¿Quién dijo consenso?

Viernes, 17 de julio 2020, 04:22

De hace un tiempo para acá las palabras más usadas, y en consecuencia más manidas, en el lenguaje político son consenso, diálogo, pactos. La crisis política que arrastra este país desde hace bastante, ahora más especialmente llamativa tras las elecciones generales y la fracasada investidura, ha provocado que se miren con añoranza los acuerdos alcanzados entre fuerzas dispares en lo que se ha calificado como ejemplar Transición española, y no pocos son los que rememoran y ponen como ejemplo a seguir aquellos complejos pactos de La Moncloa.

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Sin embargo, a día de hoy, visto lo que estamos viendo, consensos pocos y desencuentros muchos. Y entonces uno recuerda con candor la pretensión del actual presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, que en vísperas de su investidura mantenía la ingenua pretensión, y la proclamaba, de ser investido con el voto de todas las fuerzas políticas presentes en el parlamento regional porque defendía que entrábamos en un nuevo tiempo y lo que a él le guiaba era el encuentro y el consenso. Pasadas las horas, la tozuda realidad se impuso. Sólo contó con el apoyo de los suyos y de aquellos con los que suscribió un pacto de gobierno, como ha venido ocurriendo siempre en la política al uso.

Lo llamativo del caso es que aquellas pretensiones de «juntos como hermanos» quedaron pronto en aguas de borrajas, y como ha venido ocurriendo desde el principio de los tiempos las tiranteces entre unos y otros marcan la vida política, como no podía ser de otra manera, pues, no en vano, ésta es una constante lucha de poderes y contrapoderes, entre los que lo detentan y los que lo anhelan.

Era loable, sin duda, la pretensión de Clavijo, aunque la experiencia la señalaba como soberanamente utópica. Aún así, tocaba esperar para comprobar si la acción de Gobierno iba a estar marcada por esa encomiable pretensión. A la vista está que no ha sido así, pese a que se siga presumiendo de que lo que guía al Ejecutivo es la búsqueda de consensos.

El reciente borrador de la conocida como ley del suelo y los repartos de los fondos del ITE son los dos más clamorosos ejemplos. Por más que se discursee que ha habido un sin fin de encuentros entre todas las partes, ninguno de los dos proyectos se puede sustraer de las críticas de secretismo por como fueron diseñados y sobre ambos pesa la calificación de unilaterales. Que no digo yo que sea malo, que gobernar es tomar decisiones atendiendo a criterios políticos, y bien se sabe que de estos hay muchos y son bien dispares; pero, consenso, por lo que se ve, ni entre los propios socios, y lo que es peor, incluso, hay uno de ellos que ni siquiera lo tiene internamente, lo que dice, bien a las claras, de la falta de cabeza que hay entre alguno de los partidos que rigen estos lares. Luego, menos brindis al sol.

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Y si miramos más arriba, lo mismo, con una salvedad, que bien poco dice a nuestro favor, sólo se ha alcanzado consenso para cerrar las fronteras a los migrantes, aunque ello signifique renunciar a principios básicos de la cultura europea.

@VicenteLlorca

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