Dámaso celebra a Ramón Llull

Viernes, 17 de julio 2020, 11:24

Este año se cumplen siete siglos de la muerte del filósofo, poeta, lingüista y religioso Ramón Llull (Mallorca, 1232-1315). Sin embargo, su espíritu habita en todos los que han tenido algún contacto con el legado del místico.

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Pepe Dámaso (Agaete, 1933) también ha contribuido a eternizar la huella del pensador y escritor mallorquín. La figura del humanista inspira sus trabajos más recientes, realizados a partir del pasado agosto, cuando salió del hospital tras superar una grave intervención quirúrgica de la que aún se está recuperando. En estos pocos meses, el artista se embarcó en dar forma a una serie amplia y rica que hasta hace unos días, y bajo el título de Llum de Llull (Luz de Llull), se exponía en la Iglesia de Santa Eulalia, la más antigua de Palma de Mallorca, ciudad en la que reposan los restos del beato.

«¿Que cómo lo hice? Es que sino, no vivo. Suicidarme no, porque no he pensado en el suicidio. Pero si no tuviera la creación, no viviría. Es lo que me conforma, me confiere y me confirma», comenta divertido Dámaso por la espontánea la aliteración.

La exhibición, integrada por un número asombrosamente abultado de esculturas realizadas en hierro y madera, dibujos a lápiz y composiciones pictóricas donde mezcla el collage y las pinturas sobre metacrilato y cartón, se exhibe actualmente en la ciudad mallorquina de Inca.

Organizada por su galerista mallorquín Joan Guaita y comisariada por Carmensa de la Hoz, esta exhibición ha devuelto a Dámaso la intensidad de su pulsión creativa. De hecho, las piezas expuestas son, en realidad, su primer acercamiento a la figura de Llull y su misticismo.

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«La exposición se podría decir que es humilde, tan misteriosa como lo es Ramón Llull y está abierta a enriquecerse. La quieren traer a aquí y al Instituto Cervantes de Orán», comenta el artista, que no descarta que se exponga en otros sitios porque «el mundo está lleno de lulianos».

La primera parada del proyecto ha sido muy emocionante para Dámaso. Por un lado, supuso el primer viaje que hacía tras superar su grave enfermedad y, por otro, porque la exposición estaba enclavada en un lugar muy especial; una iglesia medieval, testigo de grandes acontecimientos históricos, como la coronación del rey Jaime II, y que protagonizó varios capítulos de la vida del misionero mallorquín.

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Además, con motivo de la exposición, se mostraron las copias de los manuscritos lulianos de Fuerteventura; los textos más antiguos de Canarias datados en el siglo XV y escritos por fray Juan de Santorcaz, que daba cuenta de las enseñanzas de Llull para evangelizar la Maxorata.

Este aspecto de la relación de Canarias y Llull fue debidamente glosado por el investigador canario Julio Sánchez Rodríguez, que impartió una conferencia sobre la presencia de los misioneros mallorquines en Canarias en el marco de la exhibición, que también sirvió de apertura a un congreso llulliano que reunió a los expertos internacionales en la figura del filósofo.

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«Me ha gustado mucho el encuentro que se ha dado entre Canarias y Baleares», comenta Dámaso, orgulloso de haber propiciado una aproximación histórica a través de la plástica. «Hasta ahora no ha habido un acercamiento de este tipo entre los dos archipiélagos. Esto muy contento con eso», recalca el artista, que sigue trabajando en las piezas esbozadas en esta muestra.

«Estoy deseando exponerla aquí junto a los códices de Betancuria», dice. De hecho, el artista ya tiene preparadas las tablas para trasladar a otros soportes estos dibujos que, en gran parte, le han servido de bocetos.

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A Dámaso le llamó la atención lo desconocido que es el inventor de la rosa de los vientos, a pesar de que su discurso conciliador entre las distintas culturas del Mediterráneo está más vigente que nunca.

«Estuvo en París. Murió en Túnez. Lo apedrearon. Es un desconocido en España», explica el artista. Dámaso recuerda que el teólogo, apodado el Árabe cristiano, fue el que inventó el catalán literario y, por ello, es muy conocido en Cataluña, aunque su vida estuvo marcada por su origen mallorquín; una isla que en aquel tiempo constituía una encrucijada para las culturas del Mediterráneo. «El congreso ha sido para eso, para destacar la parte mallorquina que tiene Llull, es allí donde está su tumba y donde transcurrió gran parte de su vida», cuenta el creador acerca de este viajero medieval que recorrió Alemania, Francia, Italia, Oriente Medio, Asia Menor y el Magreb.

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«En una conferencia del congreso, un italiano, experto en Llull, concluía en que no hemos cambiado nada. Comparó aquella época medieval con esta; con los ataques terroristas de París, y habló de la lucha que tuvo Llull para conciliarse con el mundo árabe y mejorar la comunicación con los infieles. Pensé: no hemos cambiado nada, seguimos con los mismos problemas de comunicación, de falta de respeto al otro y con un choque de culturas. En eso fue un visionario», resalta Dámaso.

SIMBOLISMO Y MAGIA. La exposición Luz de Llull quedó completamente integrada en la Iglesia, pero Dámaso se cuidó muy mucho de contagiarse de la relevancia otorgada al papel evangelizador del pensador mallorquín. Un aspecto muy destacado por el catolicismo para intentar eclipsar otras cualidades del teólogo; como sus facetas de cabalista y de alquimista.

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«La iglesia, con el congreso, ha querido llevar a Ramon Llull a su terreno, y quitarle quizás su tono esotérico y de alquimista, que es el que me interesa a mí. Ahí no hice concesiones», señala el artista que empezó a fraguar este proyecto hace casi 15 años, cuando vio una exposición sobre la huella del pensador en Palma de Mallorca.

«Lo que más me ha llegado de Ramón Llull es la parte esotérica, cósmica y fantasiosa de los libros poéticos. Sin lugar a dudas, la parte religiosa también, porque estoy en un momento de enfermedad y espiritualidad, pero no ha sido la clave», comenta.

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Por ello, en sus composiciones, Dámaso incluye imágenes de corte surrealista y simbólico. Así sucede en las pinturas y esculturas protagonizadas por la cabeza de un caballo, en alusión a la leyenda que cuenta que el joven Llull entró galopando a la iglesia de Santa Eulalia siguiendo a una mujer de la que estaba enamorado y que ella, para librarse de él, le mostró sus pechos cancerados.

Otros elementos que aparecen en estas obras son animales o uvas. «Cuando vinieron los mallorquines a Canarias no había viñas. Las introdujeron ellos en las Islas. Esta es una obra llena de guiños simbolistas», explica Dámaso.

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En todo caso, a pesar de que sus dibujos en especial, los retratos tienen un tono clásico, el artista ha querido traer al teólogo medieval hasta nuestros días. «No quería ser un copista y quería imponer mi criterio. Esta serie la he hecho desde la modernidad e incluyo un mundo simbólico para representar el elemento esotérico de Llull», abunda sobre su interpretación de una figura que le ha marcado mucho.

«Después de Lorca, Tomás Morales y Pessoa, es el personaje que más me ha interesado. Ni aún el Libro del desasosiego, de Pessoa, ha tenido tanto poder literario como el Llibre d’amic e amat, un libro que él escribió para Dios», explica el creador canario que se imagina a Llull luchando contra un mundo lleno de oscuridad y muerte a través de sus textos escritos en árabe, mallorquín y latín.

El encuentro de Llull y Dámaso guarda mucho misterio. De hecho, en la década de los 70, César Manrique le regaló un collage con una imagen de su visita a las ruinas del convento franciscano de San Buenaventura en Betancuria, justo el lugar donde aparecieron los manuscritos lulianos de Fuerteventura.

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