Roque, entre el Maestro y el Txopo
«Quedará para toda la vida». Así expresó Roque Mesa lo que suponía para él recoger el premio como jugador más valioso de la temporada de la UD, a juicio de la afición amarilla, y de manos de Germán Dévora, el padrino de un galardón consolidado en el calendario y que cada año se prestigia con su convocatoria. Y sí, efectivamente le quedará para siempre. Y más cuando en la foto de rigor se coló, para sorpresa y bendición de todos, una leyenda de la magnitud de José Ángel Iríbar, el mítico Txopo, alfa y omega del Athletic Club de Bilbao y que, gustoso, se sumó al homenaje que cada final de temporada prologa el último encuentro de Las Palmas en casa. Juntar a Germán con Iríbar ya es fútbol en grado superlativo. Y que entre ellos alce un trofeo uno de los canteranos ejemplares da a la instantánea un valor único.
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La familia Mesa Quevedo, con los padres del futbolista presentes, su mujer, Roque Júnior y su suegra, arropó al futbolista en un día especial para todos. «Agradecemos todo lo que ha dado el club a Roque, al presidente, a los compañeros, al entrenador, a la afición...», le faltaban las palabras al padre y mentor de Roque a la hora de enumerar sus agradecimientos. Porque ver a su hijo triunfar en Primera División y ser el predilecto de la gente «es el no va más».
Ayer suplente por las rotaciones de este tramo de calendario, Ropque aguardó en el césped a sus allegados y a Germán, Iríbar y Matías García, director general de Inforcasa, empresa editora de CANARIAS7. Sonrió al ver a llegar a su gente. Y su pequeño (viene otro en camino) se le tiró a los brazos al reconocerle entre todos los protagonistas. Luego, el protocolo. Con la felicitación sincera de Germán, quien le presentó a Iríbar, un lujo al alcance de pocos. Cuando la megafonía anunció su nombre, los compañeros hicieron coro y El Maestro cumplió con la ceremonia de abrazarlo y hacerle entrega del motivo artístico exclusivo con el que se premia a la pieza más regular del equipo durante la temporada regular.
Roque sonrió. La tarde, resplandenciente, estaba para eso. Para exhibir felicidad y repartirla entre todos. Una UD salvada y consolidada, un reconocimiento a su carrera ejemplar, coronada con una campaña espectacular en rendimiento y sensaciones y la ovación unánime del auditorio. Con permiso de Valerón, si no es mucho pedir, ayer también fue el día del señor don Roque Mesa Quevedo.
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