El nivel de competencias básicas en lectura y matemáticas es más bajo en España que en la OCDE
Educación ·
El avance ha sido mínimo y está a la cola de los países que menos han mejorado sus competencias en las últimas décadas; la brecha se ha triplicado desde la generación de la EGBC. P. S.
Martes, 7 de octubre 2025, 23:22
El nivel de competencias básicas (comprensión lectora, matemáticas y resolución de problema) del conjunto de la población en edad de trabajar (16 a 65 años) ... es más bajo en España que la media de la OCDE, de la que forman parte los países del mundo desarrollado. Pese a que este nivel ha aumentado a lo largo del tiempo, la distancia con la media internacional crece con la juventud de la cohorte analizada.
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En las tres competencias, España se sitúa en el grupo de cola de los cinco países que menos han mejorado junto a Estados Unidos, Suecia, Nueva Zelanda y Eslovaquia. Y actualmente, la distancia entre las competencias de los jóvenes españoles de 25 a 34 años y la media de la OCDE triplica la que se observa en el caso de las personas de 55 a 65 años, que estudiaron íntegramente con el modelo de la EGB. Así lo revela un informe de la Fundación BBVA que analiza los avances en la formación por generaciones y que se ha hehcho público a primera hora de este miércoles.
La totalidad del aumento de la brecha puede atribuirse a la calidad de la formación, medida como las competencias adquiridas a igualdad de nivel de estudios cursados. De hecho, para un mismo nivel de estudios, la generación de 55 a 65 años supera la media de la OCDE en las tres competencias.
Los datos más recientes del Programa para la evaluación internacional de las competencias de la población adulta de la OCDE (Piaac-2023), una prueba similar a PISA pero para las competencias básicas en lectura, matemáticas y resolución de problemas de la población en edad de trabajar (16 a 65 años), permiten comparar el avance en las competencias entre países. En conjunto, España se sitúa por debajo de la media y ocupa una de las últimas posiciones en los tres ámbitos: lectura (con un índice de 247 frente al promedio de 260 de la OCDE), matemáticas (250 y 263) y resolución de problemas (241 y 251).
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Como en otros países, con el paso del tiempo se observa una mejora de competencias. Sin embargo, en España, esa mejora entre generaciones es de las más modestas. Las competencias en lectura del grupo de 25 a 34 años son solo 18,5 puntos superiores a las de los mayores (55 a 65 años), frente a un promedio de mejora de la OCDE de 30,4 puntos entre las dos cohortes. En matemáticas, las competencias han aumentado 13,2 puntos entre las dos generaciones, por debajo de los 25,7 puntos de media y, en resolución de problemas la diferencia de 17,4 puntos en España contrasta con los 29,7 de la media. En las tres competencias, España se sitúa entre los cinco países de la OCDE que menos han mejorado sus competencias en las últimas décadas.
Mejoras cada vez más débiles
Las mejoras de competencias entre cohortes en España han sido cada vez más débiles. En el caso de las competencias matemáticas, la cohorte de 45 a 54 años muestra un avance de 8,5 puntos respecto a la de 55 a 65 años, que pasa a ser de solo 4,6 puntos entre la cohorte de 35 a 44 años respecto a la de 45 a 54 años, y de apenas 1,8 puntos, entre la de 25 a 34 años y la de 35 a 44 años. Los resultados son similares o incluso más intensos para las competencias en resolución de problemas y lectura.
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Los datos muestran, además, un creciente alejamiento de España respecto a la media de los países de la OCDE, con una brecha en competencias que aumenta entre las generaciones más jóvenes. Así, en el caso de la competencia en matemáticas, la brecha respecto a la media de la OCDE es de -6,3 puntos para la cohorte más mayor (las personas de 55 a 65 años, que estudiaron la EGB), pero se triplica hasta los -18,7 puntos en el caso de la población de 25 a 34 años. Un patrón que siguen también las otras dos competencias.
Los resultados indican que las competencias entre generaciones han mejorado cada vez menos por el efecto de la calidad de la formación, es decir, a igualdad de estudios cursados, la mejora en competencias se va ralentizando entre unas cohortes y otras. Por ejemplo, en el caso de las matemáticas, este efecto calidad comienza aportando una mejora de 3,8 puntos, pero acaba tornándose negativo (-1,2 puntos) para los más jóvenes. Sin embargo, el efecto cantidad aporta una mejora de 4,7 puntos en el caso de las generaciones mayores y, aunque se modera, continúa aportando 3 puntos entre los más jóvenes. Es decir, tres cuartas partes de la moderación de la mejora total se explican por la debilidad de los avances en competencias a igualdad de nivel de estudios. En el resto de competencias básicas, comprensión lectora y resolución de problemas, el patrón es similar.
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El análisis revela que el efecto calidad también explica la mayor parte de la brecha en competencias de España con la OCDE. De hecho, a igualdad de nivel de estudios, las competencias de los españoles de entre 55 y 65 años están por encima del promedio internacional para esas edades, mientras que las competencias de las cohortes siguientes se sitúan por debajo de la media. En concreto, para las competencias matemáticas, se pasa de un diferencial positivo favorable a España de 3,3 puntos para la población de 55 a 65 años a uno negativo de -12 puntos para la de 25 a 34 años, tras un empeoramiento cada vez más intenso con cada cohorte. Algo similar ocurre en las otras dos competencias.
Por el contrario, el efecto cantidad muestra incluso cierta mejora. Así, en el caso de las matemáticas pasa de -9,5 puntos para la población de 55 a 65 años a -6,7 para la de 25 a 34 años. Es decir, todo el empeoramiento de la brecha en competencias básicas respecto al conjunto de la OCDE corresponde nuevamente al efecto calidad.
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Altas tasas de abandono escolar
Estos resultados muestran que el gran impulso a la educación y la universalización en el acceso a los diferentes niveles de enseñanza de las últimas décadas en España, un cambio muy profundo respecto al pasado (en 1964 apenas un 3,1% de los ocupados contaba con estudios universitarios y el 92% carecía de estudios secundarios), en realidad, ha seguido un patrón similar al global de los países de la OCDE.
Esto obedece en parte a dos procesos que han actuado en sentido opuesto: el efecto positivo generado por el aumento de personas que completa la educación superior (universitaria y de formación profesional superior) se ha visto limitado por el efecto negativo de unas elevadas tasas de abandono temprano de la educación. En 2024, un 52,6% de la población de 25 a 34 años tenía estudios superiores frente a una media del 44,2% en la UE. Al mismo tiempo, todavía un 13% de los jóvenes de 18 a 24 años cuenta como mucho con enseñanza obligatoria y no está estudiando, frente a una tasa media de abandono del 9,3% de la UE.
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Estos datos, según el informe de la Fundación BBVA, apuntan «a la necesidad de realizar esfuerzos adicionales en formación» y advierten de que las numerosas reformas educativas impulsadas a partir de los años 80, «todas faltas de consenso», no han conseguido reducir la brecha con el resto de los países desarrollados.
«La ausencia de una política educativa consensuada, coherente y sostenida en el tiempo (a diferencia de otros países como Finlandia) ha podido contribuir a los discretos resultados en adquisición de competencias básicas», señala el análisis. En ese sentido, «es preocupante» que la diferencia en el efecto calidad respecto al promedio de la OCDE haya crecido a lo largo del tiempo. Mientras ese aspecto era favorable a España para la cohorte de 55 a 65 años, ha pasado a ser crecientemente desfavorable para las cohortes nacidas con posterioridad.
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Recortar la brecha en competencias con los países de la OCDE puede requerir un esfuerzo adicional en escolarización en términos cuantitativos, algo factible, sobre todo, a través de la reducción de tasas de abandono educativo temprano hasta niveles similares a las de otros países. El impulso reciente y la modernización de los estudios de formación profesional pueden contribuir a ello. Sin embargo, el ámbito en que la necesidad de actuar parece más acusada es la mejora de las competencias adquiridas en los diferentes niveles de enseñanza, «todavía por debajo de la media de los países desarrollados».
Aprovechar este margen de mejora, señala el informe, «requiere consenso y supone un reto para todo el sistema educativo». En este sentido apunta que «la mejora de la calidad depende fundamentalmente de elementos de naturaleza más cualitativa, como los relativos a la selección y formación del personal docente, la organización y el clima escolar, el esfuerzo de los estudiantes o la propia gestión y autonomía de los centros educativos».
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