Después de muchos meses de negociaciones, jalonadas varias veces de notables decepciones, el Ministerio de Defensa ya ha tomado la «decisión política» de devolver a Las Palmas de Gran Canaria parte de los terrenos que ahora tienen uso militar. Se trata en concreto de los terrenos del Regimiento de Infantería Ligera Canarias 50, la pista deportiva del barrio de San Francisco y el espacio trasero de la Base Naval, lo que permitirá el retranqueo para hacer posible el proyecto de reordenación de esa zona que diseñó el Ayuntamiento.
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Con el paso del tiempo, la profesionalización del Ejército y la creciente importancia de las nuevas tecnologías, fue dejando en evidencia que estaba más que justificado redimensionar el espacio que ocupan los militares en la capital grancanaria. No se trata de expulsar a los soldados de la ciudad sino de revisar los usos que se estaban dando a esas instalaciones y acompasar las necesidades del Ejército con las de una ciudad que, por suerte, no para de crecer y cuya ciudadanía reclama, en paralelo, zonas para el ocio urbano y también espacio para solventar los graves problemas en materia de movilidad.
El acuerdo alcanzado es un primer paso en esa línea y permite ahora a los gobernantes municipales y a los técnicos del Ayuntamiento encarar proyectos tan necesarios como la reordenación de La Isleta y las soluciones al estrangulamiento del tráfico la rotonda de la Base Naval, en especial ahora que está en marcha la peatonalización de Mesa y López y la nueva configuración del tráfico con la MetroGuagua.
El equipo de gobierno que preside Augusto Hidalgo cosecha así el éxito de una negociación en la que también influyó el hecho de que el área de Urbanismo, con Javier Doreste al frente, pusiera sobre la mesa planteamientos viables. Y no menos importante ha sido en todo este proceso el hecho de aprovechar que durante meses la mayoría parlamentaria en el Congreso pasó por el voto 176 de Pedro Quevedo, integrante también del grupo de gobierno capitalino.
A quienes salgan de las urnas en mayo les tocará rematar esta faena. Porque recuperar espacio después de tantos años de esperar para luego no arbitrar soluciones a corto plazo sería un error imperdonable. Y deben hacerlo teniendo en cuenta que la ciudad, para ganar en calidad de vida, precisa de ese equilibrio entre superficie para más viviendas, zonas para el ocio y garantía de que la movilidad no se eterniza como la gran asignatura pendiente.
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Bienvenido sea, por tanto, el acuerdo alcanzado y ahora toca estar a la altura del reto que supone llevarlo al papel y luego hacerlo realidad.
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