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Carmina Gustrán, en la Delegación del Gobierno en la capital grancanaria. Juan Carlos Alonso
Carmina Gustrán Loscos / Comisionada de 'España en libertad. 50 años'

«Decir sin rascar 'con Franco se vivía mejor' es un mensaje simplista»

Con la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, España entró en la senda democrática | El Gobierno celebra ahora 50 años de libertad y democracia

Patricia Vidanes Sánchez

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 30 de junio 2025, 23:09

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Doctora en Historia Contemporánea por las universidades de Zaragoza y Nantes (Francia), Carmina Gustrán (Alagón, Zaragoza, 1982), es la responsable del Comisionado que organiza el centenar de eventos proyectados bajo el lema 'España en libertad. 50 años'.

–¿Qué conmemora 'España en libertad'?

–Conmemora el inicio del proceso de lo que nos lleva a donde estamos hoy. Esa ventana de posibilidades que se abre con la muerte de Francisco Franco y ese inicio de un largo camino hacia la consecución de libertades y de la democracia. Tiene diversos tipos de actividades para diversos públicos. Espera llegar a todo el territorio y combina una parte de programa académico con actos de reconocimiento y de celebración de movimientos sociales, feministas, vecinales, ecologistas; y una parte más educativa y cultural. Hay un abanico muy variado de actividades.

–¿Y frente a los que dicen que no era necesario, qué responde?

–Siempre es motivo de celebración celebrar el fin de una dictadura. Todo lo que se ha conseguido en estas últimas cinco décadas, cómo vivimos mucho mejor que en los años 70, creo que es motivo de celebración sin dudar. De hecho, por ejemplo, esta semana que celebramos el Orgullo, creo que es un ejemplo paradigmático de cómo hemos mejorado: de cómo España se ha convertido de un país que encarcelaba y que reprimía –de hecho aquí teníamos el campo de Tefía–, a un país que es un referente en la acogida de gente que huye de sus países perseguidos por su orientación sexual. O un país que ha sido referente en la consecución de derechos como el matrimonio igualitario, la posibilidad de adopción por parejas del mismo sexo; o la ley trans. Me parece que es un ejemplo buenísimo de todo lo que se ha conseguido y todo lo que hay que celebrar.

–«Con Franco se vivía mejor». Frente a este eslogan, ¿qué hacer?

–Pues seguir insistiendo en los hechos y en los testimonios de la gente normal. Hay dos partes, digamos. Una parte más académica de investigaciones historiográficas que llevan trabajando sobre este tema en los últimos 50 años, básicamente desde que se puede empezar a hablar de estos temas, e ir a archivos e investigar sobre el franquismo. Y se demuestra que no es así (con Franco no se vivía mejor). De hecho hemos trabajado con varios ministerios para desmontar estos mitos y tenemos vídeos que se pueden ver en nuestra web (https://espanaenlibertad.gob.es/) en los que se habla de cómo la seguridad social no es un invento de Franco; los pantanos vienen de un plan hidrográfico de los años 20 que luego la República reforma y amplía... Quiero decir que todo lo que muchas veces se atribuye a Francisco Franco viene de antes o son cosas que ya existían y él las retoca. Y desde luego yo creo que muy poca gente vivía mejor. Tenías que ser una muy buena parte del sistema, muy rico y con mucho poder, para vivir mejor porque incluso los propios hijos de las familias franquistas, muchos de ellos se rebelan. Y hay casos interesantísimos de toda esa generación: de Carmen Martín Gaita, de los hijos de Sánchez Mazas (Sánchez Ferlosio)..., toda esa gente que descubre que aunque ellos son parte de los que ganaron la guerra y beneficiarios, no están viviendo bien, no tienen posibilidad de ser ciudadanos de pleno de derecho. Creo que muy poca gente vivía mejor con Franco, incluso aunque estuvieras dentro de ese bando ganador.

Carmina Gustrán durante la entrevista. Juan Carlos Alonso

–¿Y cómo es posible que ese mensaje tendencioso esté calando?

–El auge de la ultraderecha sobre todo entre los jóvenes es un tema complejo que tiene que ver con muchos factores y que está pasando también a nivel internacional, no solamente es un fenómeno de España. ¿Por qué es atractivo? ¿Por qué ahora? Pues en parte porque las políticas progresistas se están llevando a cabo desde el Gobierno y ser antisistema o estar en contra del Gobierno parece más romántico, más atractivo para los jóvenes. Hay también todavía algunas consecuencias de la crisis del 2008, de la crisis de la izquierda, incluso de los 90. Pero también está el tema de las redes sociales y cómo lamentablemente los propios algoritmos acaban favoreciendo los mensajes de odio porque son cortos e impactantes y producen mucha respuesta que se va retroalimentando y acabas dentro de ese círculo de opiniones. Y está la complejidad de la situación en la que vivimos, una crisis sistémica, y la gente busca respuestas y lo más fácil son este tipo de respuestas simplistas. Decir que con Franco se vivía mejor sin rascar es un mensaje simplista que te ayuda a decir 'ya está, he encontrado un poco la solución, esto de la democracia no funciona'. Cuando lo que habría que hacer es investigar un poco, ver qué es lo que está fallando, qué es lo que podemos mejorar... A mí me parece que también hay una crisis del concepto de ciudadanía, de esa responsabilidad del ciudadano en cambiar las cosas. Es preocupante cómo hay ciertos derechos humanos que se están dando por sentados o incluso atacando desde algunas instancias: hay que reivindicar los derechos humanos pero también los deberes humanos.

–¿Cómo se cambia esa tendencia?

–Hay que recuperar los movimientos sociales de los años 70, de gente de a pie, gente normal que se organiza para protestar, para impulsar cambios, para ensanchar los límites de la realidad. Es gente que no suele salir mucho en los libros de historia pero que da ejemplo de ciudadanía. La democracia no es perfecta, pero hay que abrir espacios de debate y entre todos hacerla mejor.

–¿Todos?

–Sí, caben todos los que quieran respetar unas mínimas leyes de entendimiento. El problema es que estamos viendo actitudes hirientes en la confrontación. Es triste.

–Como historiadora, ¿cómo explica que la derecha y la ultraderecha sepan 'vender' la historia mejor que la izquierda?

–Durante las primeras décadas de la transición y de la democracia había tanto por hacer y tantas ganas de cambiar las cosas que muchas veces se dejaron un poco aparcadas ciertas reivindicaciones de memoria de investigación, se quería ser moderno y europeo y esto del pasado era demasiado problemático para abordarlo. Era una cuenta pendiente y con la Ley de Memoria Histórica de 2022 y los movimientos sociales memorialistas se ha avanzado, abriéndose debates en el espacio público, además de abrir fosas. Hay quien ha decidido que eso ya no importa, que no hay que reabrir viejas heridas. Pero si no cierras eso es muy difícil avanzar de manera limpia.

–¿Y esto es un año de conmemoración y después nos olvidamos?

–Estamos en ese debate desde el Comisionado. Intentamos que algunas de las actividades permanezcan, por ejemplo la formación de formadores, seminarios con profesores, con presidentes de asociaciones de barrio, con gente que está trabajando con jóvenes...

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