Acto institucional por el Día de Canarias | Aplausos al espectáculo y abrazos a Torres
Entre la música y la literatura ·
El Gobierno jugó sobre seguro al confiar a Mario Vega la dirección artística, con una parte inicial que rezumó cultura isleña y que se ganó un aplauso sinceroAl fin ha llegado un Gobierno que ha tenido la valentía de cambiar las cosas y celebrar el acto institucional del Día de Canarias en horas del mediodía, como hacen Madrid y Andalucía, por ejemplo. Le queda ahora ser igual de valiente para recortar un pelín la duración del mismo, pero eso seguramente obligará a hilar más fino sobre cuántas Medallas de Oro se entregan y ahí entramos en la harina del costas de los equilibros insulares.
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En todo caso, el acto celebrado este viernes el Auditorio Alfredo Kraus brilló a gran altura. El Gobierno jugó sobre seguro confiando a Mario Vega la dirección del montaje. A sus conocimientos escénicos se unió una acertada apuesta por la música y la literatura como eje transversal, con una selección de textos que iba saltando de isla en isla y con una combinación de música que transitaba entre lo popular y lo urbano, para alcanzar el clímax cuando entró en escena (o en los oídos) el órgano del Alfredo Kraus. Para el recuerdo quedará la versión del himno de Canarias con Julia Rodríguez con su timple y su voz y Belén Álvarez 'Lajalada' micro en mano y con los teclados, acompañadas por el Coro Juvenil de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.
Respecto a los discursos, JJ Armas Marcelo, Premio Canarias de Literatura, se deshizo en elogios con Michelle Alonso y con César Rodríguez Placeres. La sorpresa de su intervención vino al final, en una especie de testamento vital que casi nadie esperaba: «Para cuando me vaya, no quiero féretros, ni tumbas, ni sepulturas; no quiero tierra ni gusanos; quiero fuego, piedra gris y seca, aire y cañaverales barranco abajo de Agaete; y que arrojen mis cenizas desde el Huerto de las Flores, en un lugar alto y final que ya hay entre un ombú y un flamboyán, para que lleguen volando hasta el Oriente Eterno».
El otro apunte relevante vino de las muestras de simpatía y cariño que cosechó a diestro y siniestro (políticos incluidos) el ministro Ángel Víctor Torres en cuanto apareció en el Alfredo Kraus. Había ganas de saludarlo por parte de todos y a todos contaba que, como es habitual en los procesos cancerosos, hay pruebas médicas y chequeos que superar pero su sonrisa delata que está con fuerzas y que echaba de menos el trote de la política diaria.
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