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Orlando Guillén, durante su infancia, se ponía de puntillas para alcanzar la ranura, introducir una moneda de una peseta, liberar las bolas del futbolín y que la luz de la magia que ha iluminado su vida se hiciera presente. Hoy, jubilado tras una vida como docente de matemáticas, sigue enamorado de este juego «en el que participas en el campo y ves desde la grada». Como organizador de campeonatos, busca bar donde ubicar su futbolín profesional y reunir de nuevo a los enamorados de lo que los argentinos llaman metegol.
Con el reciente cierre del bar La Tienda en la calle Isla de Cuba los amantes del futbolín sufrieron un eclipse. La ciudad, en sí misma, es un espacio más triste. Sin aquel mítico almacén que en 1982 se convirtió en bar y en el que Paco creó un oficio de convencer a sus clientes que mezclaran el ron con ginger ale en vez de con Coca Cola.
En aquel local estuvo el futbolín profesional de Orlando Guillén, hoy con asilo político en la gasolinera de Artenara. Allí, en el corazón de la zona Puerto, se fraguaron competiciones épicas, donde la bola no paraba de rodar y las muñecas giraban a la velocidad de la luz con la intención de lograr el gol decisivo. Figuras como Mario, que tiene una panadería algunas calles más allá, aparecían con su moneda, la dejaban a un costado y alcanzaban estatus de balón de oro cuando se iniciaba la partida.
Ahora Las Palmas de Gran Canaria apenas tiene bares con futbolín. Mucho menos con futbolín profesional. Y gracias a Orlando y a la colaboración del Ayuntamiento de Artenara, el municipio en el que vive, la actividad se ha mudado a las alturas de la isla, donde recientemente se han celebrado varios campeonatos durante las fiestas.
Orlando Guillén explica las sensaciones que viven en estos momentos. «No sé si podemos llamarlo problemática, pero no solo nos afecta a los que vivimos aquí y queremos jugar. Se suelen poner en contacto muchos extranjeros y peninsulares que vienen a la isla, y que suelen jugar al futbolín pro, para consultarnos dónde se puede jugar en la ciudad. Y la verdad es que una vez cerró La Tienda no tenemos donde decirles que vayan a jugar. Nos vendría muy bien tener en Las Palmas de Gran Canaria un lugar similar a La Tienda para seguir dándole vida al futbolín profesional. Estamos en la búsqueda de uno», indica.
El ocio de la ciudad ha cambiado mucho a lo largo de las últimas décadas. Pero hubo mucha y diversa vida antes de las marchas para el Instagram. El futbolín, como el billar, era un elemento de socialización durante las arrancadillas o al final de la noche. Que viene ser lo mismo que al principio de las resacas.
Hoy esa imagen está casi extinguida en los bares de la urbe atlántica. Sus seguidores buscan nuevos templos.
Pero no solo para el ocio canalla. Lo que Orlando Guillén ha vivido durante toda su vida es la confección de un árbol genealógico paralelo. Su familia del futbolín. Con ellos ha pasado muchas horas, días enteros de competiciones. Ha tejido amistades que cruzan el mar y le llevan, incluso, a organizar derbis con equipos de Tenerife de los que no quiere confesar el resultado porque, parafraseando la legendaria cita con la que José Manuel Pitti cerraba 'La Luchada' de Televisión Española en Canarias, «aquí gana el futbolín canario».
Orlando Guillén explica las diferencias entre los distintos tipos de futbolín, tal vez imperceptibles para los no iniciados. «El futbolín de madera es como jugar en campo de tierra, el pro es como hacerlo en uno de césped. En los últimos diez años hemos dado el salto al profesional, que es con el que se juegan los campeonatos de Canarias o de España. Es más alto y beneficia a la espalda. Las barras no se camban y permiten tener mucha más precisión en el disparo a puerta», señala.
En La Tienda, por seguir con la última morada, se encontraban los dos tipos. Pero los campeonatos se celebraban con el profesional. «En Canarias tenemos dos categorías, la pro y la rookie, que es para la gente que se está iniciando. Cada día tenemos más adeptos y la gente se está incorporando. Es que esto para mí no es un enfrentamiento, es un encuentro. Ganar no es lo prioritario, lo es jugar», aclara Guillén con ánimo divulgativo.
Ante el vació que viven en Las Palmas de Gran Canaria, Artenara se ha convertido en su paraíso. Orlando Guillén ha dejado uno de sus futbolines en la gasolinera del pueblo, el otro lo tiene en su cueva. Hasta la tempestad petrificada han subido recientemente casi medio centenar de participantes en el torneo que organizó por las Fiestas de La Cuevita. También en cifras similares estuvieron los participantes en las de San Juan. Una demostración del músculo que tiene esta comunidad de entusiastas.
En breve será el Campeonato de España. Orlando Guillén se está preparando para participar, para emprender viaje y encontrarse con gente de todos los puntos del país que comparten pasión con él. Mientras, espera que su búsqueda de resultado y que en la ciudad más poblada del archipiélago pronto aparezca un nuevo local en el que situar la sede de esta pasión que le ha acompañado desde la cuna.
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Patricia Cabezuelo
José A. González y Lidia Carvajal
Encarni Hinojosa
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