Las cabras de costa devoran Campo Viejo

Un día sí y otro también, los animales sueltos entran en la finca de Pepe Brito y rompen las vallas que rodean los frutales, sobre todo higueras, devorando hasta donde alcanzan. «Ni el Cabildo, ni Betancuria atajan el problema del ganado de costa por ser tradición»

Martes, 21 de julio 2020, 21:10

«Míralo, míralo, todo listo, todo comido. Lo único verde es donde no alcanzan las cabras». Pepe Brito Ojeda pasa la mano por las ramas de la higuera enseñando los daños que el ganado suelto produce, casi a diario, en su finca de Campo Viejo, en el municipio de Betancuria, que linda con el mancomún. De casi un centenar de higueras que crecían, apenas queda una decena «entre lo poco que llueve y las cabras de costa».

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No sólo son higueras: durazneros, almendreros, parras y hasta tuneras, el ganado suelto arrasa con los árboles frutales que «ni mi padre, que nació en 1932, los plantó». Y es que la finca de Campo Viejo, que linda por la carretera de la playa del Valle por un lado y con los filos de Gran Barranco por el otro, la compró su tatarabuelo en 1860 cuando volvió de Argentina con el dinero que ahorró trabajando «de día y de noche también».

Esos arbolitos, muchos centenarios, son los que devoran las cabras de costa «con marcas, dueño y chapas en la oreja. Todos sabemos quiénes son. El problema es que, para los ganaderos, toda la isla es costa y no sólo el mancomún. Como es una tradición tener las cabras sueltas, son intocables». No todo es ganado de costa, denuncia Pepe Brito (Llanos de la Concepción, 1962), «muchas son cabras mansas, pero él calcula que el 90% viene del mancomún»

Este hombre tiene vallados sus frutales, «pero no sirve de casi nada porque las cabras rompen la malla tarde o temprano y les botan las pezuñas arriba y bajan las ramas para comérselas». Pueden aparecer a cualquier hora, aunque tiene comprobado que, del mediodía por la tarde, cuando hay más calor, bajan hasta las gavias a por higueras, durazneros y lo que encuentren.

Allá arriba, y señala las cadenas de piedra de la Suerte de Mijan, «estaba lleno de tuneras de punta a punta y ahora no crece nada. Y mira, en aquel filo, también teníamos tuneras y lo dejaron limpio».

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El delantero

Lo único que las cabras de costa han dejado crecer son los guayaberos y los naranjeros. «Es lo único que se guarece del ganado suelto, digo yo que porque el ácido de las hojas no les gusta». Camino del duraznero que sólo se adivina por las tres ramas verdes de la parte superior, Pepe Brito enseña la vereda «que las cabras tienen hecho como si la gavia fuera de ellas».

Hasta mediados del siglo XX, se acuerda Brito, existía por lo menos la figura del delantero que, el mismo define, «es el que iba delante del ganado y a diario controlaba que no se salieran de la zona de costa». Desde entonces, la lucha contra el ganado suelto se ha eternizado «sin que nos ayude nadie: ni el Cabildo, ni el Ayuntamiento de Betancuria. Y es que el ganadero tiene que es muy llorón y todos le hacen caso frente a nosotros».

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