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La ilustración dedicada a Camela en 'Dame más gasolina'. Oro Jondo
Camela, El Fary, Chimo Bayo... ¿La música de gasolinera merece su mala fama?

Camela, El Fary, Chimo Bayo... ¿La música de gasolinera merece su mala fama?

Rebobinemos las casetes de la memoria para recordar a aquellos artistas que forjaron «la identidad y el imaginario de la cultura popular española»

Lunes, 3 de mayo 2021, 18:09

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En los 70 y los 80 no teníamos algoritmos que nos recomendasen las canciones ideales para cada ocasión, pero siempre podíamos recurrir a los expositores de casetes de las gasolineras. En aquellas vitrinas giratorias, algún misterioso selector establecía las fronteras de la música popular, que a menudo no tenían nada que ver con lo que elogiaba la crítica, ni tampoco con lo que sonaba en la radio y la tele. Podríamos decir que a través de las cintas de gasolinera se traza una historia alternativa de la música española, si no fuese porque, en realidad, lo alternativo es lo otro: estas eran las canciones que las familias escuchaban una y otra vez durante los largos viajes en utilitario por aquella España de pocas autopistas, las que se nos incrustaron en la memoria y configuraron algo parecido a una identidad nacional. Ahí están hoy artistas como Rosalía y C. Tangana reivindicando a Los Chunguitos y a Los Chichos, tras rebuscar en nuestro inconsciente colectivo.

«Aun estando asociada a lo chabacano, al mal gusto y a la falta de estilo y clase, esta es la música que ha forjado la identidad y el imaginario de la cultura popular española», resume el artista murciano Juan Sánchez Porta, que centra su proyecto Oro Jondo en visiones barrocas y recargadas de la cultura menos elitista. Como Oro Jondo ha firmado 'Dame más gasolina', un volumen recién publicado por Libros Cúpula en el que repasa, a través de palabras y obra plástica, más de un centenar de los cantantes que nos solíamos encontrar en aquellos surtidores de música. El recorrido abarca desde El Fary hasta Chimo Bayo, desde Marifé de Triana hasta Coyote Dax, desde Porrina de Badajoz hasta Rebeca.

¿Cuáles serían, a su juicio, los tres reyes? «La gasolinera es un olimpo en el que viven, o vivían, multitud de dioses. Elegir solo tres es complicado, pero, si he de hacerlo, me quedo con los siguientes. Camela, que marcaron un antes y un después como creadores de la tecno-rumba, el género rey de la música de gasolinera. Los Chichos, que con Los Chunguitos fueron los perpetuadores de la rumba vallecana, un estilo que coincidió con la Movida madrileña en espacio y tiempo: retratan en sus canciones algo mucho más real a nivel social que lo que aparecía en los medios, que querían implantar a toda costa una imagen vanguardista y moderna. Y, finalmente, Junco: su música mezcla la rumba vallecana con sintetizadores que te teletransportan al Miami de los 80. ¡Pura magia!».

Algunas de aquellas figuras tienen hoy el reconocimiento que siempre merecieron, pero otras han quedado ligadas para siempre a cierta idea de subdesarrollo, de serie B, de música que solo se puede defender desde el distanciamiento y la ironía. Juan Sánchez Porta rechaza ese enfoque un poco esnob («para mí, sinceridad e ironía van de la mano, no son contrapuestos») y no escatima elogios: «Bajo la etiqueta de música de gasolinera hay unas propuestas chulísimas, supergenuinas, con una mezcla de estilos increíbles. Por ejemplo, la versión de El Fary de la 'La falsa moneda' por tecno-copla, el remix dance de 'El parque de María Luisa' de Marujita Díaz o el repertorio de Rocío Jurado, que tiene canciones-joya». De 'la más grande' destaca además Juan su capacidad para tratar temas arriesgados «a través de exquisitas metáforas», como en su oda a la masturbación femenina 'Amores a solas'.

En este mundo de postureo, ¿qué nos enseña la música de gasolinera? «Que no hay que juzgar a nadie por sus gustos –concluye Juan–. El término 'música de gasolinera' se suele usar para desprestigiar con condescendencia a un artista o un género musical, o a su público, y eso es clasista. Hay que dejar de separar la cultura en alta o baja. El buen gusto es un constructo social para excluir a los que no han tenido acceso a determinada formación académica o determinado capital cultural».

Pasemos revista, entre la nostalgia y el redescubrimiento, a una docena larga de nombres representativos de este mundillo.

Camela: Dios salve a los reyes

¡Cómo no iban a aparecer! Los demás artistas de esta selección pueden ser más o menos contingentes, pero Camela son necesarios, imprescindibles en cualquier análisis de la música de gasolinera. El trío, ahora dúo, logró convertirse en fenómeno de masas sin apoyo discográfico ni mediático, a base de esfuerzo y estribillos incontestables. «Se han convertido en una leyenda viva», sentencia Juan Sánchez Porta.

Manolo Escobar: viva el vino, las mujeres y España

Es el patriarca siempre sonriente del «patriotismo verbenero» a través de hits coreables como 'Viva el vino y las mujeres', 'Y viva España' (compuesta, en realidad, por un belga), 'Mi carro' o 'Porompompero'. Había padres que no parecían escuchar otra cosa. «Lo petó descaradamente en los años 60, aunque en esa época irrumpía en España la música pop y yeyé», recuerda Juan Sánchez Porta.

El Príncipe Gitano: gueto y brillibrilli

Era el gran camaleón de la canción española, que lo mismo se adaptaba a la rumba o la música disco que osaba versionar el 'In The Ghetto' de Elvis en un desinhibido simulacro de inglés. «Tenía un carisma y una personalidad que hacían que el escenario se le quedase pequeño. Si a esto añadimos los trajes de chaqueta acampanados con detallitos de brillibrilli, ya tenemos la combinación perfecta».

El Fary: en el taxi y en el retrovisor

Triunfó tarde, pasados los 30, y eso le permitió dejar el taxi y los demás oficios con los que se financiaba las casetes que vendía en el Rastro. Su repertorio abarcaba desde 'El torito guapo' hasta 'La mandanga', la de «dame chocolate que me ponga bien», o el 'Apatrullando la ciudad' de 'Torrente'. Sánchez Porta recuerda que se llegó a comercializar el Carrofary, una figura para colgar del retrovisor.

Rocío Jurado: la artista todoterreno

Mereció el sobrenombre de 'La más grande' y es verdad que arrasaba tanto en la televisión nacional (la única que había) como en los expositores de gasolinera. Podía bordar la copla y el flamenco, pero también supo apostar por una modernidad a veces rompedora, que la acabó convirtiendo en «una figura muy representativa del feminismo, la libertad de la mujer y los derechos LGTB», elogia el autor.

Nino Bravo: el vozarrón mediterráneo

Su vozarrón portentoso y mediterráneo amenizó millones de viajes en coche antes de ser imitado millones de veces en los karaokes. Su muerte en accidente de tráfico en 1973, en una carretera de Cuenca, consternó al país, pero las casetes de sus canciones siguieron sonando sin descanso a lo largo de toda esa década y dejaron como herencia una generación llena de chicas llamadas Noelia.

Los Chichos y Los Chunguitos: ¿de quiénes era esta?

Ambos grupos se disputan la paternidad de la rumba vallecana y parecen condenados para siempre a que la gente atribuya a uno las canciones del otro. Aparecen seguidos en 'Dame más gasolina' y aquí vamos a juntarlos, sin más. Durante mucho tiempo estuvieron mal mirados, pese a himnos tan evidentes como 'Quiero ser libre' o 'Son ilusiones' (Chichos) y 'Dame veneno' o 'Me quedo contigo' (Chunguitos).

Junco: la marginada balada gitana

¿Había algún expositor de gasolinera sin cintas del Junco? Ricardo Gabarre Clavería es uno de los ídolos de la balada gitana, género inmensamente popular al margen de la industria: sus ventas de casetes (como las de Manzanita, Parrita o Chiquetete, sus colegas de estilo) fueron cuantiosas y no suelen reflejarse de manera justa en las historias de la música española.

Rumba Tres: limusinas y sujetadores

Pocos estilos provocan un efecto de euforia tan inmediato e intenso como la rumba catalana. Conjuntos como Los Amaya, Bordon 4 o Rumba Tres invitaban a dar palmas durante los viajes en coche. De estos últimos, dice Sánchez Porta: «Eran unos auténticos 'rockstar' que llegaban en limusina a sus conciertos, las fans les tiraban sujetadores y a punto estuvieron de quedarse en Miami».

Azuquita: ¡abran paso al rumbakalao!

La tecno-rumba es un universo donde uno puede perderse para el resto de su vida, con artistas como Tijeritas, Calaítos, Kayma, Chalay o Ríos de Gloria, pero antes de todo eso ya estaba Azuquita con su rumbakalao, una sabrosa e innovadora síntesis de géneros de gasolinera que puede dar muchas lecciones a fusiones más pedantes. Aparte de 'Rumbakalao', el tema, arrasó versionando al siguiente de la lista, Chimo Bayo.

Chimo Bayo: «¡Hu-ha!»

«De repente, un tío que parecía venido de un futuro distópico con ropa de 'motocross', gafas de sol con luces acopladas y una gorra con las iniciales en ruso de la URSS apareció rodeado de gogós y de humo al grito de '¡hu-ha!'», describe Juan Sánchez Porta. Joaquín Isidoro Bayo, el embajador de la 'ruta del bakalao' en nuestro mundo, representa la faceta más extrema de la música de gasolinera.

Sonia y Selena: a bailar toda la noche

Más allá de las casetes y de la transición al cedé, la música de gasolinera es una cultura que impregna nuestras canciones del verano. Y ahí hay que hablar de Sonia Madoc y Selena Leo. «Tú le dices a alguien 'dime una canción del verano' y, si esa persona es respetable, te dirá 'Yo quiero bailar'», resume Sánchez Porta, que defiende el hit del dúo como «la mejor de todas las canciones del verano».

María Jesús... y su acordeón, claro

En cierto modo, es una anomalía en esta selección, y en realidad ya lo era entonces, en los primeros 80, cuando arrasó con su versión de un tema (el 'baile del pato') compuesto por un suizo en los años 50. Ella lo transformó el 'El baile de los pajaritos' y su interpretación se volvió omnipresente. Todavía hoy hay mucha gente que puede reproducir sin mayor problema el preceptivo bailecito.

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