Fray Juan de Alzolarás

Viernes, 17 de julio 2020, 09:20

No soy especialmente proclive al comentario o la crítica de libros en general, pues cada uno tiene un ámbito y un camino que les hace algo muy personal, un mundo propio, un ente muy especifico por el que hay que sentir una particular vinculación y tener la experiencia adecuada para adentrarte en el mismo. Pero hay casos en que un libro constituye ya por sí mismo una verdadera crónica, una admirable realidad poliédrica que encierra muy diversos valores cuyo comentario no podemos eludir, dada la relevancia que tiene en el seno de la sociedad en la que surge y se presenta. Es el caso de una obra admirablemente editada, y presentada en el contexto exacto que su tema y trascendencia le marcaba la Catedral de Canarias-, bajo el título de El Capellán Menor del Rey. Episodios de Fray Juan de Alzolarás, Obispo de Canarias, a través de un portapaz, que, al modo y manera de los antiguos cronistas y orfebres, ha trabajado con enorme minuciosidad y verdadero primor Carlos de Millán Hernández, que abre con ella una puerta, inexplicablemente cerrada, tras la cual se encuentran personajes y hechos, que como el protagonista de esta, son verdaderos desconocidos en la historia de Canarias y que, sin embargo , no sólo tuvieron un papel destacado en la misión que se les encomendó en su tierra natal o de adopción, sino que también fueron verdaderas personalidades de sus respectivos ámbitos a nivel nacional e internacional. Un trabajo de investigación histórica que al desvelar aspectos de singular notoriedad de un personaje del que apenas teníamos un nombre en una placa marmolea junto al altar mayor de la Catedral de Canarias, junto a los de otros obispos cuyos restos descansan anónimos bajo ese sagrado lugar, y un portapaz en el tesoro catedralicio, que sirve de atractivo y singular hilo conductor de la narración, también nos señala como existen determinadas personalidades olvidadas en el discurrir de los siglos pero que fueron auténticos protagonistas en la sociedad de su tiempo tanto dentro, como fuera del Archipiélago, lo que marcó e hizo mucho más trascendente su acción en las islas, algo que hoy debemos retomar y valorar para comprender mejor su aportación y su influencia en el devenir histórico canario. Carlos de Millán Hernández, ilustre jurista, magistrado, profesor, en la actualidad presidente del Consejo Consultivo de Canarias y académico de Honor de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, con la eficaz colaboración de la Fundación Señorío de Alzolarás y de Gabiño de Franchy Editores, que, una vez más, ha entregado una verdadera y esmerada joya para la bibliografía y el orbe editorial isleño, en la que además ofrece novedosas imágenes, grabados, pinturas y fotos de las islas y sus tesoros artísticos en el apartado fotográfico hay que resaltar la excelente aportación de los fotógrafos Efraín Pintos Barate y Miguel Quintas Bartolomé-, se adentra en la vida y obra de Fray Juan el discreto jerónimo que tan cerca estuvo de Carlos V en Yuste y de la princesa de Asturias doña Juana de Austria, que, como subraya el autor, perteneció al reinado de Felipe II no sólo por la época en la que le tocó vivir, sino por los lazos que le unieron con éste, con quién tuvo una honda adhesión y una fluida correspondencia, como cuando desde Tenerife le escribe y le hace patente que «Yo no tengo otro padre ni arrimo después de mi Dios sino a Vuestra Magestad», y que 1570, en su condición de Obispo de Canarias, presidió el día de Corpus Christi la inauguración del tempo catedralicio canariensis, en el que cuatro años más tarde hallaría cristiana sepultura. Un libro que me gustaría presentar como de ineludible y sosegada lectura pues al tiempo que nos desvela toda una época trascendental en la que Fray Juan fue testigo esencial y protagonista cualificado, también nos acerca a un orbe artístico y cultural que lo marca, eleva y coloca en su altísima posición en las islas, aportando una bella selección de imágenes y un compendio documental de incalculable valor. El hasta ahora siempre conocido como portapaz de los obispos toma nombre propio y con él nos llega la historia de un obispo que no podía pasar desapercibido en la historia de la Iglesia en Canarias y de las islas en general, pero también de un tiempo, los años centrales del siglo XVI, que es preciso conocer más de cerca en toda la intensidad y trascendencia de los acontecimientos y los personajes que lo forjaron en estas insulas y las conexiones de toda índole que tuvo fuera de sus costas. Un tiempo pasado que surge tras las huellas de los siglos que le siguieron, como señala el magnífico dibujo de Manuel Oraá de 1854, en el que vemos como la Catedral de Canarias actual se va alzando y situando sobre el viejo tempo de Fray Juan de Alzolarás, un orbe religioso, institucional artístico y cultural, plagado de nombres y lugares, en el que reaparece en todo su esplendor el siglo XVI en Canarias. No es de extrañar que Cairasco de Figueroa, en su poema a La Catedral de Santa Ana cante como «hanla ilustrado y puesto más hermosa Deza, Torres y Alzolarás, con dones de estima», dones que ahora, más de cuatro siglos después, amplia Carlos de Millán Hernández con esta singular y exquisita obra.

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