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BEA CRESPO
Lo que el covid ha 'destapado'

Lo que el covid ha 'destapado'

No lo queríamos ver, pero nuestra sociedad ya tenía unas cuantas vías de agua

Martes, 4 de mayo 2021

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El coronavirus ha sido como una gran caída de telón que ha destapado las bambalinas, para lo bueno y para lo malo». Así lo advierte Daniel Bernabé, periodista, en su última obra, 'Ya estábamos al final de algo' (editorial Bruguera). Y no habla del amor en pareja –es vox pópuli que la pandemia se ha saldado con muchas rupturas–, sino de la sociedad. A nivel comunitario, lo mismo que en el plano romántico, el covid ha destapado y subrayado fracasos con los que ya convivíamos pero que pasábamos por alto. «No podemos tomar el coronavirus como una coartada para culparle de todo», asevera. Las fisuras ya estaban ahí de antes y esta crisis sólo las ha mostrado en todo su esplendor. Estas son algunas de ellas, sobre las que deberíamos reflexionar y aprender, tal y como aconseja Bernabé.

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    Las amenazas globales no son ciencia ficción

«El primer confinamiento, prácticamente mundial, dejó vacías las zonas más emblemáticas de las grandes ciudades. Como si la humanidad hubiera desaparecido», recuerda el periodista. En esos momentos, y quizá por primera vez, mucha gente se dio cuenta de que, esencialmente, todos estábamos en el mismo barco (o en uno parecido): un chino y un español, un rico y un pobre, una persona de derechas y una de izquierdas, un fanático religioso y un ateo... Todos veíamos la vida desde nuestras ventanas sin poder hacer nada más que esperar. «Este acontecimiento nos devolvía la idea de universalidad, de que formamos parte de una comunidad internacional donde la colaboración contra las amenazas es indispensable», destaca. Así que la pandemia destapó algo que ya se venía diciendo, aunque a veces nos sonase a cuentos de ciencia ficción: las amenazas globales no son rumorología y, como especie, estamos condenados a cooperar.

  1. 2.

    Menospreciábamos el medio rural

Hace décadas, se produjo una migración masiva del campo a la ciudad.Muchos pueblos desaparecieron, otros sobreviven como lugar de vacaciones de los retornados... Antes del covid ya se venía alertando de la España vaciada, de cómo estaba desapareciendo una forma de vida, con todo lo que ello implica. Pero todos mirábamos para otro lado. ¿Qué íbamos a hacer?

Con el estallido de la pandemia, quien pudo se marchó al pueblo (menos densidad de población, menos riesgo de contagio). Estos lugares olvidados recobraron protagonismo. Y algunos pensaron lo mismo que los agobiados hobbits en 'El Señor de los Anillos': «Nunca debimos salir de la comarca». «El mundo rural es a menudo una construcción idealizada desde el mundo urbano acomodado. Sin embargo, creo que la pandemia a este respecto nos explicó tres cosas: que existe una España llenísima donde las periferias de las grandes ciudades han salido perjudicadas, por los enormes tiempos que se emplean en acceder al centro de trabajo; que el espacio es también calidad de vida, con casas que solo valen para pernoctar, y que existen unas enormes disparidades territoriales entre las llamadas ciudades globales y el resto del país», apunta Bernabé.

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    La brecha social

«La clase social, que nunca había desaparecido, a pesar de que así se nos había insistido desde el dogma neoliberal, es lo que ha decidido aspectos esenciales para nuestra vida en todo este año y medio de pandemia compartida», subraya el autor de 'Ya estábamos al final de algo'. Se ha comprobado que quienes tenían una vivienda mejor y más amplia lo pasaban mejor, que los que tenían un empleo precario lo perdían y que tener dinero, si bien no inmuniza contra el virus, sí que ayuda a pasar la pandemia en mejores condiciones. Por ejemplo, se ha hecho muy evidente, con el teletrabajo y la necesidad de teleeducar a los peques en los tiempos más duros de la crisis, que se necesita en el hogar un equipamiento tecnológico que no todos podían permitirse. Esto no era nada nuevo, pero el covid lo reveló como una dura realidad. Las brechas, sí, se han hecho más profundas. No sólo las sociales, también las económicas y las de género (algunos avances en igualdad han quedado bloqueados por esta crisis).

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    Precariedad laboral

«La precariedad laboral no es como el coronavirus o como una tormenta, un hecho natural que sucede escapando a nuestro control. Es la decisión arbitraria de los propietarios para maximizar su beneficio sin invertir capital», apunta Bernabé. A su juicio, las reformas laborales de los últimos años ya preparaban el terreno a lo que se ha hecho evidente ahora con la pandemia: que mucha gente estaba (está) en la cuerda floja laboral y vive al día. Los ERTES y las dificultades de los autónomos para afrontar la crisis mostraron que el modelo distaba de ser perfecto.

Una enseñanza muy dolorosa: la soledad de los mayores

La soledad de los mayores ya existía, claro, pero la hemos visto ahora con más crudeza. Muchos han tenido que ser ayudados por vecinos, otros han enfermado y han muerto solos en sus casas, en las residencias los contagios estaban a la orden del día... «Siempre nos deberá pesar que la generación que levantó la España de la posguerra haya sufrido en su vejez una pandemia en la que les fallamos, y esto por desgracia es innegable. Las residencias no pueden ser un sector abierto a la especulación donde los fondos de capital riesgo hagan negocio: el riesgo, como hemos visto, suele pasar del capital a las personas», lamentaBernabé, quien, pese a esta dura reflexión, quiere dejar claro que, el covid, además de destapar fisuras en la sociedad, también lleva en el mismo 'pack' las soluciones: «Refuerzo de lo público y democracia activa».

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