El brexit, Franco, las elecciones y Cataluña tienen una cosa en común; todo habrá pasado cuando acabe el año, pero nada habrá terminado. El brexit, primer hito del calendario, llegará el jueves a su punto de no retorno. Pase lo que pase esta semana, los hijos de la Gran Bretaña consumarán la ruptura y aquel gran proyecto de integración europea será un recuerdo del siglo XX. Será en cuatro días o en tres meses, pero ese tren se llevará por delante aquel modelo y por detrás viene un vacío que huele a tierra quemada. Sin líderes sólidos y sin energías que nutran un proyecto común, la debilidad de Europa alimentará dinámicas hasta ahora desconocidas. Frente a la globalización, Estados Unidos, China y Rusia se esmeran en alicatar con aranceles los mapas del comercio mundial.
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La película de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra cuestiona los plazos fijados por los historiadores. ¿Cuándo terminó la guerra que entronizó a Franco? Las emociones encontradas al paso del cadáver removido después de medio siglo insisten en alimentar aquel drama como un mal necesario. El traslado de tumba en tumba se convierte en espectáculo de cartel electoral, más allá de la evidente necesidad de poner a cada uno en su sitio. De forma que la guerra sigue ahí, generando estímulos de vencedores y vencidos, sin espacio para abordar los imperativos del presente. A lo que contribuye con ejemplar dedicación y empeño la burguesía catalana.
El presidente ruso, Vladimir Putin, reunió la semana pasada a más de 10.000 (diez mil) dirigentes y empresarios africanos para ganar influencia en África, y para ello promueve la venta de armamento. Claro que este asunto en Canarias no interesa, porque somos europeos y eso. Aunque algunos aprovechen, mientras dure.
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