Borrar
Chago Rivero posa en una cabina telefónica en desuso en la calle Henry Dunant, en el barrio de Las Chumberas. Arcadio Suárez

Los rostros del barrio

Chago Rivero: La alegría siempre va en la saca

Nacido y criado en Las Chumberas, desde hace más de tres décadas ejerce como cartero y muchas más cosas en su barrio, que se contamina de su energía cuando aparece a hacer el reparto

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 24 de mayo 2025

Comenta

Las calles de Las Chumberas serían más tristes sin Chago Rivero, al que podríamos explicar, simplificando, como el cartero del barrio. Pero sería una acotación incorrecta e incompleta. Rivero es mucho más que eso, es un torbellino de energía querido por sus vecinos y admirado por sus compañeros de oficio, que lo tienen como amigo y como consejero.

Chago Rivero en el barrio de Las Chumberas. Arcadio Suárez

«Soy el último mohicano. En esta empresa han trabajado mi abuelo, mi padre, mis tíos, primos...», señala mientras muestra el cinturón que lleva puesto en su uniforme de reparto, el mismo que tenía su padre cuando ejercía en telégrafos en 1963.

Rivero sube Henry Dunant con la fuerza de un huracán. Desde las ventanas le saludan a voz en grito y él cruza las aceras para abrazar a aquellos que hace tiempo que no ve. Entra en el Bar El Rodeo y asalta la barra para refrescarse con un vaso de agua antes de darle un abrazo a Antonio, su propietario.

Carisma es una palabra que sí que define bien su presencia en las calles que bajan desde Escaleritas al viejo Canódromo. «Me gusta mi trabajo. He podido cambiar a otras plazas de funcionario pero he decidido quedarme aquí. Porque me gusta mi trabajo y me gusta la calle», señala.

Porque tampoco es casual que su ruta de reparto esté en Las Chumberas hace 32 años. Nació allí mismo, los vecinos que ahora reciben sus cartas y su paquetería le vieron crecer y seguir los pasos de la tradición familiar, aunque pasó por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para estudiar filología. «Siempre terminaba la ruta en el edificio en el que vivían mis padres y subía a ver cómo estaban. Murieron los dos hace poco», indica en el único momento en el que una nube oscura pasa ante sus ojos.

José Santiago se identifica como Chago, y así es como se relaciona en su casa con su mujer. Pero en Las Chumberas le conocen muchos como José. A él todo le vale, se alimenta con el cariño de la gente. Tantos años en esa trama urbana le confieren un estatus particular ante sus vecinos. «Soy el cartero pero también un amigo. Hasta un psicólogo en ocasiones, se podría decir», afirma.

Esta vocación, que va enfilando la última curva antes de la jubilación, se remonta a su infancia. No olvida aquel momento en el quedó impactado por el esfuerzo de su padre. «Tendría unos siete u ocho años y el era el día de Reyes. Me desperté y me habían traído un futbolín y enseguida a comenzar con él. Pero miré a mi padre y estaba vestido con aquel uniforme precioso que tenían antes, con sus botones dorados. Le pregunté si no iba a jugar conmigo y me dijo que tenía que ir a trabajar, porque en telégrafos esos días se pagaba más por el servicio. Mi padre se mataba trabajando por nosotros, porque además de en Correos trabajaba también en la inmobiliaria Barber por las tardes y en una sala de fiestas por la noche, para que no nos faltara nunca nada», señala.

La muerte de sus padres fue un varapalo que ha podido encajar gracias a estar en las calles. Porque dice que muchas veces ha sido el apoyo psicológico de sus vecinos pero también señala que ellos «fueron un gran apoyo para mí. Consiguieron que este trabajo sea una terapia para mí».

Y así sigue, a sus 59 años, y anunciando que en un tiempo colgará el carrito y se dedicará a viajar, una de las grandes pasiones de su vida. No tiene hijos pero para él algunos de sus compañeros más jóvenes son como su familia. Alguno está guardado como hijo junto a su nombre en la agenda de su teléfono, como Jonay, que le llama y le describe entre risas como «el más elegante».

No se sabe a ciencia cierta cuándo el último de la saga de los Rivero abandonará Correos, esa empresa en la que su abuelo comenzó a trabajar casi siendo un niño como conserje en la sede central de Primero de Mayo. Pero su eco perdurará mucho tiempo entre las distintas generaciones de vecinos que le vieron crecer y que le llevan abriendo sus puertas toda una vida. También se seguirá hablando de ese pollo de goma que hace sonar como una bocina cuando llama a los telefonillos para que los vecinos más mayores sepan que es él y abran sus puertas con total confianza. Otra palabra que le hace justicia.

Hay centenares de anécdotas que podrían resumir la presencia de Chago Rivero en Las Chumberas. «Una vez una vecina me llamó muy nerviosa y me dijo que le habían mandado por carta de la península un décimo de la Lotería de Navidad y que resulta que estaba premiado y no le había llegado. Le pregunté que cuánto y me dijo que sobre dos millones de pesetas, casi me da algo. Era un compromiso total porque ahora si no aparecía nunca podría llegar a pensar que me lo había quedado yo. Pues el 28 de diciembre, día de los inocentes, me encontré la carta al ir a buscar al reparto y nos llevamos una alegría tremenda los dos», señala con una gran carcajada.

La vuelta a casa

Cuando Chago Rivero aprobó la oposición a Correos su primer destino fue en la Cuesta Piedra, en Tenerife, donde un día casi le embiste el carnero Margarito. En unas vacaciones en Gran Canaria le dijeron que quedaba una plaza en la zona de Escaleritas y no lo dudó. Quería estar en casa. Y ese fue el movimiento más importante de su vida, el barrio de sus padres. «La gente al principio bromeaba conmigo y en vez de decirme que se quejarían a mis jefes decían 'a tu padre se lo voy a decir'», bromea.

Rivero es pura esencia de proximidad. Su conocimiento del barrio es tan detallado que su método es diferente al habitual. «Cuando miro una carta o un paquete no miro la calle o el número, miro los nombres o los apellidos y ya sé a dónde tengo que ir», señala.

Rivero sigue contaminando alegría en las calles de Las Chumberas aunque enfila su salida con una esencia agridulce. «Llevo tantos años aquí que la gente que tenía la edad que yo tengo ahora cuando comencé se ha ido muriendo. Y me da mucha pena porque quiero mucho a la gente de este barrio», culmina.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 Chago Rivero: La alegría siempre va en la saca

Chago Rivero: La alegría siempre va en la saca