Juanito Ramírez, las manos que mantienen la tradición
El maestro artesano de cestería recibirá la distinción de Hijo Predilecto de Santa Lucía de Tirajana el 30 de octubre, semanas después de cumplir 94 años, en reconocimiento a su labor por preservar las tradiciones y divulgarlas a las nuevas generaciones
El maestro artesano Juanito Ramírez recibirá el próximo 30 de octubre un regalo de cumpleaños muy especial, aunque con algunas semanas de retraso. El 27 de septiembre cumplió nada menos que 94 años y en unos días le entregarán el título de Hijo Predilecto en el acto de Honores y Distinciones del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana. Este reconocimiento lo ha recibido con enorme gratitud de su pueblo, el que lo vio nacer, el que ha elegido para seguir viviendo y en el que continúa con su labor en el arte de tejer con sus manos múltiples objetos de cestería con fibras vegetales.
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«Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero yo puedo decir que sí, en mi tierra y fuera», reconoce. Y lo es. A este reconocimiento a su labor por mantener las tradiciones y divulgarlas a las nuevas generaciones, se le añade que el Consistorio lo escogió nuevamente este año para representar al municipio en la carreta que desfiló en la última Romería del Pino en Teror. Durante el recorrido fue haciendo un balayo en vivo para mostrar su habilidad y no es la primera vez, ya lo hizo hace 25 años, en el año 2000.
Pero las distinciones no se quedan solo en su pueblo, en 2023 el Cabildo de Gran Canaria le otorgó el premio Roque Nublo, mientras que en el Segundo Certamen Internacional de Cestería Tradicional y de Diseño Pinolere 2006 (Tenerife) fue elegido como el mejor artesano de fibras vegetales de Gran Canaria.
Todos estos galardones y muchos otros, los atesora en una vitrina en el espacio que utiliza en su casa para crear, el rincón donde sus manos confeccionan maravillas con los productos naturales, rodeado de árboles, frutales y gallinas. «Esto no lo cambio por nada», asegura sobre Santa Lucía, aunque lamenta que ya casi no hay niños y los campos están abandonados «Y así van muriendo los pueblos», se resigna.
Su trabajo es casi único, hay otra artesana en Vecindario que trabaja ahora también con fibras vegetales, explica. Pero él lleva años haciendo obras de arte con junco y anea, además de con el lino que él mismo cultiva.
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La edad no es impedimento
La edad no es impedimento mientras que sus manos le permitan coger la aguja y con esmero y paciencia ir cosiendo las fibras con tomizas hechas con palma para elaborar balayos, taños y zarandas. Su vida gira entorno a este oficio, ya que incluso cuando ve la televisión por la noche aprovecha para ir preparando las tomizas para tenerlas siempre listas cuando se sienta en el taller.
Antes de apostar por la artesanía, Juanito Ramírez realizó muchos otros trabajos, incluso en los tomateros o en una empresa de tueste de café. Y en los oficios, primero empezó por la cerámica de manera autodidacta. Iba al Museo Canario para ver cómo estaban hechos los objetos expuestos y así aprender a hacerlos, al igual que hizo con otras creaciones encontradas en La Fortaleza. Ya después comenzó con las fibras vegetales y se dedicó casi de lleno a ellas tras el encargo que le hizo Mundo Aborigen cuando abrió.
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Pese a la edad, sigue yendo al barranco de Tirajana en verano a buscar el material. Tiene que caminar varios kilómetros para encontrarlo porque cada vez hay menos, reconoce. Sin embargo, ahora ya va con miedo porque la familia no quiere que acuda solo, así que de momento un alumno se lo trae y a cambio le enseña el oficio. Le apena no poder ir porque reconoce que le encanta el silencio y la soledad que encuentra en esos lugares aislados.
Quería ser maestro
Le quedó la pena de no haber podido ser maestro porque tuvo que empezar a trabajar con 14 años, pero a lo largo de su vida lo ha sido, ya que enseñó a leer y a escribir a los niños de la aparcería, y ahora lo hace con el oficio con la intención de que no desaparezca. Él se empeña en que la gente aprenda y además le gusta enseñar.
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Asegura que si la cestería no entra en la escuela, se perderá para siempre. Así que su trabajo tiene un doble valor, porque no solo sigue creando y realizando encargos a particulares, manteniendo la tradición, sino que siempre dedica parte de su tiempo a dar cursos en diferentes municipios y a través de la Fedac para que las nuevas generaciones aprendan parte de su historia.
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