Crimen de Casablanca I: «Quería quitarme la vida, estaba desbordado, desesperado»
Los forenses describen a Sean Duane C.R., que acabó con la vida de su tía, como un hombre con severos problemas físicos, psíquicos y personales
Sean Duane C.R. acabó con la vida de su tía Meli Correa a cuchilladas el 20 de marzo en su domicilio en el barrio de Casablanca I. Ese hecho es incuestionable para el magistrado titular del Juzgado de Instrucción numero 4 de la capital grancanaria. Pero ahora, las pesquisas se orientan a tratar de determinar si este hombre de 59 años atacó a la que consideraba «su madre» estando o no en sus cabales ya que, según el primer informe forense sobre su estado mental, sufre problemas psíquicos, físicos y personales, con ideas suicidas: «Solo quería quitarme la vida, estaba desbordado, desesperado», dijo a la doctora.
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Según la exploración, el investigado mostró un «estado de ánimo muy descendido» antes de los hechos. Reaccionó de forma emocional durante la entrevista, llegando incluso a llorar.
Señaló que estos meses atrás estaba «durmiendo mal», que tomaba pastillas, le costaba «conciliar el sueño», se despertaba por la noche y le costaba «levantarse por la mañana».
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Sobre el día de los hechos, refirió a la forense que su tío -el marido de la víctima- había fallecido hacía unos años y por eso, ella vivía sola. Para su cuidado contaba con una señora que la atendía ocho horas al día, pero dijo que la echaron «porque no cumplía» y fue en ese momento cuando manifestó que había asumido su cuidado yendo todos los días desde su casa de Jinámar a la vivienda de esta mujer situada en la calle Rafael Oramas.
Añadió que en ocasiones le relevaba su mujer para que pudiera descansar, pero el problema es que su esposa padecía enfermedades de importancia y «tampoco me podía ayudar mucho».
Se llevaban «bienísimo»
Insistió durante la entrevista en que «se llevaba bienísimo» con su tía» y que «no tenía ningún problema con ella», aunque «era un poco arisca... cuando murió mi tío se cerró en su mundo».
El día de los hechos estaba con ella, le había preparado algo de desayunar, en concreto un panecillo con dos lonchas de jamón de york, aunque la víctima le dijo que quitase una. Después de comer le expuso que «tenía que bañarse», a lo que ella respondió que esperase un poco, que tenia frío y él se dispuso a retirar la bandeja para llevarla a la cocina.
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Allí vio el cuchillo con el que había abierto el panecillo y señaló que «sin pensar», lo cogió y fue hacia donde estaba su tía y le asestó dos cuchilladas. Admitió recordar las palabras que su tía le dijo y que se desvaneció.
Acto seguido, declaró que se realizó unos cortes en las muñecas y otros en el cuello y se tomó unas pastillas de su tía. A partir de ahí recordaba «poco más», solamente cuando llegó la policía estando ya en el hospital. Expuso a la forense que, en un momento dado, se abalanzó sobre un policía porque quería arrebatarle el arma para «quitarse la vida».
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Respecto al estado subjetivo en el que se encontraba el 20 de marzo, manifestó que estaba «desbordado, desesperado, solo quería quitarme la vida».
Una vida complicada
Sin duda, la de Sean Duane C.R. ha sido una vida muy compleja, según se desprende del relato que ofreció a la médico forense.
Nacido el 23 de julio de 1963 en la República de Trinidad y Tobago, es el menor de una familia de cinco hermanos que viven todos fuera del país. Vivió en las islas caribeñas hasta los dos años cuando narró que su padre se separó de su madre y «les raptó» para llevárselos a Venezuela.
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A los cinco años, el padre envió a los cuatro hijos menores a vivir con su hermana una infancia de la que no tenía un recuerdo feliz. Cuando los cuidadores se jubilaron, se mudaron a Las Palmas de Gran Canaria.
Estuvo escolarizado hasta los 17 años terminando la FP en la rama de auxiliar administrativo, un área en la que trabajó hasta que ingresó en una empresa de handling en el Aeropuerto de Gran Canaria. Refirió que estuvo «trabajando muchos años» en esta actividad hasta que empezó a sufrir problemas de rodilla y espalda. De forma paralela entró en una depresión y hace 20 años le declararon la incapacidad permanente absoluta.
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La primera vez que acudió a una unidad de salud mental fue porque se encontraba «deprimido, ansioso, agobiado por los problemas físicos» que sufría. Expuso que tenía «presiones» por parte de su empresa y fue en ese momento cuando le instauraron el tratamiento farmacológico que mantiene hasta la fecha.
No dudó a la hora de expresar a la forense que no tenía «ganas de vivir», señaló que está «nervioso, agobiado» y que «cualquier cosa me abruma», que no aguantaba «los dolores»: «Tengo ganas de morir», insistió.
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Apuntó que el 2 de enero, su tía se cayó y se reunió la familia al ver que no estaba comiendo bien, que no se cuidaba. A partir de ese instante, contrataron a una señora para atenderla y, cuando ella se iba, era él quien la cuidaba. Todo hasta que la despidieron.
A partir de ese momento, relató sentirse «estresado, agobiado, muy nervioso, me superaban las cosas» y que hasta su mujer le decía que le «veía apático». Añadió que estaba «tomando muchas pastillas que no hacían nada», que estaba todo el día «en el sillón» y en casa de su tía.
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Por todos estos motivos, se mostró como una persona a la que se le «acrecentó todo, el agobio... iba todos los días, la atendía lo mejor posible», contó en referencia a la víctima.
Con el protocolo antisuicidios en prisión
Según el informe, Sean Duane C.R. es un varón con antecedentes de patología mental, que toma «bastante medicación psiquiátrica y sufre también problemas físicos que cursan con dolor por los que toma potentes analgésicos». En este escenario, la forense recomendó que se adoptara con él el protocolo antisuicidios durante su estancia en el centro penitenciario.
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