Oro en Canarias

Pasará. Sí, es cierto. Desconcierta, preocupa y duele. Esto último aún más si nos centramos en lo único verdaderamente importante en este momento, la salud y los posibles riesgos graves asociados al contagio del virus de marras cuyo nombre, cual mago malo de Harry Potter, paso ya siquiera de nombrar. Lo cual pudiera ser otra forma, aunque sea simbólica, de ayudar a derrotar al sinvergüenza éste que ha venido a trastocar nuestra hasta ahora tranquilidad cotidiana.

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Pero pasará, como vemos empieza a suceder en otras latitudes. Y a pesar también de que ahora, a corto y medio plazo, en Canarias tendremos que transitar también por ese túnel del duro varapalo socioeconómico que -especialmente en términos de desempleo temporal- tratará de desmoronar seriamente los pilares en que se sustenta casi toda nuestra economía (y por consiguiente, la de nuestras familias).

Pero un túnel en el que, si no nos fallan los principios básicos de ayuda, comprensión, respeto y rigurosidad respecto a todo tipo de normas necesarias y restrictivas a cumplir, los potentes focos de la solidaridad entre canarios seguro alumbrarán todo el trayecto de dicho túnel hasta alcanzar el final del mismo en el que ya nos espera con ansias la luz cegadora de nuestro precioso cielo azul y sol perpetúo.

Porque ahora tu familia, nuestra familia, no lo es tanto la ligada a la consanguinidad, y sí la de la vecina de al lado, del desconocido de la casa de enfrente, o a de la pareja de ancianos de una manzana más allá, no más. Y en ellos debemos focalizar dicha solidaridad.

En clave turística, generar el denominado 0 turístico (que todos nuestros turistas estén ya de vuelta en sus lugares y países de origen) es paradójicamente lo mejor que puede acontecer. Ya que reitero que ahora el objetivo primario es derrotar al bicho. Y cuanta menos población flotante (turistas) en el archipiélago, y cuántos menos bregadores trabajadores del sector servicios asumiendo riesgos de salud en sus puestos de trabajo, mucho mejor para nuestro servicio sanitario en general y para nuestros valerosos profesionales sanitarios en particular. Contribuyendo así, por ejemplo, a reducir los riesgos de saturar las ya de por sí saturadas áreas de urgencias y de consultas médicas de nuestros centros de salud y de nuestros hospitales.

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Y cuando salgamos del túnel, y una vez nos reincorporemos progresivamente al mercado laboral tras el no deseado empape de los ERTE que ya mojan nuestra tierra, la vertiente solidaria del turismo y de la economía deberá girar en torno a consumir producto isleño, producto canario.

Porque al carajo la gran barrera de coral de la lejana Oceanía para hacer submarinismo, teniendo en El Hierro la reserva marina del Mar de las Calmas. Y recorriendo esos enigmáticos escenarios de la genial serie televisiva Hierro, para luego degustar un rico caldo de pescado.

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Al carajo la Selva Negra alemana, pudiendo dejarnos embrujar por el Parque Nacional de Garajonay en La Gomera, con la mejor muestra de laurisilva de toda Europa. Y disfrutar luego de un exquisito almogrote pensando en lo que pudo sentir Cristóbal Colón antes de zarpar a las Indias.

Al carajo Cabo Cañaveral y el centro espacial de la NASA, disfrutando del Roque de los Muchachos en La Palma donde, bien acurrucaditos en un buen saco de dormir durante la noche, podemos casi coger las estrellas con las manos. Y dónde, si me apuras, hasta ves saltar mágicos enanos danzarines.

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Al carajo el Monte Futji y los Juegos Olímpicos de Tokyo, si resulta que tenemos al Padre Teide de igual altura, y que encima desde su pico podemos disfrutar de las ocho islas hermanas cuáles nadadoras del mejor equipo posible de natación sincronizada. Para luego sentir la historia pateando La Laguna.

Al carajo las excursiones en ruidosos quads de cuatro ruedas por las dunas de Abu Dhabi, si resulta que aquí, en Gran Canaria, podemos ir hasta como Dios nos trajo al mundo por las Dunas de Maspalomas para acabar dándonos un baño de libertad en este Atlántico sobre el que nos mecemos. Y luego subir a Artenara para comer al fresco de una cueva ancestral.

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Al carajo las (supuestas) playas de arena blanca y aguas cristalinas, si a salto de mata matorral, somos poseedores de la mejor playa del mundo que se llama Fuerteventura, dónde, de norte a sur y pasando por su cintura, encima sucede que te hechiza Betancuria. Y donde, de paso, atiborrarte del mejor queso de cabra del mundo mundial.

Al carajo los viajes espaciales a precios desorbitados, si con un vuelo regional tipo de oca a oca y tiro porque me toca, podemos no sólo poner un pie en esa magnética superficie lunar que es Lanzarote, sino además respirar la libertad sin necesidad de escafandra espacial. O dónde contemplar como el Hombre se hizo Arte a través de la obra de Manrique.

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Y al carajo los parques temáticos de ciudades frías y alejadas, si susurrándonos al oído tenemos todos los canarios a la más divertida, La Graciosa, invitándonos los 365 días del año el ir a acariciarla y el ir a vivir como antaño, dejando atrás preocupaciones mundanas. Para correr y saltar como locos, con cholas, pesquita y na’más.

«Oro, oro, he encontrado oro» era una cantinela típica de los westerns aquellos que los sábados de hace muchos años ponían en Primera Sesión. Pues aquí, en Canarias, tenemos oro para dar y regalar. En territorio, paisajes y, por supuesto, en personas.

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Este año 0 toca Canarias.

P.D. De sanitarios y auxiliares. De policías. De cajeras y reponedores de supermercados. De farmaceúticos. De policías y guardias civiles. De soldados. De panaderos. De limpiadores y barrenderas. De vigilantes de seguridad. De gasolineros. De agricultores y ganaderos. De estanqueras. De informadores y comunicadores. De... De todos y cada uno de ellos sí que quiero yo su camiseta. Con su 10 a la espalda. Auténtico oro puro. Valientes. Héroes. Honor a todos los que están en la primera línea del frente de batalla. Orgullo de nuestra tierra guanche.

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