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Vista aérea del milenario Monte Saint-Michel en la región francesa de Normandía. K. Tribouillard / Afp
Saint-Michel, la imagen del paraíso

Saint-Michel, la imagen del paraíso

Tras Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, el milenario Monte Saint-Michel es el cuarto gran lugar de peregrinaje de la cristiandad

Beatriz Juez

Domingo, 4 de junio 2023, 00:53

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Este lugar fascina a los hombres desde tiempos inmemoriales», explica François Saint-James, guía-conferenciante de la abadía del Monte Saint-Michel, en la región francesa de Normandía. Tras Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, el Monte Saint-Michel es el cuarto gran lugar de peregrinaje de la cristiandad, presumen los responsables del Centro de Monumentos Nacionales (CMN), primer operador público cultural y turístico de Francia y gestor del edificio milenario.

Desde la Edad Media, los peregrinos llegaban a pie, a caballo o en barco a este islote desde distintos puntos de Francia y de Europa, principalmente Inglaterra, Alemania e Italia. Cuando la marea estaba baja atravesaban la bahía a pie hasta llegar a Saint-Michel. En el medievo se veía la abadía como la representación de la Jerusalén celeste sobre la Tierra, la imagen del paraíso.

«Aquí no están claros los límites entre mar, tierra y cielo», observa François Saint-James desde la terraza oeste de la abadía contemplando el horizonte. Cuando baja la marea, el mar se retira a 15 kilómetros de la costa. Cuando sube, Saint-Michel se convierte en una isla, durante unas horas y en fechas señaladas.

Fue Auberto, obispo de Avranches, quien fundó en el año 708 un santuario sobre el entonces llamado Mont-Tombe, después de que el arcángel san Miguel se le apareciera tres veces y le ordenara construir un oratorio en la isla rocosa de la desembocadura del río Couesnon. San Miguel, a menudo representado con una espada y una balanza, es no solo jefe de la milicia celeste, sino también quien conduce a los muertos y examina las almas en el día del juicio final.

Historia

Con la Revolución Francesa, el edificio pasó a ser cárcel, lo que evitó su destrucción por los revolucionarios

La primera piedra de la iglesia de la abadía se colocó hace 1.000 años por orden del abad benedictino Hidelberto II. La abadía es una proeza arquitectónica. Sobre la forma piramidal del monte, los constructores medievales dispusieron los edificios en torno al peñasco. A todo ello homenajeará, mañana, el presidente Emmanuel Macron, quien pronunciará un discurso sobre la historia de Francia.

La iglesia abacial, situada en la cima del monte, reposa sobre varias criptas que aguantan el peso del edificio. Las piedras de granito provienen de las cercanas islas de Chausey y se transportaron en barco a la isla. El claustro, lugar de oración y meditación para los monjes benedictinos, está situado en la cima de un edificio al que llaman la Maravilla, construido a principios del siglo XIII.

Símbolo de resistencia

Tras la Guerra de los Cien Años (1337-1453), la devoción a san Miguel tomó una nueva dimensión. Sus murallas y fortificaciones, que resistieron todos los ataques de los ingleses, lo convirtieron en símbolo de la resistencia y de la identidad nacional. El coro románico, derrumbado en 1421, fue reconstruido en estilo gótico flamígero tras esta guerra que enfrentó a Francia e Inglaterra.

La Revolución Francesa (1789-1799) marcó la disolución de la comunidad religiosa de Saint-Michel. El edificio pasó a ser propiedad del Estado. La abadía, que desde el siglo XV había albergado también prisioneros, se transformó en prisión del Estado entre 1789 y 1883. Unos 14.000 prisioneros pasaron por la 'Bastilla de los mares'. La reconversión en prisión supuso curiosamente su salvación, porque evitó que la abadía se destruyera durante la Revolución, explica François Saint-James.

El XIX fue un siglo de devoción a san Miguel. En pleno clima anticlerical, el arcángel caballero se convirtió en garante de la fe y protector de la nación durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871.

En 1862 el Monte Saint-Michel fue incluido en la lista de monumentos históricos protegidos. El Estado, convertido en propietario, ordenó la restauración del edificio. Su inconfundible silueta se debe al arquitecto Victor Petigrand, responsable de la construcción en 1897 de la flecha neogótica de la abadía.

Efecto óptico

En conjunto, se desdibujan en una perspectiva general sus límites entre el mar, el cielo y la tierra

La exposición 'La morada del arcángel' permite hasta el 5 de noviembre redescubrir la historia y la arquitectura de la iglesia, instalada en la cima del peñasco, a ochenta metros sobre el nivel del mar. El edificio es fruto de construcciones, reconstrucciones y restauraciones a lo largo de los siglos, en los que sufrido varios derrumbes e incendios.

Piezas inéditas

A partir de una treintena de objetos, la muestra cuenta la historia del templo. «Varios de estos objetos nunca se han visto antes por el público ni por los especialistas», cuenta Brigitte Galbrun, comisaria de la exposición. Por ejemplo, la representación del Monte Saint-Michel sobre la placa de fundación de Saint-Jean-des Camps, realizada en torno al año 1770, o un cáliz de cristal de roca esmaltado del siglo XVII que formaba parte del tesoro de la abadía, y que estaba guardado en una caja fuerte hasta su redescubrimiento.

En la exposición también se verán algunos de los capiteles medievales que decoraban el coro románico, hoy desparecido, y una maqueta del Monte Saint-Michel, reproducción de la realizada a finales del siglo XVII para el rey Luis XIV.

La muestra permite descubrir el magnífico relicario del santo Auberto y la historia de la estatua dorada de san Miguel, que corona la flecha de la abadía de 32 metros de altura. La realizó en 1897 el escultor Emmanuel Frémiet a petición de Petigrand, quien prefirió culminar el edificio con la estatua del arcángel, en vez de una tradicional cruz.

También se pueden admirar las maravillosas joyas de Saint- Michel: una corona, una espada flamígera, un escudo y collares. La mayoría fueron fabricadas en el siglo XIX por la prestigiosa casa de joyería Mellerio. Junto a ellas, se exhibe una estatua realizada en plata sobre madera de san Miguel, gemela de la dorada de la flecha del Monte Saint-Michel. Procede de la catedral gótica de Coutances y se transportó en helicóptero hasta la abadía.

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