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El virus cerca a las granjas de visones

El virus cerca a las granjas de visones

Sospecha de transmisión En España hay 37 explotaciones con unos 750.000 ejemplares. Una ha tenido que sacrificar sus 92.700 animales tras detectar un brote de Covid-19. «Son una bomba biológica», advierten los ecologistas, de nuevo en lucha contra ellas

Iciar Ochoa de Olano

Domingo, 18 de octubre 2020, 00:05

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Cada vez resulta menos habitual en las calles de las ciudades españolas ver a señoras enfundadas en grandes y pesados abrigos de visón. Hace ya algún tiempo que estas prendas, iconos del barroquismo de los ochenta, quedaron anticuadas. Sin embargo, el suave y codiciado envoltorio de estos mustélidos sigue teniendo mercado. Ni la presión que ejercen colectivos animalistas por las crueles condiciones de cría y explotación de estos mamíferos, ni las de organizaciones conservacionistas ante el devastador impacto que esta especie invasora causa en la biodiversidad, han logrado impedir que su piel cotice al alza en el mundo en renovadas prendas de peletería, accesorios, complementos e, incluso, en tratamientos de estética, como las demandadas extensiones de pestañas.

Conscientes de lo controvertido e impopular de su actividad, las granjas que operan en España trabajaban sin ruido y sin promoción hasta que, ahora, el coronavirus las ha colocado de nuevo bajo el foco. Los brotes de Covid-19 han afectado a uno de los mayores criaderos, situado en La Puebla de Valverde, una pequeña localidad de Teruel, que se ha visto obligado a sacrificar a toda su cabaña, nada menos que 92.700 visones, tras constatar que el 87% se había contagiado.

En España quedan 37 explotaciones -31 de ellas en Galicia, una en Aragón (la del brote), tres en Castilla y León, una en el País Vasco y otra en Valencia- donde se producen al año unos 750.000 visiones americanos, según los datos recopilados por la delegación nacional del Fondo Mundial para la Naturaleza, (WWF, por sus siglas en inglés).

En la actualidad permanecen operativas 36, después de que Secapiel, la empresa turolense afectada, se deshiciera de los animales aplicándoles fuertes dosis de dióxido de carbono (CO2) para eliminar todo rastro del patógeno de sus instalaciones. Por el momento no ha vuelto a abrir sus puertas. La alarma saltó hace unos meses, cuando siete de los cerca de treinta empleados de esa granja, casi todos inmigrantes de nacionalidad rumana, dieran positivo por coronavirus. Unos días después, técnicos de Sanidad Animal del Gobierno de Aragón constataron un contagio comunitario masivo por SARS-CoV-2 en los animales tras practicar análisis a varias docenas de ellos. El resultado de esas pruebas y la aparición de otros dos nuevos positivos en la plantilla llevaron al Ejecutivo de esa comunidad a ordenar la ejecución de los animales como «medida preventiva». Desde el Gabinete de Javier Lambán admiten a este periódico que no se pudo determinar si existió transmisión de humanos a animales o viceversa «puesto que tal conclusión debe ser objeto de otro estudio». Es decir, que no se analizó la cadena de contagios.

Las sospechas de que estas explotaciones pueden ejercer de reservorios del coronavirus, como se especula ocurrió en Wuhan con los murciélagos y los pangolines, roza la categoría de evidencia científica en el norte de Europa, donde se encuentra la locomotora de esta industria en el viejo continente. Allí, la veloz propagación de la Covid en las granjas de visones americanos para usos peleteros está provocando grandes matanzas de ejemplares y sembrando la inquietud entre los responsables políticos.

En los Países Bajos, donde el virus se ha extendido por más de 40 de sus 120 criaderos, el Gobierno de ese país ha mandado sacrificar a un millón de ejemplares y, ante el temor de que esas instalaciones se conviertan en un foco de infección para la población, ha adelantado al próximo año el cierre de esta industria. Esta clausura estaba prevista para 2024, tal y como establece una sentencia del Tribunal Supremo holandés, que falló en contra de estas explotaciones por considerar que su actividad es poco moral y agresiva con los animales.

A diferencia de lo ocurrido en España, científicos de ese país han analizado el salto del coronavirus entre especies en varias granjas afectadas. Hasta ahora se conocía que los visones son susceptibles de contraer este tipo de virus, pero los investigadores han verificado que no solo se enferman entre ellos. Los humanos también pueden contagiarles y, lo más alarmante, consideran como plausible que hayan actuado como transmisores a personas. Al menos, en dos casos. El borrador del trabajo científico que describe las diferentes rutas víricas observadas se encuentra ahora pendiente de que supere el escrutinio académico de otros expertos en el mismo campo para su publicación.

Psicosis en Dinamarca

La psicosis provocada por esta investigación se ha extendido a la vecina Dinamarca, la gran exportadora de visones del mundo con 1.500 criaderos -la mayoría con destino a China- y una producción de alrededor de 17 millones de pieles al año. Con al menos 63 explotaciones afectadas por la Covid, los veterinarios daneses han procedido a sacrificar a 2,5 millones de ejemplares y a estudiar las cadenas de contagio.

«La situación en el mundo es muy preocupante. Los brotes en estas explotaciones se están sucediendo muy rápidamente en las últimas semanas, en buena medida debido al elevado esfuerzo de diagnóstico que se está haciendo en las granjas holandesas y danesas, y que en ningún caso es equiparable al seguimiento pasivo que realiza España», afirma Gemma Rodríguez, responsable del programa de especies de WWF en nuestro país.

«Aquí hay granjas en las que las medidas de prevención y control ante posibles brotes son muy escasas y podrían estar resultando insuficientes para detectar los brotes. Principalmente, porque no plantean la búsqueda activa de asintomáticos, ni en animales ni en trabajadores. No se está valorando adecuadamente ni el riesgo de reinfección en humanos, ni el peligro de mantener estos reservorios del SARS-CoV-2 en el futuro», denuncia.

La organización conservacionista considera que «estamos ante una bomba sanitaria y biológica», por lo que ha emprendido una campaña exigiendo a las comunidades autónomas el cierre inmediato de estas granjas, para la que lleva recogidas más de 20.000 firmas. «El virus puede cruzarse con la vida silvestre y puede pasar mucho tiempo hasta que nos demos cuenta de ello», advierte Rodríguez. Se refiere a la extrema habilidad de estos mamíferos para escaparse de las explotaciones.

Desde que este mustélido, que como indica su nombre procede originariamente de América, fue introducido en España a finales de la década de los cincuenta para nutrir la industria peletera, entonces en plena eclosión, ha causado enormes estragos en el medio ambiente. Las contínuas fugas de este mamífero carnívoro de las granjas, la decadencia de la industria peletera y los actos vandálicos contra los criaderos, con la suelta masiva de estos animales, han fomentado su expansión por todo el territorio y el declive de medio centenar de especies autóctonas.

«Su capacidad colonizadora es enorme. Compite y desplaza a muchos animales, como el desmán europeo, que solo existe en España, y cuyas poblaciones se encuentran muy mermadas», indica Rodríguez. Pero, sin duda, el peor parado ha sido su primo, el visón europeo, al que ha colocado al borde de la extinción. En 2017, cuando se calcula que quedaban apenas medio millar de ejemplares, el Gobierno declaró la especie en situación crítica, «sin que esa medida se viera acompañada de otras restrictivas contra un sector minoritario, pero protegido que, pese a su impacto, se libra de someterse al exhaustivo control de otras explotaciones ganaderas».

«Sin riesgo para la población»

Desde la comunidad autónoma vasca, a la que WWF ha exigido el cierre de la granja existente en ese territorio, en concreto en la localidad guipuzcoana de Getaria, el Gobierno del lehendakari Iñigo Urkullu no valora esa posibilidad porque no considera que represente un riesgo para la población. «Desde el punto de vista de la bioseguridad, se trata de un sector con alto grado de especialización y consciente de la aplicación de las medidas de control de patógenos», sostienen desde la consejería de Agricultura. «El principal riesgo de contagio para una persona de SARS COV-2 está en el propio contacto con otros humanos», agrega.

Por su parte, la junta directiva de la Asociación Nacional de Criadores de Visón y otros animales de Piel (AGAVI), asegura que todas las granjas trabajan desde el inicio de la pandemia con «estrictos protocolos de bioseguridad para evitar la infección de sus plantillas». Entre otras, mencionan el uso de EPIs por parte de los empleados que trabajan en contacto con los animales. «Somos conscientes de nuestra responsabilidad y los primeros interesados en la prevención, vigilancia, y en su caso, aplicación de las medidas necesarias para evitar riesgos derivados de una eventual infección en alguna granja».

La patronal del sector cierra filas en torno al brote sufrido en el criadero de Teruel. «Todas las pruebas y análisis realizadas demuestran que la infección, que fue asintomática, no procedía de los animales, sino de seres humanos».

Siete de cada diez enfermedades tienen su origenen animales

La comunidad científica lo tiene claro. La manera en que tratamos a los animales está pasándonos una seria factura en nuestra salud. Los investigadores estiman que más del 70 por ciento de las enfermedades que han afectado a los humanos en los últimos cuarenta años tienen una naturaleza zoonótica. Es decir, los animales salvajes las han transmitido a las personas. La Covid-19, cuyo origen más probable se encuentra en los murciélagos y los pangolines, no constituye una excepción. Antes que ella también causaron estragos, aunque con menor magnitud, la gripe aviar, la gripe porcina o incluso el ébola.

Los virus se encuentran en la naturaleza y la proliferación de dolencias tiene que ver, según explican los expertos, con la alteración de los equilibrios naturales, que en las últimas décadas se han visto intensificada por la contaminación y el calentamiento global. «La naturaleza bien conservada es el mejor antivirus ante las pandemias. Funciona como una mascarilla. De ahí que organismos como la OMS estén promocionando 'One health', una única salud para humanos y animales», señalan desde WWF España.

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