Adiós al Nobel isleño
José Saramago ya no está entre los seres mortales. El Nobel de Literatura de 1998 falleció poco después del mediodía de ayer, confortado por su familia, en el hogar de Tías. Un fallo multiorgánico pudo con su vida, rematando las secuelas de una leucemia.
En versión de Javier Pérez, cuñado del escritor portugués, Saramago se fue en «una muerte digna». Fue el desenlace a varias semanas previas afectado por una larga enfermedad. «Llevaba cuatro meses mal», situación que se acrecentó de últimas. En junio, incluso, abandonó los paseos por los alrededores de la casa. Así, hasta la noche del jueves, cuando ya se vislumbraban malos presagios. Ayer, no obstante, se levantó bien y desayunó en compañía. Sin embargo, al poco «tuvo un mareo», pidiendo ser portado a la cama. Eran las 10.00 horas y ya se temía lo peor. Los médicos ratificaron el pesimismo, tras hacer pruebas que corroboraron que el último adiós era inminente. Al ilustre vecino de Tías se le administraron calmantes para mitigar el dolor. En este estado, según se recoge en un escueto comunicado de la Fundación José Saramago, «el escritor murió acompañado de su familia, despidiéndose de una forma serena y plácida».
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Previamente, el único Nobel de Literatura en lengua portuguesa pasó una noche apacible, permitiendo cierto descanso a su esposa, Pilar del Río. Afectada pero entera, bien entrada la tarde accedió la compañera de Saramago al salón principal de la biblioteca donde se mostraban los restos. Entró en compañía de la práctica totalidad de los concejales del gobierno de Tías, comandados por el alcalde, José Juan Cruz Saavedra. En el séquito también estaba el alcalde de Haría, José Torres Stinga. A todos ellos, que esperaron en la calle por la familia, agradeció Pilar del Río las muestras de condolencia recibidas, consideración que también hizo con amigos de la familia, caso de Nieves Rosa Hernández, del colectivo Mararía; Ildefonso Aguilar, pintor; o el presidente de la Fundación César Manrique (FCM), José Juan Ramírez, quien previamente estuvo en la casa.
Saramago murió cuando contaba con 87 años de edad. Una quinta parte de su vida transcurrió en Lanzarote, tras afincarse como un vecino más en el pueblo sureño de Tías, en un casa con jardín de la calle Los Topes.
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