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Las trabajadoras sociales de Cáritas Pilar Pérez (i) e Isabel Machín (d) reciben a Virginia y a su hijo, de espaldas. Cober
Vulnerabilidad

Las familias canarias que no pueden veranear: «Las Alcaravaneras son sus vacaciones»

El 47% de los niños y niñas isleños no tiene vacaciones | Para muchas familias el periodo estival no supone un descanso, sino un auténtico reto de supervivencia

Dánae Pérez Perdomo

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 17 de agosto 2025, 23:11

La luz del verano no tiene el mismo brillo para todas las miradas. Para algunas familias el periodo estival está lejos de ofrecer descanso, desconexión o, en definitiva, vacaciones tal y como se conocen. Más bien, todo lo contrario. Tanto es así que algunas desean que llegue ya la vuelta al cole: «Sí, por montón de cosas, una de ellas es el comedor, porque mis hijas ya vienen comidas y, creas o no, para mí eso es un alivio, porque la comida que tengo va para la cena. Y si para la cena no tengo un plato de comida como tal, pues hago un sándwich o cualquier cosa con leche y gofio».

Irene —nombre ficticio, pues prefiere salvaguardar su identidad— es natural de Gran Canaria, apenas rebasa los 30 años y tiene a cuatro niñas a su cargo. Una de ellas todavía es una bebé y, por lo tanto, especialmente dependiente. La red de apoyo de la joven se reduce a una figura, su madre. «Estoy yo sola y dios, y mi madre», matiza. Actualmente no trabaja, pues su situación no se lo permite. Pero su realidad no es aislada. Es la de muchas familias en Canarias que no pueden ni siquiera pensar en las vacaciones de verano, pues todos sus esfuerzos se centran en sobrevivir día a día.

Lo cierto es que el 45% de las familias canarias ni siquiera puede permitirse una semana de vacaciones, según la Encuesta de condiciones de vida del INE. Un porcentaje que ha ido aumentando progresivamente desde 2021, cuando ascendía al 40,8%, 4,2 puntos porcentuales menos. Pero eso no es todo. Save The Children publicó el pasado julio que el 47% de los niños y niñas isleños se quedan sin vacaciones de verano. Son los que más dificultades presentan del país.

Las familias que más complicaciones enfrentan o son monomarentales o numerosas. Así lo desvela uno de los portavoces de la ONG, Rodrigo Hernández. «Para muchas familias la verdadera cuesta de enero se produce en julio, los coles cierran, los comedores también, la cesta de la compra se encarece, se dificulta más la conciliación...», enumera. Las altas temperaturas tampoco ayudan y se padecen más en los hogares vulnerables, ya que «no reúnen las condiciones climáticas».

Isabel Machín y Pilar Pérez, trabajadoras sociales del equipo de familia del área de vivienda de Cáritas Diocesana de Canarias, coinciden con el portavoz. «El verano es un momento crítico para muchas familias, porque no tienen los ingresos suficientes para ofrecer distintas alternativas a los hijos. Muchas veces evitan planes que inciten al consumo, porque no tienen medios ni para pagar un helado», repara Machín.

Para Pérez «las vacaciones reflejan mucho las privaciones, es verdad que es un momento lindo, sobre todo para los niños y las niñas, de un parón, un descanso... y muchas veces piden poco y a veces lo que se hace es acompañar en ese poco, que puede ser ir a la playa, a algún parque o quedar con los amigos».

La estrategia de Irene cuando va a la playa con sus hijas consiste precisamente en sortear los pequeños comercios para que las niñas no pidan ese bocado tan característico del verano, que a menudo es lo único que aplaca el calor. La joven lamenta que sus hijas no entienden que «no puede» costearlo y ni siquiera sabe cómo es capaz de lidiar con la situación a nivel emocional: «Cuando me piden algo, yo les digo: 'Al final de mes', y llevo ya así años».

Irene no percibe prácticamente ingresos, solo la manutención que aporta el padre de sus hijas por las tres mayores. Sin embargo, la pequeña es la que más gastos genera: «Fruta, puré, pañales, toallitas...».

Anteriormente cobraba el ingreso mínimo vital (IMV), que le permitía un mayor desahogo. Pero por un fallo de la propia administración, según relata, dejó de recibirlo. Su reclamación está en trámite y arremete contra el muro de la burocracia, que ralentiza casos extremos y urgentes como el suyo. Asegura que sin la intervención de Cáritas no habría podido salir hacia adelante en varios momentos.

En la imagen superior, Virginia con su hijo pequeño. Abajo, Irene sostiene las manos de sus hijas y a su bebé. Cober
Imagen principal - En la imagen superior, Virginia con su hijo pequeño. Abajo, Irene sostiene las manos de sus hijas y a su bebé.
Imagen secundaria 1 - En la imagen superior, Virginia con su hijo pequeño. Abajo, Irene sostiene las manos de sus hijas y a su bebé.
Imagen secundaria 2 - En la imagen superior, Virginia con su hijo pequeño. Abajo, Irene sostiene las manos de sus hijas y a su bebé.

La cabeza de la joven trabaja a tiempo completo, especialmente en verano. Se pregunta constantemente a dónde puede llevar a las niñas para que se entretengan y disfruten de este paréntesis de las clases. El mar y la arena suelen ser sus grandes aliados. Pero no solo eso. Irene se estruja el cerebro pensando en cómo aprovechar al máximo los alimentos que tiene en casa y que no sobran. Con una pizca de inventiva y bien de arrojo, lo logra: «Si no, pasaríamos hambre de verdad. A veces yo me quedo sin comer para que ellas lo hagan», señala.

Las vacaciones, «un lujo»

Para Virginia —también nombre ficticio— las vacaciones de verano son un «lujo» que no se puede permitir. Ella es natural de Latinoamérica, pero lleva siete años en Europa. Aterrizó en Italia víctima de la trata de personas y recaló en Canarias cuando consiguió salir de ese mundo de tinieblas. Ahora su hijo menor la acompaña, aunque tiene tres más que continúan en su país natal. «A mi hijo le hace feliz ir a Las Alcaravaneras, sus vacaciones son esas, ir a la playa. Yo me lo llevo con un paquete de papas y un refresco, y él es feliz», ahonda.

Virginia es una mujer hecha a sí misma que recuerda al ave fénix. Una vez en las islas, consiguió trabajo cuidando a una persona mayor y con el tiempo descubrió que seguía siendo explotada, pese a que su empleo había cambiado. «Trabajaba las 24 horas y cobraba 600 euros, era un caos total. No me daba para mantener a mis cuatro hijos y a mi madre», detalla.

Claves

45% Ni una semana de vacaciones

Es el porcentaje de familias canarias que ni siquiera pueden permitirse una una semana de vacaciones. La cifra ha subido 4,2 puntos porcentuales desde 2021, según se desprende de la Encuesta de condiciones de vida del INE.

230 Familias asistidas

Es el número de familias que ha atendido Cáritas Diocesana de Canarias en lo que va de año, víctimas de la exclusión residencial. En todo 2024 asistieron a 242.

101 Familias monomarentales

Son las familias monomarentales que han sufrido el problema de la vivienda y que han sido atendidas por Cáritas. Se trata de un perfil muy vulnerable, blanco perfecto de los contratos de alquiler abusivos.

Afortunadamente conoció los diferentes servicios que ofrece Cáritas y tuvo acceso a distintas formaciones: «Cuanto curso hay, cuanto curso que hago», apunta, y en estos momentos ya sabe «hacer uñas y un montón de cosas». «Empecé a estudiar mozo de almacén, que me llevó a la empresa en la que estoy ahora, y después hice carnicería, charcutería, y así sucesivamente», en definitiva, no ha parado. «Lloré muchas veces, un montón de veces, pero no me caí», añade.

Ahora está empleada y relata que uno de los entretenimientos de su hijo este verano es ir a buscarla en guagua. «Cuando yo trabajo él se queda en casa, entonces, para él eso es un paseo», detalla, a la vez que incide en que evita ir a los centros comerciales con el niño, «es frustrante no tener ni para invitarle a un helado».

Ante este escenario, la trabajadora social de Cáritas Pilar Pérez enfatiza que desde el organismo ayudan a las familias más vulnerables a ampliar horizontes y a aprovechar recursos como el bono de guaguas gratis para pasar tiempo de calidad en lugares como Maspalomas. «Tenemos un montón de mar, que eso también es un pulmón para sostener el verano, y para los niños y las niñas es una maravilla», agrega.

«Evito ir a centros comerciales con mi hijo. Resulta frustrante no tener ni para invitarle a un helado»

Virginia

Madre de una familia monomarental

Por su parte, Rodrigo Hernández pone el foco en la ausencia de recursos públicos que pueden ayudar a las familias que más lo necesitan en esta época del año, como son las escuelas de verano gratuitas, subvenciones para comedores o el acceso libre a piscinas municipales. En definitiva, medidas que «permitan a los niños ser niños» en el periodo estival, sobre todo, por su bienestar emocional.

El problema de la vivienda

Tanto Irene como Virginia son víctimas de un problema en aumento: el de la vivienda. Ambas son madres de familias monomarentales, uno de los perfiles más vulnerables. «Históricamente, desde Cáritas, el perfil de las personas que acompañábamos era hombre, sin hogar, que vivían en la calle, y ahora descubrimos esta otra realidad, que tiene rostro de mujer», especifica Pilar Pérez.

La desesperación de personas como ellas por tener un hogar las convierte en el blanco perfecto de los contratos de alquiler abusivos, que incurren en la economía sumergida y que, incluso, no les permiten ejercer derechos como es la solicitud de ayudas. Desde el área de vivienda de Cáritas asisten a estas familias ofreciéndoles información, orientación y, en ocasiones, ayudas para el alquiler. Uno de los objetivos principales es la prevención del sinhogarismo.

La entidad ha atendido a 230 familias víctimas de la exclusión residencial en lo que va de año, es el 95% de las asistidas en todo 2024, 242. La mayoría son monomarentales (101) y de origen latinoamericano (141). No obstante, este fenómeno alcanza cada vez más a la población local, el segundo colectivo más afectado (30).

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