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Las patatas fritas están listas cuando 'callan' en la sartén... y otros trucos de la abuela

Las patatas fritas están listas cuando 'callan' en la sartén... y otros trucos de la abuela

Un repaso científico a costumbres arraigadas en nuestra cocina

Viernes, 10 de diciembre 2021, 17:59

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Aver, chiquilla, pega el oído a la sartén y dime: '¿Sisean las patatas?'. 'Sí'. '¿Ves si sueltan pompas?'. 'También'. 'Pues entonces no están. Déjalas un rato y cuando se callen, las sacas'». Así le explicaba la abuela Isabel a su nieta Elena, la pequeña pinche, sus trucos de cocina. «Pasaron años hasta que entendí la tremenda sabiduría de aquella manera de comunicarse con las patatas. Sucede que, al sumergirlas en aceite a una temperatura superior al punto de ebullición del agua, inmediatamente expulsan vapor, que se hace visible en forma de burbujas. Cuando estas desaparecen es mejor sacarlas de la sartén porque si no, el aceite entrará por capilaridad en los poros que antes ocupaba el agua, las patatas se impregnarán de aceite y se volverán difíciles de digerir, además de menos sanas». Elena Sanz, periodista especializada en ciencia, recoge estos y otros trucos de su abuela en 'La ciencia del chup chup' (Crítica), una revisión científica de la sabiduría popular entre fogones. Siguiendo con las patatas, «las nuevas se recogen en primavera, tienen menos almidón que las viejas, lo que implica que se mantienen enteras y densas aún después de haberlas cocido; resultan ideales para la ensaladilla rusa, para gratinar, para prepararlas fritas crujientes y para la tortilla. Las viejas se recolectan en otoño, tienen la piel gruesa y arrugada, su carne es amarillenta y como tienen más almidón son idóneas para guisos, cremas o purés y también para la tortilla».

Zanahorias para la vista

Sí, pero mejor cocidas que crudas. «Circula la leyenda de que las verduras, mejor crudas y enteras, pero la cocción consigue que algunas sean más nutritivas», advierte la especialista. Lo explica con dos ejemplos: zanahorias y espinacas. «Del betacaroteno que contienen las zanahorias y que les da fama de ser buenas para la vista, se absorbe solo un 3% si están crudas, un 6% si se cocinan y un 27% si se toman en puré. Y con las espinacas sucede que crudas están cargadas de oxalatos, unas sales ácidas que impiden la absorción del hierro y el calcio, de modo que si abusamos de ellas crudas podemos desarrollar anemia». ¿Y Popeye? «Las comía de lata, previamente cocidas».

Alcachofas mágicas

¿No ha notado que tras ingerir alcachofas el agua le sabe dulce? No es magia. «Las alcachofas contienen una curiosa molécula llamada cinarina, que se une a los receptores del dulzor y los bloquea temporalmente. Por eso, al beber agua tras comer alcachofas ese agua arrastra las cinarinas y, al liberarse de golpe los receptores del gusto, tenemos esa sensación falsa pero agradeble de dulzor».

Ensalada 'crujiente'

La abuela Isabel, cuenta la autora del libro, aliñaba siempre la ensalada en el momento de servir. Lo hace así mucha gente, pero ¿sabe por qué? «La sal hace que las verduras pierdan agua y la lechuga es en un 95% 'agua crujiente', de modo que si se aliña antes, se queda lacia y blanduza. Un truco para que la ensalada llegue 'crujiente' y turgente al plato es hidratar las hojas de lechuga entre 20 y 25 minutos en agua helada cuando lleguemos del mercado, y secarlas luego bien».

¿Por qué repite el ajo?

«Se debe a que contiene sustancias ricas en azufre como el disulfuro de dialilo que se liberan en masa al pasar por el aparato digestivo y exponerse a sus enzimas». Dos trucos de la abuela, de la abuela de Elena: «Para que no se complicaran las digestiones ella escaldaba los ajos tres veces en agua fría, es decir, echaba los dientes de ajo pelados en una cazuela con agua fría y la ponía al fuego, tiraba el agua cuando rompía a hervir y repetía la operación tres veces para eliminar así parte de esas sustancias sulfuradas». ¿Algún remedio contra el aliento a ajo? «Mascar hojas de hierbabuena, comer lechuga iceberg o una manzana, beber una taza de té verde...».

Carne, vuelta y vuelta...

La carne, ¿vuelta y vuelta? «Mi abuela se la daba cada 20 o 30 segundos. Cuando la carne se cocina a fuego fuerte, por ejemplo a 300 grados, las capas próximas a la superficie de la comida llegan rápidamente al punto de ebullición del agua pero el núcleo del filete continua frío». De modo que si no se le da rápido la vuelta, la parte de fuera se deshidrata y se tuesta, incluso se chamusca». Un truco para que la carne guisada no se haga 'bola'. «Déjala enfriar en la misma olla cuatro o cinco horas, ya que la capacidad del tejido muscular para retener agua aumenta a medida que la temperatura desciende».

Frituras

Un papel en el plato para absorber el aceite. Es la alternativa doméstica si la fritura no se va a comer recién hecha. Bien hecho. «Cuando echamos a una sartén con aceite caliente una croqueta o un 'pescaíto frito, por ejemplo, se cubre rápidamente de burbujas. Este éxodo masivo de vapor de agua se debe a que el líquido del alimento, que normalmente hierve a 100 grados, entra en contacto con un aceite que duplica esa temperatura. Lo interesante es que estas burbujas empujan el aceite lejos del alimento, evitando así que se impregne de grasa». El problema se presenta si tardamos en comerlo. «Si la fritura se enfría, las fisuras y los agujeros a través de los cuales antes escapaba el vapor se convierten en cuevas de condensación que succionan el aceite de la superficie». Pero, ¿a qué temperatura deberíamos hacer esa fritura? «Lo ideal sería 190 grados cuando usemos aceite de oliva». Una advertencia: «Si metemos muchos alimentos a la vez, aunque la temperatura sea la adecuada, el aceite se enfriará bruscamente y el alimento quedará blando y aceitoso. Así que si toca freír boquerones y jureles, mejor a puñados que todos de una vez».

¿Madurarán las fresas?

Hay frutas que maduran solo en la planta y otras que lo pueden hacer en el frutero. La cosa es saber cuáles son unas y otras. «Las que continúan madurando después de ser recolectadas son el plátano, la pera, la manzana, la ciruela, el kiwi, el aguacate, el albaricoque, la chirimoya, el mango, el higo, la papaya, el caqui... Mientras que los cítricos, la cereza, la piña, la fresa, la mora, la granada y la uva necesitan madurar en la propia planta para alcanzar la calidad y el sabor óptimos. Si se recogen verdes, da igual cuánto tiempo les concedamos en casa, se pudrirán sin haber llegado a madurar».

  • Bicarbonato para las verduras: «Añadiendo bicarbonato sódico al agua de cocción de las verduras, esta se vuelve alcalina (su pH sube por encima de 7), lo que acorta el tiempo de cocción y ayuda a que algunas verduras conserven el color más intenso». Aporta un dato la autora: «Una ingeniera agrícola brasileña tradujo el efecto del bicarbonato a números y demostró que remojar durante trece horas las alubias en agua con una concentración de 2,3 gramos de bicarbonato sódico por cada 100 mililitros de agua reduce en un 53% el tiempo de cocción».

  • Berenjenas remojadas: «La sal también 'endulza'. Si antes de cocinar la berenjena se remoja en agua con sal y leche, la sal enmascara el sabor amargo y la leche aporta cremosidad. Además, las bolsas de aire que le dan a la berenjena su estructura esponjosa se colapsan si las sumergimos en agua salada, de modo que cuando se fríen apenas absorben aceite».

  • Patatas 'verdes': «Las patatas con la piel 'verde' tienen un químico llamado solanina, una molécula que, además de amargar, puede ocasionar diarrea, vómitos y trastornos neurológicos en los casos más extremos».

  • Agua dura para la paella: «Cuanto más dura es el agua, más sales contiene y más cuesta que las verduras se ablanden al cocerlas. Los garbanzos y otras legumbres también necesitan el doble de tiempo en remojo. Pero es un agua buena para la paella, ya que deja sueltos los granos de arroz».

  • Truco para un caldo sabroso: «Corta la verdura de los guisos en trocitos pequeños (un centímetro de lado), de modo que quede más superficie expuesta al caldo y los compuestos aromáticos de las hortalizas se difundan con mayor rapidez. Si además las introducimos previamente en el horno para que caramelicen, el caldo será una fiesta para el paladar».

  • ¿Por qué es tan caro el azafrán?: «Hacen falta 160.000 flores de azafrán para producir 5 kilos de estigmas que, al secarse, disminuyen su peso en cuatro quintas partes y se reducen a apenas un kilo de azafrán seco. Lo que explica su alto precio».

  • Ajo y queso para dar sabor: «El ajo potencia el sabor, de modo que si se añade ajo o cebolla a un guiso, un estofado o un potaje podemos reducir la cantidad de sal. Y si a un postre le echamos queso requerirá menos azúcar».

TRES TESTIMONIOS

Giuseppe Russolillo (Nutricionista)

«Un puñado de arroz a las lentejas las hace más nutritivas»

«Es uno de mis trucos o costumbres favoritas en la cocina. Añadiendo un puñadito de arroz al potaje de lentejas, garbanzos o alubias conseguimos aumentar el valor nutritivo de ese plato, ya de por sí interesante. Ese poco arroz en la cazuela tiene el efecto de que la proteína de la legumbre que cuece junto a él sea de una calidad similar a la que nos aporta la carne, el pescado o los huevos, que tenga un valor biológico parecido a esos otros alimentos. Es un truco de esos que decimos que ponían en práctica nuestras abuelas pero que está profundamente arraigado en nuestra cultura culinaria y que se lleva practicando cientos de años. Todavía hoy».

Fernando Canales (Cocinero)

«Patata cruda para arreglar un guiso demasiado salado»

«Dentro de la cocina cada ingrediente tiene su labor. Por ejemplo, la cebolla es el ablandador universal, por eso no se le echa al arroz ni a la paella, ya que si no, quedaría pastosa y demasiado hecha. Y la patata es un robador de sabores; hay un truco cuando un guiso te sale salado, le echas patata cruda en láminas finas a última hora y absorbe el sabor de esa sal. Luego retiras la patata, claro. Otro truco: cuando un pil pil se corta, normalmente es porque la temperatura es muy alta. Para bajarla rápidamente se pueden meter unas bolas de canicas que previamente hayamos tenido en el congelador para que el pil pil, que es una emulsión, se estabilice».

Jorge Bretón (Profesor de vanguardia del Basque Culinay Center)

«Los trozos de piña, papaya, kiwi... ablandan la carne»

«¿Quieres que tu carne quede más blandita? Prueba a marinarla antes con especias, pero añade trocitos de piña, papaya, kiwi... No solo tendremos después una salsa jugosa, diferente, fresca y original, sino que también ciertas enzimas de la fruta (papaina, bromelaina...) harán que la carne quede más tierna y jugosa, porque romperá los enlaces proteicos (se cargará las fibras, vamos). Y otro truco para hacer arroces de pescado melosos: poner al caldo algo muy gelatinoso (tripa de bacalao, cabeza de rape...) o gallina, pollo... y lograrás añadir proteína. Echando aceite a ese caldo el almidón del arroz, la grasa y la proteína cárnica se emulsionan y queda cremoso».

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