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Mikel Casal
Cómo gestionar un divorcio

Cómo gestionar un divorcio

No existen consejos que sirvan para todas las parejas, pero sí algunas pautas útiles para sobrellevarlo, tanto legales como psicológicas

Lunes, 19 de octubre 2020, 23:03

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Darío y su mujer se divorciaron porque ella había perdido la ilusión. Para él fue una decisión durísima, pero lo aceptó como pudo por sus dos hijos, ahora bajo el régimen de custodia compartida. A pesar de que ya no viven juntos, ambos mantienen una relación cordial como padres, e incluso convivieron juntos durante el reciente confinamiento para evitar estar de un lado a otro.

Un caso muy distinto es el de Irene, que se divorció de su marido tras descubrir una infidelidad. Todavía hoy, cinco años más tarde, siguen en pleitos para repartirse los bienes que tenían en común. A Carmen también le fue infiel su esposo, pero ella le perdonó tras una larga separación y siguen juntos. Rocío, por su parte, pidió el divorcio a su expareja cuando su hija era todavía un bebé. Fue traumático y él, al no encajar bien la decisión, lleva años utilizando a la niña como un medio para hacerle daño.

En cuanto a Esther, mantuvo su matrimonio durante más de veinte años, incluso a pesar de sufrir maltrato, simplemente para que sus hijas no crecieran en un hogar roto. Mientras que Carlos se divorció de su mujer tras desvelarle que era homosexual.

Todos han atravesado una ruptura, pero sus historias son completamente diferentes. Por ello, a la hora de hablar sobre cómo gestionar un divorcio, no se puede generalizar. Sobrellevarlo mejor o peor depende de muchos aspectos (circunstancias personales y laborales, nivel económico, forma de ser, si se tienen hijos, si existe apoyo familiar, si ocurre después de una etapa conflictiva o si nos pilla por sorpresa…). Aún así, hay ciertas pautas que pueden resultar útiles, tanto a nivel psicológico como legal.

«Una ruptura implica un cambio muy profundo y no deseado en la vida de las personas. Incluso aquellos que promueven el divorcio lo hacen porque algo no ha salido como esperaban. Por lo tanto, supone un proceso de adaptación para ambas partes, aunque para unos se hace más fácil que para otros», explica el psicólogo clínico Miguel Hierro.

Para lograr esta adaptación aconseja, por ejemplo, ir tomando decisiones poco a poco, «sin prisa pero sin pausa», con el fin de volver a estabilizar nuestra vida cotidiana. «Esa estabilidad permite recuperar las perspectivas de futuro que se pierden con la separación», declara.

«Hablar de la ruptura ayuda a sobrellevar mejor el duelo, sobre todo si quien nos escucha es alguien que ha pasado por ello anteriormente»

También hablar de ello, en la medida que cada uno lo necesite, especialmente con amigos o conocidos que hayan pasado por lo mismo. «Al haberlo vivido en primera persona podrán entendernos mejor», señala Hierro, que también sugiere la ayuda profesional si se requiere un apoyo extra. Por otra parte, recomienda tomar las decisiones importantes cuando el enfado o la tristeza se hayan disipado un poco, pues en esos momentos de efervescencia emocional tendemos a tomar decisiones impulsivas y no siempre acertadas. Otras sugerencias son: descansar, alimentarse bien, hacer actividades que nos gustan y mantener, en lo posible, nuestra vida social. «En estas situaciones es más importante pensar qué me conviene hacer en lugar de qué me apetece hacer, aunque a veces cueste», expresa.

Si todo va bien, esta adaptación dura entre tres meses y un año, aproximadamente, pero los tiempos pueden variar dependiendo de las circunstancias y la sensibilidad personal de cada individuo. Uno de los aspectos que más influye es si se trata de un divorcio de mutuo acuerdo o de uno contencioso (sin acuerdo). «La primera opción es siempre la más deseable, tanto por el coste económico, de tiempo y, sobre todo, emocional. El divorcio contencioso judicializa el problema, lo alarga, lo enreda y lo convierte en algo doloroso para todos», expresa Delia Rodríguez, abogada de familia y socia directora de Vestalia Asociados, un despacho con sede en varias provincias de España, como Madrid, A Coruña o Málaga.

Los trámites se complican aún más si se trata de un matrimonio bajo el régimen económico de tipo ganancial (todos los bienes se comparten). Es uno de los tres que contempla el Código Civil español para la regulación económica en el matrimonio, que también incluye la participación en ganancias y la separación de bienes. El ganancial es el más común en España pero, como todos, tiene sus pros y sus contras. Por eso, Uxia de Andrés, abogada de familia del mismo gabinete, recomienda a toda pareja que vaya a casarse «consultar a un especialista antes del enlace para que les recomiende la opción que más les conviene».

Conflicto de lealtades

Otro factor determinante en el proceso de adaptación tras la ruptura es que haya, o no, hijos de por medio. «Si los hay, tardaremos más en recomponernos porque estaremos más preocupados de que ellos se adapten que de hacerlo nosotros mismos», indica Hierro. En estos supuestos, siempre que sea posible, el psicólogo invita a los progenitores a comunicar a sus hijos la decisión divorciarse al menos un par de semanas antes, para que sepan con tiempo que las cosas van a cambiar y podamos aclararles sus posibles dudas. «No hace falta hablar del tema si no quieren, pero debemos transmitirles confianza para que compartan sus inquietudes, escucharles siempre y responder con calma. Es esencial contarles la verdad, pero adaptada a su edad. Es decir, debemos diferenciar lo que los menores necesitan oír y lo que corresponde únicamente a la intimidad de la pareja», explica.

Asimismo, los niños motivan disputas entre los progenitores en relación a las custodias y el derecho de uso del domicilio familiar; pero si se llega a un acuerdo, para lo que puede ayudar un mediador cualificado, la transición será menos dramática. «Pocas verdades son más ciertas que aquello de 'más vale un mal acuerdo que un buen pleito», expresa Rodríguez. «El problema es que, comúnmente, los progenitores anteponen sus intereses personales o económicos a los de los propios hijos. De hecho, a veces los menores son manipulados e instrumentalizados de cara a procedimientos contenciosos de familia», añade.

«Es habitual que los padres judicialicen cuestiones cotidianas por no llegar a un acuerdo, como si sus hijos deberían hacer o no la comunión»

Esto suele motivar un conflicto de lealtades en los hijos, que se sienten presionados por sus progenitores por conseguir su afecto incondicional, llegando incluso a odiar a uno de ellos por la influencia negativa que ha recibido del otro. Es algo que hay que evitar por todos los medios porque, «en casos extremos, se dan verdaderas situaciones de maltrato infantil», subraya Rodríguez. «Lo más sano para ellos es que sus padres puedan hablar con normalidad pero, si no hay manera, al menos deberíamos promover que esté con ambos sin transmitirles nuestros rencores», dice Hierro.

Es más, una de las ventajas de la custodia compartida es que los niños no se vean privados de una de sus figuras de referencia. «Lo que se pretende es garantizar que ambos progenitores puedan participar en igualdad de condiciones en el desarrollo y crecimiento de sus hijos, además de facilitar la conciliación laboral y familiar de ambos padres, permitiendo las mismas oportunidades profesionales», aclara de Andrés. Cabe destacar que alterar lo mínimo posible las rutinas y costumbres de los hijos les ayuda a sobrellevar mejor los cambios que se producen en el hogar.

Sin embargo, la realidad es que coincidir en una opinión no es sencillo. «De ahí que sea muy habitual que los progenitores, incapaces de llegar a acuerdos, judicialicen cuestiones tan cotidianas como la decisión de cambio de colegio de un hijo, si hace o no la comunión o qué actividad extraescolar debe realizar», lamenta Rodríguez.

Si lo que preocupa es el dinero, la mediación también es una alternativa más económica. Un divorcio de mutuo acuerdo oscila entre los 800 y los 3.000 euros, aproximadamente; mientras que uno contencioso puede superar hasta los 12.000, o más, dependiendo del despacho de abados contratado y de la complejidad del caso.

Más consultas para solicitar el divorcio en el confinamiento

Aunque todavía no se manejan cifras concretas sobre el número de divorcios solicitados este año, la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA) declaró en mayo haber detectado un aumento de las consultas para divorciarse a raíz del confinamiento.

Desde Vestalia asociados destacan que «hay parejas que se han dado cuenta de que su relación estaba rota cuando se han visto conviviendo 24 horas juntos», pero dudan de si todas ellas llegarán a separarse pues «el debilitamiento de la economía de muchas familias, provocado por la pandemia, no ayuda a hacer frente a los gastos que conlleva el divorcio». Los problemas económicos han sido, precisamente, uno de los detonantes en algunas rupturas. Otros, las tensiones provocadas por la crisis sanitaria y las infidelidades descubiertas durante la cuarentena.

En cuanto a parejas ya divorciadas, en el estado de alarma también se han producido incumplimientos de los regímenes de custodia compartida, «conductas que podrían ser constitutivas de un delito de desobediencia a la autoridad», advierten las abogadas.

¿Hijos más proclives al divorcio?

Todas las personas tendemos a organizar nuestra vida igual que hemos visto hacerlo en nuestra casa. Por ejemplo, muchos niños eligen las profesiones de sus progenitores. Por eso, no es raro que los hijos de padres divorciados contemplen la separación con más facilidad cuando son adultos, porque ya saben lo que es una ruptura y lo ven como un recurso ante una relación conflictiva. Así lo confirman las estadísticas. Sin embargo, en muchos otros casos estos niños utilizan los errores de sus padres a su favor para no cometerlos ellos.

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