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DANIEL CASTIÑEIRAS
Y tú, ¿con qué 'perfil covid' te identificas?

Y tú, ¿con qué 'perfil covid' te identificas?

Radiografía humana al final de la pandemia ·

Ante la inminente vacunación, la población, presa de la fatiga pandémica, muestra actitudes dispares

Viernes, 25 de diciembre 2020

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Después de meses en un limbo de incertidumbre, el arranque de las primeras vacunaciones contra el covid marca un hito en la pandemia: en teoría, el principio del fin. Una fase más en este año tan duro que ha puesto a prueba a diario nuestras reservas de esperanza. Pero ¿en qué condiciones hemos llegado hasta aquí? Psicólogos y psiquiatras lo resumen en una palabra: agotados.

Ahora mismo, una gran parte de la población sufre lo que se llama fatiga pandémica... aunque quizá no lo sepa. Es la consecuencia lógica de llevar mucho tiempo intentando mantener el tipo, con muchas inquietudes y miedos rebotando en nuestra cabeza. «Nueve de cada diez personas aseguran que la salud y la situación económica han sido los grandes temas de preocupación este año y han desplazado a un segundo plano cuestiones que antes estaban en los primeros puestos, como el paro, la política o la corrupción. Y han descubierto la importancia de lo emocional para el bienestar», afirma Antonio Guzman, director de Promoción de Salud de Fundación Mapfre y coordinador de un informe sobre la percepción de la salud en la pandemia y sobre el cambio de hábitos.

Según el dossier, nos vemos mal. Estamos de bajón. Un 22% de la población cree que físicamente se encuentra peor que antes –por el aumento de peso, menor ejercicio– y mucho más fatigado. Además, el 25% considera que salió del confinamiento maltrecho mentalmente. Con la 'nueva normalidad', paradójicamente, «hubo una 'liberación' física, pero emocionalmente creció la incertidumbre, así que el porcentaje de gente asustada e insegura creció de un 28 a un 34% cuando se levantaron las restricciones más duras», afirma Guzman. Un sube y baja de emociones agotador.

¿Cómo está ahora mismo la 'fauna pandémica', con la vacuna ya aquí? Estos son los principales tipos humanos, vistos con humor y lucidez, que gestionan su cansancio de manera diferente y que, dentro de su falta de energía, escoran hacia una conducta u otra.

DANIEL CASTIÑEIRAS

  1. El optimista

Este tipo humano cree que para Semana Santa ya estaremos todos de discotecas, sin mascarilla y dándonos besos. ¿No está la vacuna ya aquí? Pues eso. «Todos hemos necesitado una cierta dosis de optimismo para sobrellevar la pandemia. El optimista normal piensa en las próximas vacaciones de verano. El optimista prémium piensa en la Semana Santa o incluso el Carnaval. El optimista 'hardcore' también cree que la gestión de la vacuna no se convertirá en otra excusa para la confrontación partidista más bochornosa, o que cuando todo termine nuestros representantes electos harán un balance sereno y riguroso sobre el papel que han jugado las administraciones públicas», argumenta Alejandro Romero Reche, sociólogo de la Universidad de Granada, autor de varios libros y maestro de la ironía.

  1. El justiciero

Ay, este ve que se le va a acabar en unos meses su labor de 'control'. Ya no podrá vigilar si el vecino cumple las normas, así que está pensando en 'reinventarse'. Ahora mismo –esta gente trabaja con mucha anticipación– ya está buscando 'culpables' a los que 'denunciar' cuando todo esto acabe: la OMS, China, la asociación de tenderos de Wuhan, el ministro de Sanidad, el gabinete al completo de Pedro Sánchez, el PP, la UE, Trump... ¿Por qué el ser humano siempre busca alguien a quien pedir cuentas? «Nos quedamos más tranquilos si encontramos un culpable, aunque este no exista», lamenta Enrique García Huete, director de Quality Psicólogos y profesor de Psicología de la Salud en la Universidad Cisneros. A su juicio, a los políticos la gente les va a pedir explicaciones, sí. «Hemos visto más peleas que voluntad de servicio, muchas ganas de hundir al otro para lograr votos», recrimina.

  1. Antivacunas y recelosos

Llega la esperada vacuna. Un sueño que algunos todavía no se acaban de creer. Unos, por pura alegría y otros... ¿por llevar la contraria a la ciencia? Ahora que hay algo que inmuniza, hay gente que lo rechaza. O que lo mira de reojo. «No hay que confundir al antivacunas de pro con las personas que confían en las vacunas en general pero tienen dudas razonables sobre una vacuna que se ha desarrollado en un plazo comparativamente brevísimo. Si se explica correctamente por qué se puede confiar en la vacuna, la inmensa mayoría de estas personas lo harán. Por el contrario, si nos burlamos de ellas y de sus razones, estaremos haciendo un favor a la causa de los antivacunas, que en sentido estricto son minoritarios», puntualiza Romero Reche.

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  1. Conspiranoicos

Ufff, desde marzo están en su edad dorada. Y ahora siguen con fuerza, claro. «Cuando comprueben, y solo cuando comprueben, que la vacuna funciona y que no lleva microchips satánicos, concluirán sin la menor duda que todo es una trampa para que nos confiemos y, en la próxima pandemia, nos dejemos inocular otra vacuna que entonces sí que va a llevar chips satánicos. Vaya, que seguirán convencidos de que tienen razón pase lo que pase», bromea Romero Reche.

  1. 'Survivalistas' incipientes

«La pandemia, como toda situación de crisis, nos ha hecho conscientes de la tupida red de relaciones locales y globales de la que dependemos para sostener incluso los detalles más minúsculos de nuestro día a día. Ante la zozobra que ha supuesto ver cómo la propagación del virus amenazaba esa red, muchos nos hemos hecho autosuficientes como los 'survivalistas' americanos: podemos hacer nuestro propio pan siempre que esté abierto el Mercadona para comprar la harina y la levadura y haya suministro de electricidad para conectar la Thermomix. Con eso y la metralleta de airsoft, estamos totalmente preparados para el apocalipsis zombi», indica el sociólogo con ácido sentido del humor. Que sí, que por mucho que nos creamos que sabiendo hacer pan y teñirnos el pelo en casa podemos vivir en Alaska con un cuchillo para cazar y una piel para taparnos las vergüenzas, en realidad seguimos siendo dependientes. Algo menos, pero sin giros importantes. «La gente ha hecho estas cosas para sentirse autosuficiente, porque, cuanta más percepción de control se tiene, más equilibrados estamos», indica el psicólogo García Huete. Vamos, que era un 'arma' para tiempos de emergencia.

  1. El inmovilista temeroso

Este perfil humano de la fauna del covid es chocante... pero cierto. Se trata del individuo que, como todos, ha sufrido y ha tenido que cambiar sus hábitos con nervios, penas y agobios. Y ahora ya se ha acostumbrado a teletrabajar: ¡qué bien currar en chándal y poder poner unas lentejas entre videoconferencia y videoconferencia! Ha comprobado que el gimnasio no le hacía nada (de hecho, en casa ha descubierto una tabla de ejercicios que le va mejor), ha descubierto que comer en plato y no en 'tupper' te hace mejor persona... ¿Y ahora volver a lo de antes? Sí, es lo preferible, claro. Pero estas cosas... ¡cuánto las va a echar de menos! «Habrá un punto de inflexión muy fuerte, sí. Algunos, en este tiempo, han estado más en familia, lo que ha redundado o en más desencuentros o en el disfrute de los suyos. Y tocará volver a cambiar y verlos menos –advierte García Huete–. ¿Al final qué hará la gente? Muy fácil, no va a tener elección... ¡Lo que digan las empresas!».

DANIEL CASTIÑEIRAS
  1. Los nuevos zen

La pandemia ha cambiado los hábitos de todo el mundo. Nos ha hecho ver la vida de otra manera. Nos ha hecho parar en seco... ¿Hemos aprendido algo sobre el sentido de la vida, sobre lo verdaderamente importante? Hemos hecho mucho yoga, mucha meditación, hemos leído muchos libros y reportajes de autoayuda... «Sí, todos hemos intentado aumentar nuestra inteligencia emocional de alguna manera. ¡Deberían enseñarse técnicas en el colegio!», clama García Huete. Por su parte, el sociólogo Romero Reche considera que «gracias a las redes sociales, el confinamiento ha supuesto para muchos una suerte de retiro compartido: hemos sido monjas y monjes de clausura conectados por las pantallas, cada cual en su convento personal. Algunos incluso se han sumergido en un viaje interior al fondo de sí mismos retransmitido en riguroso directo, y han compartido con nosotros verdades trascendentes y su nueva actitud zen». ¿Cuál es el problema de este misticismo recien adquirido? «Que se verá puesto a prueba cuando vuelvan a salir a la calle y se encuentren con el primer atasco», apunta Romero Reche.

  1. El luchador

Todavía falta para que todo esto acabe, esa es la realidad. Pero hay quienes ya empiezan a ver que nadie va a salir de rositas. Y hay un perfil humano que sabe que, por mucha fatiga pandémica que tenga, va a tener que poner toda la carne en el asador para salir adelante. Quienes han perdido seres queridos, quienes han perdido el trabajo o han visto caer sus negocios. Según García Huete, va a venir lo que se llama ya 'la cuarta ola' de la pandemia, que no es otra cosa que las consecuencias psicológicas que nos va a dejar. «Antes de la pandemia se estimaba que, de 2020 a 2025, una de cada cuatro personas sufriría ansiedad y depresión. Pues ahora...», lamenta. Aun así, saldrá mucha gente 'luchadora' que tendrá que 'levantar' sus vidas. Según el psicólogo, se ve venir quiénes serán con poco margen de error: «Quienes hayan llevado mejor la pandemia saldrán fortalecidos y lucharán». Los debilitados necesitarán ayuda.

  1. El pesimista

Mucha gente tira en esta época del «pesimismo defensivo», según García Huete. Se ponen en lo peor y así todas las sorpresas serán agradables. Por eso estos días estaremos oyendo a gente que dice «ya veremos si la vacuna funciona», «esta pandemia es la primera de muchas de igual calibre o peores», «el virus muta y nos acabará matando a todos»... Ufff. «Ser profeta del apocalipsis es una forma de distinguirse como crítico y perspicaz entre la mayoría de ilusos que nos agarramos a un clavo ardiendo con tal de mantener la esperanza –concluye Romero Reche–. Por algo Dominic Cummings, el gurú del Brexit, manipuló su propio blog para hacer ver que había predicho la crisis del coronavirus en 2019. En todo caso, al pesimista de corazón hay que decirle que mire el lado luminoso de la vida: es perfectamente posible que se fundan los casquetes polares antes de que tenga tiempo de llegar la próxima pandemia».

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