En los estratos de un risco, descubiertos por un desplome en la Playa Chica de Sardina del Norte, en Gran Canaria, se esconden evidencias que ayudarán a completar el relato de varios siglos de vida de una comunidad aborigen. Y allí, entresacando con delicadeza para analizar con las técnicas más avanzadas lascas de obsidiana, cuernos de cabra o restos de fuegos, pejerreys, lapas y burgaos, ha empezado el trabajo de campo de una de las investigaciones más ambiciosas de la arqueología canaria, que quiere responder a las grandes incógnitas de la prehistoria del archipiélago: cómo y cuando llegaron los primeros pobladores, cómo se extendieron por las islas o cómo sobrevivieron de forma aislada durante tantos siglos, domando una ecología escasa en alimentos.
Preguntas que, por extensión, responden a otra mayor: qué tiene que hacer el ser humano para poder sobrevivir de formar exitosa en cualquier ecosistema, cómo coloniza nuevos territorios y cuáles son las adaptaciones culturales y tecnológicas resultantes. Y Canarias es un «lugar privilegiado» para desvelarlo, quizás el mejor del mundo para explicar la colonización de las islas oceánicas.
«Aunque cuando se piensa en este desafío puede venir más a la mente la Polinesia, Pascua o Samoa, las islas canarias tienen una preservación excepcional de restos arqueológicos orgánicos –momias, semillas, maderas...– y una gran densidad de yacimientos en diferentes ecosistemas». Quien habla es Jonathan Santana, investigador principal del proyecto IsoCan ('Aislamiento y evolución en Islas Oceánicas: la colonización humana de las Islas Canarias'), dotado con 1,4 millones de euros al lograr una de las prestigiosas becas Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación, destinadas a financiar investigaciones pioneras y de excelencia.
El doctor en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran canaria (ULPGC) destaca que «este es el primer proyecto que aborda todas las islas del archipiélago desde una perspectiva global, con las mismas preguntas, el mismo equipo y las mismas fuerzas». La investigación está liderada por la ULPGC con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de las universidades de La Laguna, Durham (Reino Unido), Burdeos 1 (Francia) y Linköping (Suecia).
Pero volvamos a Sardina del Norte, primer trabajo de campo de un proyecto que durará cinco años y que intervendrá en yacimientos nuevos y reestudiará otros excavados hace tiempo. Fue en julio cuando un equipo de veinte personas, formado por profesorado de Prehistoria y Arqueología de la ULPGC, estudiantes de Historia e investigadores en formación, empezó a desentrañar los secretos de Playa Chica. Su elección entronca con el objetivo global del proyecto IsoCan, porque entre sus estratos se esconde el secreto de varios siglos de ocupación aborigen, una secuencia temporal extensa difícil de encontrar en los enclaves arqueológicos. «Este yacimiento nos da la oportunidad de saber cómo vivían los antiguos canarios desde una perspectiva evolutiva, porque conocer este transcurrir de las cosas es algo que nos falta en la investigación arqueológica de Canarias», explica Santana. «Nosotros vemos a la sociedad aborigen desde una perspectiva atemporal, como si siempre fuera igual, y tenemos que empezar a dotar de historia a los propios aborígenes: cómo eran cuando llegaron, cómo se fueron adaptando a la ecología de cada isla, cómo hicieron frente a los desafíos del territorio», añade.
Las dataciones radiocarbónicas realizadas en 2016, cuando fue descubierto, dicen que este enclave de Sardina del Norte fue ocupado al menos en el siglo VI y en breve sabrán cuándo lo abandonaron –se está a la espera de las pruebas de carbono 14–, pero el equipo investigador ya tiene algunas conclusiones. La primera, que su uso se fue transformando.
Al principio fue un pequeño espacio reservado a prácticas cotidianas relacionadas con el procesado y consumo de recursos pesqueros. Luego, a partir del siglo VII, contruyen una estructura de piedra seca rectangular y suelo de tierra batida, una gran inversión de tiempo y trabajo que «indica planificación e intención de asentarse mucho tiempo». Pero lo abandonan y en un momento aun no determinado regresan, transformándolo en un lugar especializado en el procesado de productos que están mariscando y pescando.
Han encontrado restos de diferentes fuegos, instrumentos para limpiar el pescado de cuernos de cabra, anzuelos elaborados en hueso animal y herramientas de piedra, muchas de traquita, pero también algunas lascas de obsidiana que hoy en día «siguen cortando como un bisturí». Se sabe que este vidrio volcánico procede de las minas de Hogarzales, en los altos riscos entre La Aldea y Tasarte, un lugar de difícil acceso donde la población aborigen grancanaria explotó vetas y llegó a horadar la tierra hasta hacer minas de 40 metros de profundidad.
Además de estos instrumentos y una gran concentración de escamas, han hallado lapas y burgaos termoalterados. Santana cree que tras los restos de fuegos están labores de tostado de los alimentos para conservarlos mejor. Lo que no se ha encontrado son elementos arqueológicos propios de las zonas habitación, como cerámicas, lo que refuerza la idea de este espacio como centro especializado en el procesado de alimentos que llegan de la mar. Son primeras conclusiones, porque aún quedan muchos años de excavaciones en Sardina del Norte para contar su historia completa.
Y de la evolución de Playa Chica, a la de la población aborigen canaria. «Quizás nunca sepamos cuándo llegó el ser humano a las islas. Hoy en día sigue abierta la pregunta de cómo se pobló el continente americano o el australiano, es una pregunta que un hallazgo puntual puede cambiar todo», señala Santana.
¿Pero qué se conoce hasta ahora? La llegada de las primeras personas desde el norte de África se sitúa entre el siglo I aC y el III de nuestra era y hubo dos oleadas de poblamiento, algo que se sabe por los estudios de ADN. Lo que no se ha podido determinar es a qué islas arribaron primero, pero lo lógico es que se hiciera de este a oeste, desde las más cercanas al continente, Lanzarote y Fuerteventura, al resto del archipiélago. Otra hipótesis es que llegaron al mismo tiempo a todas las islas o que decidieron en un principio instalarse en las más grandes por el mayor potencial para sobrevivir.
Los datos genéticos –no solo de los restos de personas sino también de la cebada, presente actualmente en todo el archipiélago– refuerzan la idea de un primer poblamiento en todo el archipiélago. «Son diferentes hipótesis que hay que ir solucionando para saber cómo y cuándo llegaron y cómo se expandieron», señala el investigador de la ULPGC.
Pero antes del asentamiento, asegura Santana, tuvo que haber «un periodo de exploración». «El proceso de población de Canarias no es fortuito. Cuando vinieron trajeron todo lo necesario para quedarse a vivir, sabían que estaban ahí, habían hecho exploraciones anteriores y vivido seguramente durante periodos de tiempo. La decisión de colonizar las islas fue planificada», señala el arqueólogo, quien hace un símil con el viaje a Marte: «Las mujeres y hombres que vayan irán con lo necesario para subsistir un tiempo, pero también para implantar sus formas de subsistencia, porque será muy complicado volver a la Tierra. Y lo tienen que hacer muy bien, porque si no están muertos».
Cultivos, cochinos, perros...
La población aborigen canaria trajo todo lo necesario para vivir mucho tiempo: sus cultivos, cabras, cochinos, ovejas, perros y «no sabemos si también los gatos». Quizás hasta las abejas, otra de las preguntas a las que quiere responder la investigación. «Lo importante es que fueron capaces de implantar su modo de vida y sobrevivir en unas islas escasas en recursos alimenticios. Y lo hicieron de forma exitosa porque cuando llegaron los europeos en el siglo XV todas las islas estaban pobladas», añade Santana. Lograron transformar el paisaje en su beneficio, lo antropizan, y en algunas islas este impacto fue «brutal». Por ejemplo, se sabe que Fuerteventura tenía una cobertura vegetal de la que no quedaba nada cuando llegaron los conquistadores españoles.
Otra incógnita a desvelar es si con el paso del tiempo las poblaciones de las diferentes islas vivían sin contacto entre ellas. «Tenemos indicios de que en los primeros siglos sí lo tuvieron y no sabemos por qué lo perdieron», explica Santana. Llegaron del mismo lugar, con la misma cultura y tecnología, y crearon realidades diferentes en cada una de las islas. Desde las grandes y densas poblaciones con construcciones ciclópeas al aire libre de Gran Canaria a las cabañas y cuevas de Tenerife. Diferentes estrategias para sobrevivir con éxito aislados en un medio hostil, «la gran enseñanza que nos dan los antiguos canarios».
Y entre los estratos de Playa Chica comienza este largo viaje investigador para arrojar luz a las grandes incógnitas del poblamiento de Canarias de forma global y dotar de contenido una larga historia con muchas páginas en blanco. Para encontrar respuestas que abrirán, seguro, nuevas preguntas.
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