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Yihadismo, la amenaza perpetua

Yihadismo, la amenaza perpetua

Europa se debate entre el discurso apaciguador o la mano dura frente a un islamismo radical cada vez más agresivo y que sus últimos atauqes en Francia y Austria ha apuntado contra otras religiones

Pedro ONTOSO

Domingo, 8 de noviembre 2020, 00:28

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El papa Francisco cita hasta en cuatro ocasiones en su encíclica 'Tutti fratelli' (Todos hermanos) al gran imán de Al-Azhar (El Cairo), Ahmed al Tayeb, la más alta autoridad académica del islam suní, con el que firmó en Abu Dhabi, en febrero de 2019, el histórico documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la coexistencia común. Cuanto más trabaja el Vaticano en favor del diálogo interreligioso, más se revuelve el yihadismo contra las religiones para imponer su bárbara ideología en el mundo occidental. La impregnación religiosa de los terroristas en los últimos atentados en Europa no parece algo secundario y no son pocos los que vez esa matriz en la naturaleza de los ataques.

El joven pakistaní que hirió en septiembre a dos ciudadanos franceses junto a la antigua sede del semanario satírico 'Charlie Hebdo', invocó el argumento de la venganza por las caricaturas de Mahoma. Era un lugar simbólico. La decapitación del profesor Samuel Paty el 16 de octubre tampoco escapa al simbolismo, porque la educación en Francia representa la transmisión de los valores republicanos, incluido el de la laicidad, y es su columna vertebral. La excusa fue otra vez las caricaturas sobre el profeta. El joven asesino de Niza eligió como escenario la basílica de Notre Dame y lo hizo al grito de «Allahu akbar» (Dios es grande). Lo mismo que el autor de la masacre en el corazón de Austria, en la antigua judería y junto a una sinagoga. Portaba un anillo con la inscripción en árabe 'Mahoma es el enviado de Alá'.

«En todas partes hay fanáticos que utilizan la religión para justificar la barbarie», señala Francisco Martínez, que acaba de publicar 'Cristianismo e islam. De mahoma al siglo XXI' (Ediciones Cátedra). «Lo mismo sucede con las ideologías laicas. El mayor problema de Francia es la existencia de suburbios donde malvive la gente de otras razas y culturas. Si eres un desheredado y sufres una constante discriminación, es posible que la República tenga poco sentido para ti», sugiere este historiador de la Universidad de Barcelona.

Muchos analistas, sin embargo, defienden que el islam tiene una dificultad especial para pasar por la modernidad el germen de la intolerancia que tiene toda religión. «No creo que sea este el caso. También existe un islam abierto a la democracia, aunque en los países del Primer Mundo no reciba la atención que merece. El problema no está en textos sagrados como el Corán o la Biblia, donde cada cual encuentra lo que va a buscar, sino en la intransigencia de determinados creyentes. Por otra parte, antes de criticar la intolerancia de los demás, haríamos bien en recordar que la Iglesia solo se incorporó plenamente a la modernidad tras el Concilio Vaticano II», dice Martínez.

Montpellier. Policías franceses patrullan ante un hotel de la ciudad que poryecta sobre su fachada las polémicas caricaturas.
Montpellier. Policías franceses patrullan ante un hotel de la ciudad que poryecta sobre su fachada las polémicas caricaturas. AFP

«La religión es la cobertura»

Hela Ouardi es profesora de Literatura y Civilización francesas en la Universidad de Túnez El Manar y doctora por La Sorbona. Especializada en el islam, acaba de publicar 'Los últimos días de Mahoma' (Obscura editorial). Atiende a este periódico desde París. «Este es un fenómeno universal que no concierne sólo a Francia, pero es verdad que la concurrencia de atentados en este país ofrece la ilusión de que se trata de un objetivo único. Y no es así. El asunto de las caricaturas ha proporcionado una coartada a los terroristas, que se sienten apoyados por la cólera de los musulmanes ofendidos. Pero en otros atentados ocurridos en Francia, en España o en Bélgica no había ni caricaturas ni ninguna otra justificación. Dejemos de tener una visión estrecha de este fenómeno fascista que no tiene necesidad de una coartada para atacar y que no tiene un objetivo privilegiado. La religión en este proyecto totalitario es la cobertura, el envoltorio que le permite asegurarse la complicidad y la empatía de los musulmanes que creen ingenuamente que el islam debe acabar por triunfar y el apoyo de los no musulmanes que creen que los musulmanes son perseguidos y es preciso ayudarles a combatir al occidente colonizador».-

El islamismo radical se considera el guardián de las esencias y la albacea de Mahoma, que nada tiene que ver con la violencia indiscriminada y terrorista…

-«¿Qué le hace decir que 'la esencia de Muhammad no tiene nada que ver con la violencia? ¿De dónde saca usted eso? ¿Ha leído la biografía del profeta de los musulmanes? ¿Ha leído el Corán? Ha habido mucha violencia en la carrera profética de Muhammad (él ha multiplicado las guerras, ha ordenado masacres, ha torturado y ha hecho prisioneros). Y como el musulmán tiene el deber de seguir el buen ejemplo de su profeta, le parece natural imitarle y recurrir a la violencia para desembarazarse de los que ellos consideran como los enemigos de su religión. Sobre la decapitación de Samuel Party nadie ha osado decir que este gesto criminal es un calco de lo que Muhammad hizo sufrir al poeta judío Kaab Ibn al-Ashraf, que se burló de él en un poema satírico. Muhammad ordenó que le cortaran la cabeza. El criminal que ha decapitado a Samuel Paty, el monstruo que ha sacrificado a inocentes en la iglesia de Notre Dame en Niza no ha hecho más que seguir 'el buen ejemplo' de su profeta y aplicar los versículos del Corán que incitan a los musulmanes a combatir a los no creyentes allí donde se encuentren».

«Existe un islam abierto a la democracia, pero no le prestamos la atención que merece»

Francísco Martínez

«Fenómeno fascista que no tiene necesidad de una coartada para atacar y que no tiene un objetivo privilegiado»

Hela Ouardi

«Desviar la mirada»

-Los propios imanes repiten que no es islam, que es ideología.- «Es muy fácil decir que el islam no tiene nada que ver con la violencia practicada en su nombre. Es una manera cobarde de desviar la mirada y no afrontar el verdadero problema: el Corán y la vida del profeta contienen llamadas claras y explícitas a la violencia (a veces la más salvaje). En tanto que los musulmanes y los no musulmanes se obstinen en no admitir que el gusano está en la fruta, el terrorismo continuará actuando».

Miguel Ángel Moratinos, exministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Rodríguez Zapatero, se muestra más contemporizador. Desde 2019 es el Alto Representante para la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas, una entidad promovida por Zapatero en 2005 con el apoyo del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para fomentar el diálogo intercultural e interreligioso.

Moratinos, que atiende desde Nueva York, considera la Alianza como un instrumento muy poderoso para prevenir el terrorismo y cita durante la conversación al papa Francisco y su encíclica 'Fratelli tutti'.

«No es algo nuevo. Es una tendencia que desgraciadamente se ha ido incrementando desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 hasta, posteriormente, los atentados de Madrid y afecta a lo que era la relación entre el mundo occidental y musulmán. La Alianza de Civilizaciones se creó precisamente para demostrar que no es una cuestión de guerra de religiones. No es una cuestión de excluir al otro, a otra cultura, a otra religión. De lo que se trata es de combatir con eficacia a los terroristas y yo creo que en estos momentos se está perdiendo. Vamos a una deriva de falta de entendimiento, generosidad, fraternidad, como bien dice el Papa en 'Fratelli tutti'. La religión no tiene que ser un elemento de antagonismo ni de control, ni siquiera de utilización política. Aquellos que cometan estos actos deben ser juzgados por lo que son, unos fanáticos terroristas. Occidentales, musulmanes, árabes y ciudadanos del mundo tenemos que trabajar juntos para que ese fanatismo y esa politización desaparezcan. Asistimos con tristeza a que en lugar de crear puentes de entendimiento y de mutuo respeto lo que estamos es estigmatizando una religión o una comunidad y no buscamos las raíces del problema».

En el caso de Francia, Emanuel Macron, parece decidido a combatir esa raíz en busca de un relato integrador de historias antagónicas. El presidente cree que en el origen de estos ataques se encuentra la radicalización de ciertas áreas con fuerte presencia musulmana que estarían buscando una 'sociedad separada' de acuerdo con sus propias reglas y leyes, que estarían por encima de las de la República. En Francia hay cerca de seis millones de musulmanes. Según un estudio de 'Le Point', la mitad estima que es la laicidad y las instituciones del Estado las que deben adaptarse a la práctica del islam. Por eso el Gobierno prepara una ley para imponer la laicidad. No se trataría de estigmatizar a todos los musulmanes, sino de evitar el adoctrinamiento contra los valores republicanos. En definitiva, construir un islam ilustrado.

«Erdogan tiene ascendencia sobre las aspiraciones islamistas en el resto de Occidente»

Carlos Echeverría

«No es una guerra de religiones. Se trata es de combatir con eficacia a los terroristas y estamos perdiendo»

M. Ángel Morantinos

«Fraternidad necesaria»

Moratinos cree que «no hay que hablar de separaciones, sino de derechos y obligaciones del ciudadano. Si Francia establece una Carta de Laicidad, la tendremos que respetar sin buscar exclusiones. Todos hemos defendido y admirado la trilogía de la Revolución Liberté, Egalité, Fraternité, pero ¿dónde hemos visto la Fraternidad estas semanas? La Fraternidad es necesaria para que la Libertad y la Igualdad se desenvuelvan. Es un discurso que se oye poco», lamenta.

Hela Ouardi considera que la noción de 'separatismo islámico' «es un eufemismo». «Lo que quieren algunos musulmanes franceses no es separarse del Estado, sino conquistar Francia y hacer un país musulmán (siguen el ejemplo de la conquista de España que siempre ha sido percibida por los musulmanes como un episodio glorioso de su historia). Hablar de separatismo es una figura muy diplomática para invocar el derribo de la república laica, pero en lugar de invadir desde el exterior (como en las conquistas militares del pasado) se intenta dinamitarlo desde el interior creando las condiciones de una guerra civil (una nueva guerra de religiones), que debilitará al Estado y dividirá a la sociedad. Un Estado fuerte no debe dudar. Debe imponer su autoridad aplicando la ley. No debe hacer concesiones ante esta delincuencia religiosa. La ecuación es simple: en un lado está el Estado de Derecho (garantizado por el Estado laico) y en el otro el fascismo religioso. Los musulmanes de Francia deben escoger su campo. Veamos las cosas de frente: estamos ante un proyecto totalitario tentacular, universal».

Las teorías que agitan el fantasma de una supuesta 'invasión' islámica en Europa no son nuevas. Si las anteriores se hicieron a través de la espada, ésta se hará por medio de la predicación y la ideología, coinciden quienes abonan este discurso, absurdo para otros. Francisco Martínez lo tiene claro. «No tienen ningún fundamento. Nuestros hermanos musulmanes solo son gente que viene a buscar una vida mejor. Hay extremistas, sí, pero no representativos. No deberíamos pensar que el musulmán, solo por serlo, debe justificar que es un buen ciudadano. Eso equivaldría a poner bajo sospecha a una minoría entera y solo despertaría rencor. Sería como si hubiéramos exigido a los vascos, en tiempos de ETA, que nos certificaran que no eran terroristas», argumenta el historiador.

La entrada en escena de Erdogan, que condensó la cólera del mundo islámico contra Macron y Francia, ha alimentado la leyenda del islam como un 'caballo de Troya' en Europa, donde viven ya 26 millones de musulmanes. El exministro Moratinos le quita hierro a esta cuestión. «El presidente de Turquía siempre ha tenido un respeto a las distintas culturas y religiones. Es verdad que ahora se encuentra en un contexto geopolítico diferente», concede. «El sentimiento musulmán ha sido herido y ha decidido salir en su defensa. No tenemos que buscar chivos expiatorios. Tenemos que trabajar todos juntos y no entretenernos en estereotipos sencillos. Tenemos que combatir el irredentismo de unos y otros y evitar un choque de civilizaciones. El terrorismo se combate con medidas policiales y de seguridad, pero también cambiando mentalidades y posiciones. Ellos tienen que hacer sus deberes impulsando la enseñanza de lo que es el islam, pero el mundo occidental tiene que ayudarles en esa pedagogía».

Carlos Echeverría Jesús, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y autor de 'La nueva dimensión del desafío yihadista salafista (Cátedra de Estudios Internacionales de la UPV/EHU), cree que el terrorismo islamista es una amenaza para el propio islam, que se juega su futuro en Europa. El investigador advierte sobre el perfil de Erdogan, «no sólo el nacionalista, sino su liderazgo islamista, al que no se le puede quitar hierro. Hoy no pretende un acercamiento de civilizaciones», señala. Echeverría alerta sobre el efecto pedagógico de imágenes como la vuelta del rezo musulmán a la mezquita de Santa Sofía, y lo que supone de invitación para otros lugares. «Hay que tener en cuenta el islamismo que mueve al líder turco y su ascendencia sobre las aspiraciones islamistas para el resto de Occidente, donde Al Andalus, la Alhambra y la mezquita catedral de Córdoba suponen un hito equivalente a Santa Sofía».

Terroristas de un califato digital

El escritor israelí Yural Noah Harari, autor de moda por sus obras 'Sapiens' y 'Homo Deus' (Debate), suele decir que los yihadistas no son el problema. El historiador compara a los terroristas islámicos con una mosca, sin fuerza, que entra en una tienda de porcelana, pero que si es perseguida por un toro o un elefante puede provocar una catástrofe. Su fuerza es marginal, sostiene, y su objetivo es generar miedo en Occidente. Ahora sus ideas están en todas partes y habrían logrado crear un tipo de califato digital. Gilles Kepel, especialista en la yihad de Francia, también habla de individuos que se radicalizan en su círculos personales y en las redes sin una autoridad que les dé órdenes: «Ya no hay un califato en el que apoyarse, hemos pasado al yihadismo del 4G», proclama.

El profesor Carlos Echeverría concede mucha importancia a estos extremistas muy jóvenes que se radicalizan en las redes sociales, sobre todo en estos momentos «de confusión y abandono» en un escenario afectado por la pandemia de la Covid-19. «Con las autopistas de la información llegan más lejos y más deprisa. Estos jóvenes, que han bebido en fuentes de legitimación religiosa, se radicalizan en cuestión de horas», asegura. Siempre hay alguien dispuesto a ejecutar una sentencia cuando la amenaza ha cristalizado en Internet. ¿Casos aislados? ¿Lobos solitarios? ¿Francotiradores? En cualquier caso, impredecibles y muy peligrosos. Echeverría advierte sobre la amenaza latente de los retornados, que ha combatido con el califato en Siria o Irak (salieron unos 6.000 desde Europa), o incluso de los que no pudieron hacerlo o han salido de las cárceles. «Su llegada está provocando confusión y cada país lo gestiona como puede. Antes eran combatientes y ahora se han instalado con sus familias y con sus niños. Con el coronavirus esta cuestión ha pasado a un segundo plano y es peligroso. Hay que tomárselo en serio».

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