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Elon Musk abrazando un muñeco de Donald Trump, generada por la inteligencia artificial de xIA Grok
Elon Musk: el milmillonario que mueve los hilos

Elon Musk: el milmillonario que mueve los hilos

Elon Musk quiere salvar a la Humanidad, y para ello cree que se debe detener el giro político a la izquierda. El fundador de Tesla y SpaceX es ya una de las figuras más polémicas del mundo y utiliza Twitter para convertirse en azote del buenismo

Sábado, 17 de agosto 2024, 12:12

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«Estamos en un momento crítico y debemos detener el giro político hacia la izquierda». Lo dice el hombre más rico del mundo, Elon Musk, una figura cada vez más polarizante que ha irrumpido como elefante en cacharrería en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Abanderado del libertarismo -una corriente que protege el individualismo y defiende la libertad económica- el empresario utiliza sin rubor la privilegiada atalaya que ha comprado -X, conocida antes como Twitter-, para proyectar su particular visión del mundo. Y cada vez que lo hace provoca un terremoto.

Con casi 200 millones de seguidores y un estilo muy directo que a menudo echa mano del meme, Musk llega a casi todos los rincones del planeta. Buena muestra de ello es la conversación que mantuvo el pasado martes con el candidato republicano Donald Trump, y que se acerca ya a los 300 millones de reproducciones. El 70% de los oyentes tiene entre 25 y 34 años. Es un éxito que utiliza para arremeter contra los medios de comunicación, a los que acusa de propagandistas en una de las muchas batallas en las que se ha embarcado con afán de cruzado: se querella en los tribunales contra antiguos socios en empresas de inteligencia artificial como OpenAI, les dice a los anunciantes que le retiran su apoyo «que se jodan», y denuncia públicamente a gobiernos como el de Brasil porque solicitan que censure su red social.

236.500 millones de dólares

amasa Elon Musk, una fortuna que Forbes calcula teniendo en cuenta, sobre todo, las participaciones del magnate en sus empresas.

Pero, al mismo tiempo, aplaude a regímenes autoritarios como el chino, donde tiene numerosos intereses económicos. Incluso ha llegado a proponer que Pekín instaure una 'zona administrativa especial' en Taiwán, una isla independiente 'de facto' cuya soberanía reclama el Partido Comunista. Ha sido también protagonista en la invasión rusa de Ucrania: primero por permitir a Kiev utilizar sus satélites Starlink para operaciones militares de defensa, y luego por impedirlo cuando los ucranianos trataban de alcanzar objetivos en la ocupada península de Crimea. Por si fuese poco, también ha irrumpido en la guerra de Gaza: tras ser tachado de antisemita, se reunió con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y verbalizó su interés en ayudar para reconstruir la franja, a lo que Hamás respondió con una invitación para visitarla y ver en directo la destrucción provocada. «Creo que ahora es un poco peligroso», respondió.

Elon Musk moviendo los hilos de la política estadounidense, según su sistema de IA. Grok

Musk es un hombre que desconcierta. Lo sabe y lo explota. «Si enumeras todos mis pecados, pareceré la peor persona del mundo. Pero si los comparas con todas las cosas que he hecho bien, cobran sentido», afirmó en una conferencia. Muchos se rascan la coronilla tratando de encajar en alguna casilla su ideología, una que combina elementos del liberalismo económico y del conservadurismo americano, como su preocupación por un colapso demográfico provocado por la caída de la natalidad o la defensa del derecho aportar armas y de la pena de muerte, con elementos más propios del socialismo y del progresismo social, como es su apoyo a una renta universal para hacer frente a la automatización, la protección del colectivo LGTBI o la indiferencia frente a la legalización de la marihuana, una sustancia de la que reconoce haber sido consumidor.

Elon Musk muestra las instalaciones de SpaceX al presidente Barack Obama. Reuters

«Históricamente me he considerado un demócrata moderado, pero ahora siento que estamos en un momento crítico y que Kamala -Harris, candidata del Partido Demócrata- conformará un Ejecutivo aún más a la izquierda del de Biden -al que ya considera extremista-, porque su padre es un marxista. Por eso les digo a los votantes moderados que es momento de apoyar a Trump en su camino a la presidencia. En caso contrario, tendremos grandes problemas», vaticinó Musk durante su 'entrevista-masaje' de dos horas al expresidente, explicitando así su apoyo -que Trump ha agradecido cambiando su opinión sobre los coches eléctricos- y certificando también el giro hacia la derecha que arrancó hace tres años. No en vano, en anteriores comicios avaló a Barack Obama, Hillary Clinton, e incluso al Joe Biden de 2016 que fracasó contra Trump.

Desde la pandemia, Musk se ha definido como «absolutista de la libre expresión» y se ha convertido en el azote de la izquierda 'woke', como se refieren en la superpotencia americana al buenismo. Y si hay que juzgarle por sus actos, es evidente que predica con el ejemplo: tiene 12 hijos de tres mujeres diferentes «para hacer lo posible contra la crisis de la infrapoblación», se ha mudado de California a Texas con dos de sus empresas -Space X y X se suman así a Tesla, que ya estaba radicada en Austin- para pagar menos impuestos y como protesta por una ley que elimina el requisito de informar a los progenitores del cambio de género de un niño, algo «que fuerza a familias a salir de California para proteger a sus hijos», y apuesta sin fisuras por las criptomonedas como vacuna contra la inflación «y la interferencia del Estado en la privacidad de los ciudadanos». De hecho, sabe que es suficiente uno de sus tuits para disparar o hundir su cotización, y es un arma que utiliza a menudo.

Salvador de la humanidad

En cualquier caso, Musk se considera un mesías llamado a salvar la Humanidad a través de su creciente red de empresas, que tienen en común la implementación práctica a escala industrial de importantes avances tecnológicos. El magnate, cuya fortuna Forbes estima en 236.500 millones de dólares, busca electrificar la movilidad con Tesla para reducir emisiones y combatir el cambio climático, dotar al ser humano de 'superpoderes' a través de la implantación en el cerebro de los chips de Neuralink «que permitirán adquirir conocimiento mucho más rápido», para enviarlos luego a Marte a bordo de los cohetes de SpaceX y lograr así que, para cuando todo falle, el 'homo sapiens' sea una especie multiplanetaria capaz de huir de una Tierra devastada. Porque Musk no es optimista.

Musk no dudó en fumar marihuana mientras grababa un podcast con su amigo Joe Rogan R. C:

Lo dejó claro en una conversación que mantuvo en Shanghái con Jack Ma, fundador del gigante de comercio electrónico chino Alibaba, y a la que acudió este periodista. «Tenemos que poder escapar de un apocalipsis en la Tierra, que puede suceder, y asegurarnos la salvación. Debemos ir a Marte cuanto antes», afirmó frente a un público en sepulcral silencio, muestra de su enorme influencia y reflejando una visión que combina la inventiva aventurera de Julio Verne -'De la tierra a la luna' o '20.000 leguas de viaje submarino'- con el pesimismo sociopolítico de George Orwell -1984- y el catastrofismo futurista de J.G. Ballard - 'El mundo sumergido' o 'La sequía'-.

Musk a menudo destaca dos preocupaciones: el cambio climático y la inteligencia artificial. «Los investigadores creen que son más inteligentes que la IA, pero se equivocan. El desarrollo tecnológico es más veloz que nuestra capacidad para entenderlo y adaptarnos a él. Los ordenadores ya han demostrado que pueden batir nuestra inteligencia, y hay juegos como el ajedrez o el go en el que una persona nunca logrará batirlos nunca más. Nuestra ventaja sobre las máquinas será cada vez menor y estará cada vez más confinada», añadió, señalando con dedo acusador a una de las mayores amenazas que, en su opinión, se ciernen sobre la Humanidad.

A pesar de ello, él mismo desarrolla sistemas de inteligencia artificial como Grok, denunciada en Europa por utilizar sin permiso los datos personales de sus usuarios, y disemina teorías de la conspiración y bulos que su propia IA rechaza como falsas llegando incluso a afirmar en televisión que el autor de una masacre en Texas no era un supremacista blanco, algo confirmado por las Autoridades.

No hay término medio para Musk. Es héroe o villano. Se le adora o se le odia. Pero no hay duda de que cada vez ejerce más influencia en todos los ámbitos, desde el político hasta el económico, pasando por el social. Es uno de los pocos empresarios que se lanzan al fango para promover más sus valores que sus negocios, y, ahora, su apoyo puede ser clave para la candidatura de Trump.

'Bullying', olfato y adicción al riesgo: los ingredientes de un genio de los negocios

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Elon Musk nació en la localidad sudafricana de Pretoria hace 53 años. Y demostró su instinto emprendedor a una tierna edad. De hecho, aún no había llegado a la adolescencia cuando decidió vender con uno de sus dos hermanos huevos de pascua caseros puerta por puerta. Con 12 años, tres después del divorcio de sus padres, desarrolló su primer videojuego y vio el potencial del mundo tecnológico en el que se resguardó.

Musk se introdujo en la informática como escapatoria y con 12 años creó su primer videojuego.

Porque, en el terreno personal, Musk recuerda siempre una infancia traumática. Vivió con su padre, al que ha tachado de «malvado», y reconoce que sufrió 'bullying' constantemente. Así que la emigración a Canadá, de donde es originaria su madre, fue una bendición. Pero no tardó en mudarse a Estados Unidos para estudiar dos carreras: Física, «que proporciona un buen armazón para el pensamiento», y Económicas, que es a la que más provecho ha sacado.

Su primer gran éxito fue el sistema de pagos 'online' PayPal. Aunque le echaron de la compañía, mantuvo suficientes acciones como para enriquecerse cuando Ebay la adquirió por 1.500 millones de dólares. «Gané unos 180 millones después de impuestos. Con 100 millones fundé SpaceX, con 70 Tesla, y con los otros 10 SolarCity. Así que tuve que pedir prestado para pagar el alquiler», ha contado.

Preocupado por la caída de la natalidad, Musk ha tenido 12 hijos con tres mujeres. AFP

Sin duda, Musk es un yonqui del riesgo. Una persona a la que no le importa coquetear con la ruina para desplegar su visión de cómo deben ser las cosas. De hecho, ha reconocido que SpaceX habría quebrado si el último lanzamiento no hubiese tenido éxito, y a su catálogo de empresas ha añadido algunas como The Boring Co., especializada en horadar túneles para uno de sus proyectos más locos: Hyperloop, un sistema de transporte ultrarrápido capaz de mover cápsulas con pasajeros por una red de tubos a velocidades cercanas a la del sonido. Aún no es una realidad y muchos dudan de que vaya serlo algún día, pero lo mismo decían de sus chips para el cerebro humano y este año ya ha anunciado que Neuralink ya ha implantado el primero en una persona.

El riesgo le ha resultado rentable. Sobre todo a partir de la pandemia: en 2020 apenas amasaba 24.600 millones de dólares, y dos años después había multiplicado su fortuna casi por diez. Eso le permitió cerrar una de sus operaciones más polémicas: la compra de Twitter. La renombró X, despidió a gran parte de la plantilla, introdujo los servicios de pago, y ha hecho de la red social un espacio en el que hasta la pornografía está permitida. También Donald Trump, cuya cuenta ha restablecido tras el veto por la toma del Capitolio. Juntos lo han celebrado esta semana con un vídeo generado por IA en el que aparecen bailando.

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