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Futuros que dan miedo: ¿nos seguirán gustando las distopías después de todo esto?

Futuros que dan miedo: ¿nos seguirán gustando las distopías después de todo esto?

Aunque el presente ya asusta bastante, todavía nos atraen las visiones terribles del porvenir que aporta la ficción: «Siempre reviven en época de crisis»

Domingo, 25 de abril 2021, 23:07

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Pocas cosas nos gustan más que un futuro chungo. En la ficción, claro, porque el último año nos ha enseñado que trasladar esos planteamientos a la vida real tiene bastante poca gracia. Nos apasiona ver lo mal que lo pasan los personajes de esas novelas, cómics, películas o series de televisión, sometidos a los códigos de una sociedad deshumanizada, o desbaratada, o con algún rasgo que nos parece terriblemente disfuncional. Y, sin embargo, hay que reconocer que a muchos nos llevó tiempo acostumbrarnos a la palabrita que engloba esas fórmulas narrativas, un término con mucha tradición pero que no hizo su entrada tardía en el diccionario de la Real Academia Española hasta el año pasado: se trata de distopías, es decir, «representaciones ficticias de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana», según han definido los académicos. Algo así como el reverso oscuro de las utopías, aunque aquí siempre hay que puntualizar que algunas propuestas utópicas dan tanto miedo y acongojan tanto como las visiones más pesimistas de nuestro porvenir.

Cuentan los estudiosos que el primero en hablar de distopía fue el filósofo, economista y político británico John Stuart Mill, allá por el último tercio del siglo XIX. El gran despegue del género se produjo entre los años 30 y 50 del siglo pasado, en un planeta sacudido por los totalitarismos: 'Un mundo feliz', de Aldous Huxley, se publicó en 1932; '1984', de George Orwell, salió en 1949, y 'Fahrenheit 451', de Ray Bradbury, lleva fecha de 1953. El cine abrazó apasionadamente las posibilidades de los relatos distópicos (desde la pionera 'Metropolis' hasta adaptaciones de origen literario como 'Blade Runner' o 'Los juegos del hambre') y, en los últimos años, la televisión ha obtenido con ellos éxitos resonantes: ahí están 'Black Mirror', 'El cuento de la criada' o 'The Walking Dead', aunque los más puristas prefieren deslindar lo distópico de lo postapocalíptico. De un tiempo a esta parte, las distopías escritas y filmadas se han vuelto omnipresentes: vivimos asomados a futuros pavorosos.

«La distopía siempre revive en épocas de crisis y, por tanto, de desconfianza hacia el futuro. Ahora mismo, esa desconfianza es casi abismal, con razones obvias (el cambio climático, el miedo a los avances tecnológicos, la sobreinformación sobre cualquier desgracia en cualquier lugar del mundo...) y también con cierta saña escéptica: sabemos que estamos explotando el mundo y creemos que merecemos castigo», reflexiona el escritor Ricard Ruiz Garzón, coordinador de la influyente antología 'Mañana todavía', que en su última novela –'Janowitz', escrita a cuatro manos junto a Salvador Macip– tira también por una ciencia ficción «algo distópica».

Si la distopía se alimenta de los miedos del presente, proyectándolos hacia un futuro que los maximiza, resulta evidente que las últimas dos décadas han sido campo abonado para este tipo de propuestas. Al fin y al cabo, estrenamos el siglo con unos aviones que se estrellaban contra unos rascacielos y, desde entonces, nos hemos acostumbrados a unos cuantos fenómenos de trasfondo inquietante: llevamos aparatitos que delatan nuestra ubicación (y que nos muestran anuncios de coches si, durante el paseo, nos hemos parado ante un concesionario), confiamos nuestros afectos y nuestros vínculos sociales a redes controladas por grandes empresas (para las que trabajamos gratis), creemos y propagamos noticias falsas que se han difundido de manera interesada, nos alineamos en bandos irreconciliables que a menudo tienen más que ver con lo emotivo que con la razón... Todo –desde la desconfianza ante los inmigrantes, hasta el éxito de Trump– parece tener un desagradable tono de profecía distópica que se va cumpliendo, molesta sensación que la pandemia ha terminado de redondear a base de muertos, cuarentenas, mascarillas, toques de queda y carnés de vacunación. ¿Tiene sentido consumir miedos de ficción en mitad del miedo real?

«En realidad, no se puede vivir en una distopía –puntualiza Ruiz Garzón–. La distopía siempre es futura, se basa en la idea de que el futuro será peor. Mientras creamos que aún será peor que ahora, habrá margen para la distopía; cuando no, ya será simplemente realismo social. Yo intuyo que crecerá lo apocalíptico y lo postapocalíptico y que, al mismo tiempo, habrá contrapropuestas que apuesten por la idea de un futuro mejor». Francisco Giménez Mateu, de la Universidad Jaume I, también cree que seguiremos consumiendo con ganas este tipo de ficción: «En todo caso, los planteamientos distópicos se volverán más aterradores. Si hasta ahora las distopías pretendían describir una realidad alternativa, comúnmente situada en un futuro más o menos lejano, ahora ese futuro nos toca, ya está aquí. Y eso es, precisamente, lo que lo hace más terrorífico. Al sentir una conexión más estrecha entre los relatos distópicos y la realidad, es posible que nos veamos ante la necesidad de seguir desplegando futuros alternativos aún más espantosos, quizá para que sirvan, al menos, de consuelo, como una válvula de escape: las cosas están mal, sí, pero aún podrían estar peor», propone.

Corporaciones y feudalismo

Giménez Mateu hace hincapié en cuánto se parecen algunos aspectos de aquellas distopías clásicas a nuestra realidad actual: por ejemplo, la vigilancia y la manipulación de la información en '1984', el uso de drogas para alejarse de la infelicidad («es decir, del sentimiento, de aquello que nos hace humanos») en 'Un mundo feliz' y la supresión organizada de la cultura en 'Fahrenheit 451'. Ruiz Garzón, por su parte, repara en el «lado de sombra» que presentan cuestiones tan candentes como los robots, la inteligencia artificial, la biotransformación y la realidad virtual, en las que se esperan grandes avances en los próximos años. «Les tengo respeto a las distopías totalitarias y económicas, pero las que más me asustan son las relacionadas con los afectos, las que nos llevan a un aislacionismo radical como el que hemos probado de forma 'light' en esta pandemia, las que más nos deshumanizan», comenta.

En un artículo publicado en 'The Conversation', las profesoras Shauna Shames y Amy Atchison han clasificado las distopías en tres grupos en función de su estructura política. En unas, un gobierno totalitario fiscaliza las vidas de los invididuos y limita sus libertades, con el 'Gran Hermano' y la 'policía del pensamiento' de Orwell como ejemplos más obvios, incorporados ya a nuestro léxico habitual. En otras, es la confluencia del poder político y económico lo que aliena a la población: ahí proponen como inesperado ejemplo la película 'Wall-E', donde el presidente de Estados Unidos está también al frente de la corporación que controla la economía. La tercera opción sería la del gobierno que se ha venido abajo, empujando a la humanidad hacia «un primitivo feudalismo» cuyos líderes obran con impunidad, al estilo de 'Mad Max'. De todas ellas se pueden encontrar correlatos más o menos exactos en el mundo real, y eso no hace más que apuntalar el interés por lo distópico.

«Necesitamos contarnos historias para hacernos mejores preguntas y encontrar verdades literarias que nos ayuden a construir el relato, a explicarnos mejor las grandes verdades que vaya encontrando la ciencia, a superar los traumas de una realidad que nos explota cada día en la cara –concluye Ricard Ruiz Garzón, en una reflexión extensible a lo audiovisual–. Honestamente, creo que hoy en día es muy poco realista leer o cultivar solo literatura realista. Así que tenemos géneros como el distópico para rato, y me atrevería a decir que por fortuna. A quienes no los leen por prejuicios hoy sin sentido, el mundo se les puede quedar muy pequeñito».

En las pantallas

La lotería de la lucha hasta la muerte
Los juegos del hambre

La lotería de la lucha hasta la muerte

La trilogía que la escritora estadounidense Suzanne Collins empezó a publicar en 2008 llevó lo distópico al mercado juvenil (donde sigue gozando de excelente salud) y supuso toda una llamada de atención sobre el auge del género. En un futuro postapocalíptico, se elige por sorteo todos los años a un chico y una chica de cada distrito para que el grupo combata a muerte en una batalla televisada. La serie de novelas ha dado lugar a cuatro películas.

Fanatismo religioso y mujeres esclavizadas
El cuento de la criada

Fanatismo religioso y mujeres esclavizadas

Estados Unidos ha pasado a llamarse Gilead tras un golpe de estado de fanáticos religiosos, que han limitado los derechos humanos, muy particularmente los de las mujeres. La polución y la radiación han dejado pocas mujeres fértiles, las 'criadas' esclavizadas por sus amos. La escritoria canadiense Margaret Atwood publicó la novela en 1985, en 1990 fue adaptada al cine, en 2000 se hizo una ópera y en 2017 arrancó la exitosísima serie de televisión.

Las implicaciones de la tecnología
Black Mirror

Las implicaciones de la tecnología

La serie británica, que comenzó a emitirse en 2011, se centra en las implicaciones más inquietantes de las nuevas tecnologías y retrata, en palabras de su creador, «la manera en que vivimos ahora mismo y la manera en que podemos vivir dentro de diez minutos si somos torpes». El 'espejo negro' del título es «el que encontramos en todas las paredes, en todas las mesas, en la palma de todas las manos: la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor, un 'smartphone'».

La fiesta anual de los delitos permitidos
The Purge

La fiesta anual de los delitos permitidos

En un futuro cercano, Estados Unidos es un país aparentemente pacífico, que ha erradicado las conductas antisociales, pero tras esa fachada de convivencia pacífica está La Purga, una fiesta anual que permite cometer cualquier tipo de delito durante un plazo de doce horas. La franquicia arrancó en 2013 y ha dado lugar a cuatro películas (el estreno de la quinta y última está previsto para el verano de este año) y una serie de televisión.

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