswell incident'. La versión española se tituló 'El incidente' (1981), sin alusión a la localidad de Nuevo México porque su nombre entonces no le decía nada a nadie, ni fuera ni dentro del mundillo de los ovnis.
La del caso de Roswell, ocurrido hace 75 años, es una historia compleja y fascinante. Se mezclan en ella la Guerra Fría, la creciente fiebre de los platillos volantes, el secretismo gubernametal, testigos ávidos del gloria, editoriales a la búsqueda de superventas, revistas ansiosas de vender más, ufólogos sin vergüenza y las ansias de creer de mucha gente.
1930-1947
«Bienvenidos a Roswell. Actualmente no es conocido por nada», reza el cartel por el que se enteran de dónde se han estrellado, en julio de 1947, los extraterretres de la irreverente serie de animación canadiense 'Tropiezos estelares'. Con menos de 25.000 habitantes, la ciudad tenía entonces como principal activo el Aeródromo del Ejército de Roswell, base del 509 Grupo de Bombarderos, que como 509 Grupo Compuesto había lanzado en agosto de 1945 las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Situada en las grandes llanuras al sureste de Nuevo México en el condado de Chaves, Roswell acogió entre 1930 y 1941 las pruebas de cohetes de Robert Goddard, uno de los tres padres de la astronáutica junto con el ruso Konstantin Tsiolkovsky y el alemán Herman Oberth. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los superbombarderos del 509 Grupo Compuesto, que se llamó así hasta julio de 1946, se trasladaron a Roswell. El del 'Enola Gay' fue el primer escuadrón atómico del mundo y, hasta junio de 1948, la única unidad capaz de transportar y lanzar armas nucleares. Roswell era su base.
8 de julio de 1947
El 'Roswell Daily Record' anunció el 8 de julio de 1947 en su primera página que los militares habían capturado «un platillo volante en un rancho de la región». Habían pasado solo dos semanas desde que Kenneth Arnold había visto desde su avioneta una formación de nueve objetos que «volaban erráticos, como un platillo si lo lanzas sobre el agua», en las cercanías del monte Rainier, en el estado de Washington. Aquel verano fue el de la invasión de los platillos volantes. Nadie sabía lo que eran unos objetos que ya se veían a centenares de costa a costa, así que la captura de uno bien merecía una portada periodística.
El disco había sido recuperado días antes por un ranchero, Mac Brazel, que había informado de ello al comisario del condado de Chaves, según una nota de prensa emitida por el Aeródromo del Ejército de Roswell, adonde se había llevado inicialmente el objeto. El comandante Jesse Marcel, de la oficina de inteligencia del 509 Grupo de Bombarderos y que se había hecho cargo del platillo, voló con él a Fort Worth (Texas), donde se lo enseñó al general de brigada Roger Ramey y al coronel Thomas Dubose. Lo identificaron como piezas de un globo meteorológico.
9 de julio de 1947
Aunque así lo habían llamado el diario y los militares en su nota prensa, el disco de Roswell no era en realidad tal, sino un amasijo de papel de aluminio, papel, cinta adhesiva, goma y palos de madera de balsa. Ramey, Dubose y Marcel posaron para los medios junto a un material que coincidía con lo que el ranchero Mac Brazel decía haber encontrado, «una gran zona de restos brillantes compuestos por tiras de goma, papel de aluminio, un papel bastante duro y palos». «El general Ramey vacía el platillo de Roswell», tituló el 9 de julio el diario de la localidad neomexicana en portada. El misterioso objeto se transmutó así en «un inofensivo globo meteorológico de gran altura» y cayó en el olvido.
Siete meses después, el 7 de enero de 1948, el capitán Thomas Mantell, de la Guardia Nacional Aérea de Kentucky, murió cuando perseguía en su caza P-51 Mustang un platillo volante cerca de la base aérea de Godman. «Parece metálico o el reflejo de la luz del Sol en un objeto metálico, y es de un tamaño tremendo…», dijo a la torre de control cuando estaba a 4.500 metros de altura. Al llegar a los 9.000 metros, perdió el conocimiento por falta de oxígeno y el avión cayó en picado. El caza se estrelló. Mantell se convirtió en el primer mártir de la ufología, aunque lo que perseguía era un globo del proyecto Skyhook de estudio de los rayos cósmicos, un programa de la Marina entonces secreto. Los globos Skyhook alcanzaban los 180 metros de altura y 30 de anchura, y ascendían hasta los 18.000 metros.
1947-1980
El caso de Roswell ocurrió antes de que el naciente fenómeno ovni se vinculara con visitas extraterrestres. Pasaron dos años y medio desde que Arnold vio el 24 de junio de 1947 los primeros platillos –hoy se cree que eran una bandada de pelícanos– hasta que el exaviador de los marines Donald Keyhoe, que escribía relatos policiacos y de ciencia ficción, propuso que eran naves de otros mundos. Lo hizo en un libro, 'Flying saucers are real' (1950), del que vendió medio millón de ejemplares. Un año después, la película 'Ultimátum a la Tierra'(1951), de Robert Wise, creó el icono del mesías extraterrestre con Klaatu, el enviado de la Confederación Galáctica que pide a los humanos que abandonen las armas nucleares.
Klaatu se hizo carne en noviembre de 1952 en el desierto de California cuando el venusiano Orthon, rubio y bien parecido, aterrizó con su platillo delante de George Adamski, el cocinero de un restaurante de comida rápida. Le transmitió el mismo mensaje que el alienígena de 'Ultimátum a la Tierra'. Durante los 30 años siguientes, los visitantes aterrizan siempre en parajes remotos, se presentan ante testigos solitarios, secuestran a algunos y se publican centenares de libros e incontables revistas y boletines de organizaciones ufológicas, pero nadie habla de Roswell. Como otros fraudes y confusiones de los primeros años del fenómeno, nadie se acuerda de él en la literatura ovni.
1980
El caso resucitó en 1980, cuando Berlitz y Moore publicaron 'The Roswell incident'. Nieto del fundador de las academias de idiomas Berlitz, el primero había hecho fama y fortuna con 'El triángulo de las Bermudas' (1974), un libro lleno de desapariciones misteriosas inventadas del que se han vendido más de 20 millones de ejemplares. Berlitz y Moore habían hablado con supuestos testigos de los hechos de 1947 y sostenían que lo que se había estrellado en Roswell era una nave de otro mundo averiada tras ser golpeada por un rayo. Según ellos, el material que en su día habían mostrado a la prensa los militares era de un globo meteorológico porque habían dado el cambiazo a los restos originales del platillo, junto al que se habían recuperado, además, los cadáveres de sus tripulantes.
En los años siguientes, el caso engordó libro a libro, congreso ufológico a congreso ufológico, con extraterrestres flacuchos y cabezones, cambiando el sitio del choque según los intereses del lugareño de turno y con derivaciones exóticas, como las invenciones de la fibra óptica, el láser, el microchip y el transistor a partir de tecnología de la nave estrellada. Roswell se convirtió en una Disneylandia alienígena a la que peregrinaban por miles los fanáticos de los ovnis y que cada año celebra en julio el aniversario del incidente que la había hecho famosa. El negocio era boyante cuando los militares volvieron a la carga.
1994-1997
La Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) de Estados Unidos abrió a principios de 1994, a petición del Congreso, una investigación sobre la naturaleza de lo que cayó en Roswell en 1947. El resultado fueron dos informes de la Fuerza Aérea. En el primero, de 1994, los militares explican que el objeto fue un globo, aunque no meteorológico, como se dijo en su día. Los restos encontrados por Marc Brazel correspondían al globo número 4 del proyecto Mogul, un programa ultrasecreto cuyo objetivo era detectar las ondas sonoras de las primeras pruebas nucleares soviéticas. Lo habían lanzado el 4 de junio desde Alamogordo, a unos 150 kilómetros al oeste de Roswell.
El segundo informe, de 1997, se centró en el origen de los cadáveres alienígenas que habían irrumpido en la historia con la publicación del libro de Berlitz y Moore. La Fuerza Aérea lanzó cientos de maniquís antropomorfos sobre Nuevo México entre 1953 y 1959 para probar paracaídas de gran altitud. Si no eran invenciones de los testigos y de los ufólogos, los cuerpos extraterrestres pudieron ser esos muñecos utilizados para pruebas de choque, apuntó el informe. Los militares creían que, décadas después, testigos bien intencionados que habían visto los maniquís en el desierto podían haberse liado con las fechas.
1995
John Humphreys, experto en efectos especiales de series como 'Max Headroom' y películas como 'Charlie y la fábrica de chocolate', recorrió Londres una noche de 1995 repartiendo entre cubos de basura los restos de unos monigotes de extraterrestres cabezones. Los había hecho él y no quería dejar rastro de su trabajo después de haberlos empleado en el rodaje de una película en blanco y negro en la que simulaba ser un médico que practicaba la autopsia a un alienígena accidentado en Roswell en 1947.
En el verano de 1995, las revistas esotéricas se hacían eco de la existencia de la cinta y ufólogos, como el español Javier Sierra, defendían su autenticidad: demostraba, decían, que alguno de los tripulantes del platillo de Roswell había sobrevivido al siniestro. La falsedad de la película, con la que el productor británico Ray Santilli ganó millones, fue evidente desde el primer momento para historiadores, forenses y expertos en efectos especiales. El fraude era tan obvio que en noviembre de 1995 –con la prensa esotérica todavía entusiasmada–, en 'Expediente X', los agentes Fox Mulder y Dana Scully se refirieron un par de veces a la autopsia del marciano como un burdo montaje. Humphreys confesó el engaño en 2006 con motivo del estreno de 'Alien autopsy', una comedia que recrea los hechos.
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