Gaumet Florido
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Hay debates en los que de un tiempo a esta parte no caben los tonos grises, o estás conmigo o estás contra mí, o me quieres o no me quieres. Y eso es justo lo que está pasando con los argumentos de los animalistas. Desde que no sigues sus argumentos a pie juntillas, te conviertes en un vil maltratador. Pues aún y a riesgo de que me señalen, de que me cuelguen en el patíbulo de las redes sociales, no puedo evitar mi sorpresa por la reciente decisión del Ayuntamiento de Telde de retirar un gato negro que formaba parte del decorado del escenario de las fiestas de San Juan 2018. ¿La razón? La protesta de los animalistas, que, por lo que he leído, entienden que su presencia en mitad de esa ornamentación alimenta los prejuicios que históricamente han vinculado a los mininos de este color con la brujería y las supersticiones. Poco menos que el Ayuntamiento incitaba así al odio y al sacrificio cruento de estos animalitos.
Creo, de verdad, que algunos están llevando demasiado lejos la necesaria defensa de los derechos de los animales, a menudo tan maltratados por esta sociedad de las trivialidades y la violencia gratuita. Tan lejos que, sin darse cuenta, están contribuyendo a caricaturizarla. El desalmado que disfrute matando gatos negros o que los use para prácticas de magia negra lo seguirá haciendo. ¿Acaso esa silueta de cartón en un decorado iba a alimentar una matanza de mininos? Si lo probable es que la mayoría de los mortales apenas habría reparado en la presencia del gato. O si lo hiciera, no le daría tantas vueltas.
Puestos a exagerar, y si llevamos estas tesis a otros terrenos, ¿el director de una película ambientada en el Imperio romano alienta el antisemitismo? ¿hizo Coppola apología del matonismo mafioso por El Padrino? ¿deberían ser procesados grupos musicales por algunas de sus letras, por incitar a las drogas y, llegado el caso, a la muerte, de tantas miles de personas que les sigan? ¿hay que tapar los cuerpos de Las Tres Gracias de Rubens por cosificar a la mujer? No puedo ser más demagógico, como demagógico me parece defender la retirada del gato, de lo que, por cierto, culpo al Ayuntamiento. La gente es libre de opinar lo que quiera, pero una institución no puede actuar a golpe de redes sociales.
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