De lo popular a lo institucional

En estos 35 años se han inaugurado auditorios, teatros y salas dependientes de las instituciones públicas, han nacido varios festivales y también han desaparecido otros. Ha cambiado la forma de consumir cultura y se ha impuesto el modelo de ‘fundación’ para evita el escrutinio del dinero público.

Jueves, 16 de julio 2020, 07:55

La presentación del último libro de Juan Rodríguez Doreste, Ensayo de biografía de Juan Carló, un volumen de 129 páginas editado por la Caja Insular de Ahorros y que costaba 300 pesetas el ejemplar, fue la noticia destacada en la sección de cultura en el primer número de CANARIAS7. Georgie Dann actuaba en Jinámar esa noche, pero no era la única distracción. Había cines por doquier y las asociaciones de vecinos impulsaban grupos de teatro, escalas en hi-fi para las fiestas del barrio o sesiones de lectura.

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El «progreso» llegó a Canarias en forma de dinero para obras e ideas para institucionalizar la cultura. En los 80 eclosionó el boom de los recintos culturales en España y de la creación de orquestas. Aquí no fuimos menos. Solo en la capital grancanaria nacieron el CAAM, el Auditorio Alfredo Kraus o el teatro Cuyás. Hemos visto crear y morir festivales. El de Jazz, que este año cumple 26 años, el Festival de Música de Canarias o el festival de ópera y el de zarzuela -este último con menos fortuna, el Encuentro Teatral 3 Continentes, el Festival de Cine o el de Teatro, Danza y Música -que empezó en otoño y se cambió al verano, o MasDanza han logrado mantenerse a flote. No así el Womad, cuya primera edición se celebró en 1993 y al que despedimos en 2012 -¿para siempre?–, el Eólica o el Atlántica.

Por Canarias han pasado infinidad de figuras internacionales, ya sea de la música popular o culta, pero siempre con una importante aportación de dinero público. Se pusieron de moda los grandes eventos gratuitos, un hábito que trató de corregirse con la llegada de la crisis, pero lo único que se consiguió fue que grandes conciertos se estrellaran en la taquilla. Hemos asistido al nacimiento y muerte de los multicines, y al auge y caída de varias batutas al frente de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria o a la creación y extinción del Ballet de Gran Canaria.

La cultura se convirtió en estos años en terreno de disputa política y, al calor de las elecciones, se han inaugurado teatros, museos y salas a lo largo y ancho del archipiélago. También hemos encargado varios planes culturales –en 1986 celebramos el primer Congreso de la Cultura Canaria– y en eso seguimos, haciendo más consultas y más planes que, al menos hasta ahora, siempre se quedan obsoletos antes de ponerse en marcha. Hemos visto nacer la Filmoteca Canaria (1984) y asistimos a la creación de premios institucionales para reconocer a los artistas o escritores ilustres de las Islas -en masculino generalmente- y reivindicaciones de que faltaba este o aquel al que dedicarle un auditorio, un concurso, un museo o una fundación.

En 35 años ha cambiado la cultura porque ya no se crea de abajo a arriba, sino de arriba abajo.

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