Casi sin tiempo de habernos hecho a la idea de que Pedro Sánchez es el nuevo presidente del Gobierno de España, nos llega su gabinete. Hay que reconocer que Sánchez ha dado muchos bandazos en los últimos años, pero en esta ocasión ha sido rápido y contundente a la hora de poner nombres y apellidos a los que llevarán las carteras de los ministerios hasta las próximas elecciones.
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Se trata de un equipo de Gobierno con una estupenda fachada, pero también con un interior que, cuanto menos, merece un enorme respeto por los currículums y trayectorias de sus protagonistas, Maxim Huerta incluido. Además, el que tenga una mayoría de mujeres supone una clara muestra de que la paridad ha pasado a la historia y la apuesta ahora es por la preponderancia de la figura femenina en áreas de especial relevancia, sin cantos de sirena. Eso me lleva a pensar que no será un Gobierno en el que la mujer va a tener un enorme peso específico solo para figurar y con fines electoralistas, sino en puestos de vital importancia, sobre todo, a nivel económico.
Y si hay algo que no se le puede reprochar a Pedro Sánchez es su capacidad de seducción. Y no me refiero a lo meramente físico, que también, sino a que ha conseguido convencer a un elenco de figuras notables en sus respectivas áreas del gran desgaste que supone ser ministro durante un año y medio o, quien sabe... El socialista ha hecho lo que nadie consiguió antes, que es reunir a varios Messis y Cristianos en un mismo equipo, y todo ello sin traspasos millonarios por medio, sino todos ellos motivados por el ejercicio más puro del servicio público.
Sánchez está despejando dudas acerca de su capacidad de poder hacerlo bien en poco tiempo y con tanto que perder, aunque también mucho que ganar. Ya nadie habla de la ausencia de miembros de Podemos en su equipo a pesar del reproche público de Pablo Iglesias –que muestra su enfado porque se «olvidó de quien lo hizo presidente», cuando en su momento insistió que lo que quería era echar a Rajoy– y Albert Rivera, el emergente que estaba en boca de todos justo antes de estallar la bomba de la sentencia de la Gürtel, y que se haya ahora en paradero desconocido.
Habrá que ver de qué manera sale el Partido Popular del taller donde se está arreglando la chapa y la pintura, porque del resultado de esta transformación tan necesaria, depende y mucho que el PSOE se haga definitivamente con el poder en España en unos comicios que van a estar más igualados que nunca.
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