El hambre como arma de guerra
El colmo de la inhumanidad lo constituye la sistemática destrucción de la infraestructura sanitaria y la persecución del personal médico en Gaza
En uno de los textos más desgarradores de Stefan Zweig, 'El mundo de ayer', el escritor austriaco evoca la catástrofe de una Europa que se ... precipita en su propia destrucción. Narraba con una mezcla de nostalgia y lucidez el derrumbe de una civilización que, habiendo alcanzado grandes cotas de progreso, fue incapaz de evitar su propia barbarie. Hoy, ante el horror que vive la población civil de Gaza, esa mirada de Zweig resuena con fuerza. Porque asistimos, de nuevo, a un episodio en el que la civilización se traiciona a sí misma, y lo hace por medios tan antiguos como brutales: el hambre y la aniquilación del cuidado sanitario como instrumentos de guerra.
Publicidad
Desde hace meses, Gaza sufre un bloqueo total que impide el acceso a alimentos, medicinas, combustible y agua. Esta estrategia deliberada, denunciada por organizaciones internacionales como el Programa Mundial de Alimentos (WFP) o la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), ha conducido a una situación de hambruna severa. Más del 30 % de los niños y niñas padecen desnutrición aguda. En julio de 2025, más de 100 personas murieron solo por inanición. Se han superado ya dos de los tres umbrales establecidos por la Clasificación Integrada de Seguridad Alimentaria (IPC) para declarar formalmente una hambruna.
Como presidente de la Organización Médica Colegial de España y de Unión Profesional, no puedo sino expresar la más rotunda condena a este uso criminal del hambre como arma. No se trata de una cuestión política, ideológica o partidista: se trata de humanidad. Y de legalidad. El Derecho Internacional Humanitario, en su Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra (1977), prohíbe expresamente «hacer padecer hambre a las personas civiles como método de guerra» (artículo 54). El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional lo tipifica como crimen de guerra. Y sin embargo, ocurre. A la vista de todos.
El colmo de la inhumanidad lo constituye la sistemática destrucción de la infraestructura sanitaria y la persecución del personal médico en Gaza. Los hospitales, que deberían ser lugares inviolables, han sido blanco recurrente de ataques. Las ambulancias, los quirófanos, los almacenes de medicamentos han dejado de existir. Médicos y enfermeras son detenidos o asesinados. En palabras del Derecho Internacional, estos hechos también constituyen crímenes de guerra.
Publicidad
Cuando se utiliza el hambre y se destruyen hospitales como estrategias de guerra no es solo Gaza la que sufre: es nuestra idea de humanidad la que se tambalea
Zweig, testigo del suicidio de Europa en el siglo XX, decía que «cuando la barbarie se disfraza de razón de Estado, la cultura retrocede siglos». Hoy, en pleno siglo XXI, cuando se utiliza el hambre y se destruyen hospitales como estrategias deliberadas de guerra, no es solo Gaza la que sufre: es nuestra idea misma de humanidad la que se tambalea.
La profesión médica no puede ni debe permanecer en silencio. La medicina nació para cuidar, para aliviar el dolor, para proteger la vida. Cuando el poder político convierte al médico en objetivo militar o al hospital en blanco legítimo, estamos ante un atentado directo contra los valores que sustentan nuestra profesión. Por eso, desde la Organización Médica Colegial de España y desde Unión Profesional, alzamos la voz para exigir el inmediato del bloqueo de alimentos, medicinas y ayuda humanitaria en Gaza; el respeto absoluto a los hospitales, instalaciones médicas y personal sanitario, conforme al Derecho Internacional; la rendición de cuentas ante la Corte Penal Internacional por los crímenes de guerra cometidos, y la intervención urgente de la comunidad internacional para garantizar el acceso seguro de ayuda y personal médico.
Publicidad
No es una cuestión política. Es una cuestión de dignidad humana. Y de memoria histórica. Porque si algo nos enseñaron las tragedias del pasado es que el silencio de las instituciones, de las profesiones y de las conciencias no es neutral: es cómplice. No hay nada, sea esta una creencia política, filosófica o religiosa que esté por encima de la dignidad humana. Nada, absolutamente nada.
Como dijo Stefan Zweig, «nada endurece tanto el corazón del hombre como la costumbre de ver sufrir». Nuestra responsabilidad, como médicos, como profesionales, como ciudadanos, es resistir esa costumbre. Es mirar el sufrimiento de frente y no apartar la mirada. Es no resignarse. Porque hay un límite que la civilización no debe cruzar jamás: usar el hambre y la destrucción del cuidado como armas.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión