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Tras un año más que camaleónico a nivel meteorológico, en el que las principales lluvias del último año se han producido en plena Semana Santa y los capítulos de calima se han multiplicado de manera exponencial en los últimos meses, muchos expertos analizan el futuro climático de Canarias a renglón del más que evidente cambio climático, que puede ir camino hacia una desertización sistemática y a una desaparición casi repentina de gran parte de su litoral en pleno siglo XXI, si se cumplen algunas de las proyecciones más preocupantes.
De hecho, los análisis de gran parte de los meteorólogos se centra ahora en un fenómeno que se ha puesto precisamente de moda a consecuencia del deshielo continuo de los polos y el calentamiento global de los oceános. Hablamos de la AMOC -en inglés, Atlantic Meridional Overturnig Circulation-, lo que denominamos de maera más común como la Corriente Circular del Atlántico. Un fenómeno termorregulador que supone un flujo continuo hacia el norte de agua cálida y salada en las capas superiores del Atlántico y una corriente hacia el sur de aguas más frías y profundas. Esto permite, en el caso de Europa, que las temperaturas sean relativamente más cálidas en ciertas latitudes. Por ejemplo, Inglaterra tendría un clima más frío si no fuera por este fenómeno. En el caso del archipiélago canario, las temperaturas no serían tan suaves como corresponderían -comparadas con Florida o el norte de México-.
Este traslado neto de calor hacia el norte en el Atlántico es único entre los océanos del mundo, que supone hasta el 25% del transporte de calor global atmósfera-océano hacia dicho hemisferio.
El físico y meteórologo de Meteored, José Miguel Viñas, advirtió recientemente, en la previsiones arrojadas para Semana Santa, que, sin duda «vamos hacia un escenario más cálido, si bien se está insistiendo en un estudio de gran impacto en relación a un posible colapso de la AMOC. Ese calentamiento de las aguas está produciendo que se ralentice este proceso, lo que provocaría un cambio climático global de serias consecuencias, con temperaturas muy extremas».
Según Viñas, «estas son hipótesis y siempre hay que tener en cuenta varios aspectos. Pero este colapso, de producirse, no habría formar de pronosticarla a ciencia cierta. Podría ser en 2099 o, en el peor de los casos, en unos pocos años«.
En el peor de los escenarios, las consecuencias serían más que contundentes: «El norte de Europa sería mucho más frío», asemejándose a la climatología de Canadá o de Alaska, mientras que en Canarias, el panorama dejaría una serie de variables más descorazonadoras: «En principio no bajarían o subirían de manera significativa las temperaturas ya que este aspecto, por la latitud, es complejo», dada su situación en el Atlántico Medio. «Lo que sería más seguro es que iría camino de una mayor desertización y a la desaparición de gran parte de sus playas« por la subida de hasta un metro de altura del nivel del mar.
En su opinión, «llevamos acumulando 9 mese de récords de calor encadenados, desde julio de 2023 hasta febrero del presente año. Desde el punto de vista estadístico y meteorológico, es una gran singularidad. Nunca antes se había producido algo así y esto supone un claro signo de alarma al estar disparándose las temperaturas».
«Los océanos son reguladores claros de temperaturas, capturando en situaciones de equilibrio, el 25% del CO2 que estamos introduciendo en la atmósfera», expone Viñas. «Sin duda, ha podido haber una cierta saturación, lo que ha llevado a ese aumento sustancial de las temperaturas».
De hecho, la Corriente Circular del Atlántico es el sumidero de carbono más grande del hemisferio norte. Se «come» al año aproximadamente unas 0,7 PgC -1 Petagramo de carbono- que equivale prácticamente a 1 Gigatonelada de carbono. Además, desde 2020 la temperatura del mar ha ido aumentando un grado cada año.
El marco de escenarios continúa siendo demasiado amplio como para poner de acuerdo a la comunicad científica. Según un estudio de la Universidad de Copenhague publicado el pasado año en Nature Communications, el colapso de la AMOC se produciría,«con un 95% de certeza, entre 2025 y 2095. Lo más probable es que esto ocurra en 34 años, en 2057».
No obstante, la docente e investigadora del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la ULPGC, Dolores Pérez, señaló el pasado verano en unas declaraciones recogidas por CANARIAS7 que se ha visto una «ralentización natural», pero «no un declive significante». A su juicio, el «susto» se vivió en 2009, si bien «no ha sido ese bajón que pensábamos».
En cualquier caso, lo que sí se evidencia es que tenemos ahora un océano mucho más caliente y con menos concentración de hielo, provocando cambios. Al mismo tiempo, Viñas señaló, como gran parte de los expertos en la materia, que aún estamos a tiempo de revertir esta situación antes de alcanzar un punto de 'no retorno' previo a ese posible colapso de la corriente atlántica. Para ello, la reducción drástica de los gases de efecto invernadero debería cobrar un importancia más que capital en la agenda global de los países más desarrollados.
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
Josemi Benítez
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