Borrar
HIGINIA GARAY
¿Y si los antibióticos dejaran de curar?

¿Y si los antibióticos dejaran de curar?

En el mundo microscópico se libra una batalla invisible: la bacterias han desarrollado 'poderes' frente a los fármacos que las mataban debido a su uso masivo; tanto que amenazan con la próxima pantemia

Domingo, 20 de junio 2021, 23:10

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

No hay enemigo pequeño, se dice. Tanto que hasta en el mundo microscópico se libran arduas batallas invisibles al ojo humano. Eso sí; podremos no verlas, pero sí padecerlas. Es lo que sucede de un tiempo a esta parte con el escuadrón de bacterias infecciosas que están mutando para desarrollar lo que se podría entender como un 'superpoder' que les permite burlar la acción de los antibióticos. Esos son la principal solución que existe para combatir la multitud de infecciones que pueden provocar estos patógenos.

De continuar el progreso de esta suerte de resistencia en la sombra, se estima que en 20 años tome tanto terreno como para causar más muertes que el cáncer. ¿Se imaginaría volver al mundo previo al descubrimiento de la penicilina? ¿Adaptarse a un entorno con un retroceso de más de siglo y medio de lucha contra las enfermedades? No sería descabellado: la amenaza de volver a registrar muertes por infecciones que no pueden ser combatidas de ningún modo es real. Esta no se ha mostrado en toda su magnitud, pero sí empieza a causar bajas significativas.

Por ahora, las que están relacionadas con la 'resistencia bacteriana', tal y como se denomina oficialmente a este problema de salud pública, superan las 2.000 cada mes de media en un año. Según el último registro oficial de 2019, se estima que este tipo de bacterias infectaron a 220.000 ciudadanos españoles. De todos ellos, pasados 30 días, 26.000 habían fallecido con esas superbacterias presentes y activas en sus organismos. Al tratarse de personas muy debilitadas por otras enfermedades en su mayoría, es difícil delimitar si murieron exclusivamente por la bacteria o con la bacteria.

Esta cifra solo corresponde a España, pero es el problema es de escala mundial. No en vano los especialistas en la materia no dudan en considerar que, de no intervenir y revertir la situación, será la próxima pandemia global que tocará combatir.

«Antes de exigir un antibiótico al médico, el paciente debería pensar en el impoacto que tiene en su entorno si realmente no era el tratamiento más adecuado para su dolencia»

Julio garcía | microbiología hospital la paz

La pasada semana, la Sociedad Española de Enfermedades Infecciones y Microbiología Clínica (SEIMC) celebró su congreso anual y dedicó buena parte de sus debates a analizar la situación y, sobre todo, las soluciones. «De hacerse un seguimiento diario en los medios de comunicación la gente se alarmaría: al ser un goteo constante, no es percibida como una amenaza, pero la situación es crítica», valora Julio García, portavoz de la citada organización médica y jefe de Microbiología del Hospital La Paz de Madrid.

Visto el escenario, cabe preguntarse por el enemigo. Conocerlo debería ser la única forma de combatirlo. ¿Estamos hablando de cualquier bacteria? ¿Debemos temer a algunas concretas? ¿Cómo es posible que hayan desarrollado resistencia a esos antibióticos que las aniquilaban a la primera dosis que tomara un paciente? El mundo de la microbiología es tan apasionante como extenso y complejo. Pero, en esencia, las leyes de la Naturaleza por las que se rigen estos diminutos seres bien se parecen a las del resto de sus vecinos de planeta.

La teoría de la evolución de Darwin, y cómo los organismos son capaces de mutar y desarrollar nuevas capacidades para sobrevivir a amenazas externas, está en la base del desarrollo de nuevas armas por parte de estos 'seres'. Los farmacéuticos Raquel Carnero y Luis Marcos acaban de publicar un libro ilustrado titulado 'Antibióticos versus bacterias, de la resistencia al contraataque' (Larousse) en el que explican cuáles son estos mecanismos biológicos y, ante todo, aclaran que «la resistencia está en su propia naturaleza, es algo inherente a su forma de supervivencia».

De hecho ponen ejemplos en los que se han podido investigar bacterias con poder antibiótico sin haber estado nunca en contacto con ellos previamente. Sencillamente, también aprenden a combatir contra sus rivales y esto les da herramientas en otros escenarios. «La historia de las resistencias siempre ha seguido el mismo patrón y a los pocos años de aparecer nuevos antibióticos han surgido las resistencias correspondientes», recuerdan los citados especialistas.

Además, la capacidad innata de su biología no ayuda: «Una vez que las bacterias tienen genes de resistencia –prosiguen– que los pueden transmitir a sus hijas, clones idénticos (...). Además, esta capacidad de resistir a los efectos de los antibióticos se suelen descubrir demasiado tarde, cuando ya se hallan extendidos en varias regiones del mundo y por varias especies microbianas».

«El ámbito de la medicina familiar es uno de los más importantes para intervenir; hace falta formación y medios y también un cambio de mentalidad»

Carlos llor | semfyc

El problema real al que asistimos, tal y como exponen todos los especialistas, es que el crecimiento de habilidades es exponencial debido sobre todo al uso masivo de los antibióticos. Tanto en medicina, como en el sector agroalimentario. Cuanto más se han tenido que enfrentar a ellos, más recursos han desarrollado, creándose así un bucle que hace peligrar la eficacia de los fármacos existentes.

En esta batalla tiene algo que decir desde el ciudadano de a pie hasta los organismos internacionales, pero sobre todo el sistema sanitario. En el primer escalón, los ciudadanos «deberían pensar dos veces antes de exigir un antibiótico qué consecuencias puede tener este gesto, porque de no ser necesario, o el adecuado, tiene repercusión en su entorno», explica el microbiólogo del hospital de La Paz, mientras recuerda que el enfoque de la salud futura es global porque «todo está conectado»: humanos, animales, medio. «El uso del antibiótico tiene un impacto tremendo en el entorno. Hay estudios que demuestran, por ejemplo, que cuando un miembro de la familia los toma, se ve alterada la microbiota del resto de convivientes», apunta Julio García.

La población, está constatado, necesita más información. Pero los médicos y otros facultativos implicados también requieren de más formación y más medios. Carlos Llor, experto en la materia, miembro del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), destaca el ámbito de la medicina familiar como uno de los más importantes a la hora de tomar en cuenta para que la prescripción de medicamentos se haga de forma más racional. Además de un «cambio de mentalidad», deben tener estar dotados de la tecnología que permite atinar con la medicación estrictamente necesaria: no todos los antibióticos combaten los mismos microorganismos con la misma eficacia; y cuanto más específicos sean, es decir, para un solo tipo de bacteria, menos posibilidades hay de que la resistencia sea desarrollada por un grupo amplio de las mismas. «Hoy en día incluso se sabe que no todas las infecciones se curan con antibióticos», vindica García, quien recuerda que afortunadamente en este ámbito «se ha mejorado mucho».

Los hospitales y los geriátricos son el escenario donde más crecen y más daño pueden hacer estas superbacterias debido al uso -a veces «abuso»- de estos fármacos. En estos lugares es, además, donde más daño pueden hacer porque en ellos conviven personas ya debilitadas por otras enfermedades. «Pero la línea entre el hospital y el resto de los ámbitos de la vida es cada vez más difusa», advierte el doctor García, por lo que la resistencia se extiende hacia otros ámbitos menos obvios.

Como ejemplo, García pone la incidencia que experimentó Holanda hace unos años con el augen de una enfermedad muy peligrosa sin motivo aparente. Al cabo de un tiempo se descubrió que un antibiótico, (en este caso un antifúngico) usado en las grandes explotaciones de tulipanes había entrenado al hongo causante de la enfermedad para burlar al medicamento. La responsabilidad, al final, es global y compartida.

La tuberculosis, en el punto de mira

La resistencia microbiana tiene un efecto directo claro: la imposibilidad de curar enfermedades. Además de la septicemia (infección bacteriana en la sangre que llega a ser mortal), la tuberculosis está en la punta de lanza de esta realidad. La OMS publica desde 2018 el listado de las bacterias más resistentes, pero entre ellas no incluye el bacilo de la citadas enfermedad. Su burla al tratamiento tradicional ha ido en aumento en los últimos años hasta el punto de ser objeto de una estrategia de combate específica. Solo en 2018, el número de casos nuevos de tuberculosis fue de 10 millones, de los cuales 1,5 fallecieron. Se calcula que una cuarta parte de la población mundial tiene la enfermedad en modo latente.

Más claves

  • Escuadrón ESKAPE. Las bacterias multirresistentes más temidas están identificadas y han sido agrupadas bajo la nomenclatura de ESKAPE, palabra nacida en 2008 y compuesta con las iniciales de: Enterococcus faecium, Staphilococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter spp.

  • Va por barrios... y países. La SEIMC elabora un registro de bacterias multirresistentes, que son distintas, no ya por provincias, sino por barrios. La resistencia bacteriana también varía por países. En nuestro entorno, Grecia está en una situación «alarmante»; seguido por Italia o Portugal, mientras en España es intermedia.

  • Faltan nuevos antibióticos. Los expertos reclaman la creación de nuevos antibióticos, mientras ven que «industria invierte cada vez menos en ellos porque son poco rentables», reclama desde la SEIMC Julio García, quien recuerda que a los 5 o 6 años pierde eficacia. Además, advierte, «en cuanto sale uno nuevo queremos que no se use mucho para no desgastar su potencia».

  • Sector agroalimentario. La responsabilidad en el uso de los antibióticos es compartida con ámbitos como el agroalimentario. En Europa se ha restringido mucho su uso, pero aún 45 países lo usaban para engorde de ganado en 2019, según The World Organization for Animal Health.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios