Plantar conciencia, cosechar convivencia
Un grupo de alumnos y alumnas del IES La Isleta mira de frente al odio y responde con empatía ante el drama humanitario que se vive en las islas
Son las 9.00 horas del martes (17 de junio, día en el que se realizó este reportaje) en el IES La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria. El timbre marca el cambio de clase, y Daniela Rodríguez, Irene Rodríguez, Joan González, Jaydan Hernández, Samara Guitérrez, Daniela Castellano, Sara Quiroga y Naima Heredia ya piensan en las vacaciones de verano. Este año ha sido muy especial para todos y todas, alumnos y alumnas de tercero de la ESO, gracias al proyecto 'Embajadores para el cambio'. En él, han podido conocer de primera mano el fenómeno migratorio en las islas, han convivido con chicos y chicas migrantes de su edad y han retenido la lección más importante: son más los aspectos que les unen que aquellos que los separan.
«Quiero ayudar a las personas que llegan de otros países y se sienten excluidas y mal, que no pertenecen a este lugar, porque yo sé cómo se siente, y quiero evitar eso», explica con madurez Samara Gutiérrez, natural de Colombia, y que este año ha formado parte de la iniciativa.
En ella han podido reflexionar sobre los bulos que se difunden contra la población migrante, el racismo y la discriminación. Todo ello, con el objetivo de convertirse en agentes para el cambio y combatir el odio desde dentro, tanto en su centro educativo como en su barrio, en el que conviven diversas culturas.
«Lo que me gusta de este proyecto es que se intenta hacer sentir a la gente más incluida, que no se sientan aislados por ser de otro lugar, sino que se vean como en casa», ahonda Sara Quiroga.
Ellos y ellas han sido los primeros que han logrado dejar atrás prejuicios o ideas preconcebidas sobre la población migrante. En el caso de Jaydan Hernández, el proyecto le ayudó a ver que estos jóvenes son como él: «Antes de estar en el proyecto iba a un campo de fútbol que hay por aquí y había migrantes, me daba reparo entrar, pero ya juego con ellos». Así, han podido saber que no solo comparten gustos o aficiones, sino también aspiraciones. «Al final, ellos vienen movidos por cumplir un sueño», opina Daniela Castellano.
Este trabajo de integración también se da en las aulas, según explica una de las coordinadoras de 'Embajadores para el cambio', Taide Fleitas. Ahora mismo, uno de los chicos que participa en el proyecto tiene a una compañera de Mali que ya está 100% integrada en el grupo, lo que supone un rayo de esperanza para los menores migrantes que llegan sin la compañía de un familiar y a los que se les hace difícil integrarse.
Los jóvenes no dudan en señalar los bulos que se difunden en las redes sociales como el caldo de cultivo de odio. Para una generación como la de ellos, eminentemente digital, (todos tienen entre 14 y 15 años), resulta habitual observar mensajes que incitan a la discriminación. Daniela Rodríguez por ejemplo, opta por ignorar este tipo de publicaciones y, sobre todo, trata de no tener ningún tipo de interacción: «Lo importante es no darle 'like' ni compartirlo».
Todos coinciden en la «impotencia» que sienten al no poder hacer nada para eliminar ese tipo de contenido, además del cansancio que les produce escuchar esos comentarios «tanto en los medios de comunicación, entre los políticos e incluso dentro de las familias».
Naima Heredia explica que al final, «esos mensajes vienen de personas desinformadas» y muchos apoyan ese tipo de conductas con el fin de «sentirse incluidos y que no los rechacen porque tiene otra opinión».
'Sentir La Isleta: convivir para entender', nació en 2023 para propiciar un acercamiento entre los chicos y chicas de primero de bachillerato y los jóvenes que residen en el Canarias 50 durante un tiempo. Su taller para arreglar bicicletas les llevó a ganar el 'Premio Nacional de Educación para el desarrollo Vicente Ferrer' y el 'Premio Imigración y convivencia 2023 de los Premios Aprendizaje–Servicio'. Con 'Embajadores para el cambio', Iván Ojeda, uno de los coordinadores de la incitativa, pretende impulsar el cambio desde las aulas y que perdure en el tiempo.
En ese proceso se encuentran, en el de plantar una «semillita» que pueda crecer y de la que surjan grandes cosas. Daniela Rodríguez opina que su semilla es la de «concienciar a la gente de que no hable sin informarse, sin saber, porque puede hacer daño a los demás con los comentarios».
«Si la sociedad no tiene conciencia, se trabaja por algo que no se va a conseguir»
Para conformar el equipo de 'Embajadores para el Cambio', Iván Ojeda y Taide Fleitas no se han centrado en las cualidades académicas del alumnado, sino que han puesto en el centro los valores de cada uno de ellos y ellas. Así, se ha seleccionado a 13 alumnos y alumnas que cumplen con el espíritu.
Y el trabajo en equipo, las experiencias que han vivido a lo largo de este curso y el aprendizaje que han retenido han hecho que todos ellos y ellas quieran seguir formando parte de él hasta finalizar sus estudios en el centro educativo. «Muchos de sus padres se sorprendían y nos preguntaban: '¿Qué has visto en mi hijo para ser embajador?'», recuerda Taide Fleitas.
Para ambos docentes lo más valioso de esta iniciativa es ver cómo crecen los jóvenes a lo largo del tiempo. Durante estos meses, han podido visitar el Parlamento de Canarias para trasladar a los políticos su sentir, siendo esta la actividad que con mayor cariño guardan todos y todas al poder sentirse escuchados en la Cámara regional. También elaboraron un mural en Casa África para entregarlo al ya difunto papa Francisco y trasladaron el proyecto a Tenerife y El Hierro con el fin de crear una red de centros de embajadores en las islas.
En el caso de la isla del Meridiano, los chicos se sorprendieron al conocer al alumnado del IES Roques de Salmor, puesto que todos ellos y ellas tenían una profunda conciencia del fenómeno migratorio. No es casualidad, puesto que El Hierro es la isla a la que arriban la mayoría de las embarcaciones. Precisamente, los chicos y chicas estuvieron en mayo, y el día que se tuvieron que marchar vivieron el naufragio de un cayuco a pie de muelle que dejó siete fallecidas: cuatro mujeres y tres niñas. «Estábamos tomando algo y lo vimos por la televisión. Fue muy duro», recuerda Joan González.
Los docentes observaron con orgullo cómo los chicos mostraron empatía ante esta tragedia, como así lo hicieron en Tenerife, donde conocieron a supervivientes de la ruta canaria que les trasladaron su historia de vida. «Tenía pena porque quería ayudarles, pero al final si la sociedad no tiene conciencia sobre ello, es como intentar algo que nunca se va a poder conseguir», argumenta Irene Rodríguez.
Al formar parte de este proyecto, han sido los alumnos y alumnas los que han querido quedarse para seguir trabajando en construir una sociedad mejor y más justa para todos y todas.
De hecho, los profesores abogan por un modelo en el que la autonomía del alumnado es lo primordial. «Son ellos los que se organizan y los que nos proponen qué iniciativas quieren llevar a cabo», explica Iván Ojeda. Así, los chicos y chicas tienen un grupo de WhatsApp en el que comparten opiniones sobre el proyecto e intercambian fotografías de las actividades que van realizando a lo largo del año. No utilizan un tiempo concreto ni tampoco el recreo, sino que aprovechan algunas horas muertas para lanzar ideas que luego se materializarán, según explica Taide Fleitas.
Con la maquinaria bien engrasada, esto solo acaba de empezar. Después de pasar por el Parlamento de Canarias, colaborar con asociaciones que se dedican a la atención en primera línea de los migrantes y trabajar en las aulas, lo chicos se atreven a proponer ideas que quieren llevar a cabo en el próximo curso, y con la idea de trasladar el proyecto a niveles inferiores. «Queremos que la gente sepa quiénes somos, que cada vez nos conozcan más y que sean conscientes de lo que estamos haciendo y con el fin por el que lo hacemos», apunta Daniela Rodríguez.