Canarias tiene un límite: también en nombre de quienes vendrán
Acaymo será libre de decidir su camino. Pero deseo que nunca pierda ese vínculo con esta tierra. Que entienda que defender Canarias no es una moda, sino un acto de amor
Canarias tiene un límite. No es una consigna: es un grito de defensa del territorio. Una advertencia, una esperanza, una exigencia de justicia. Mientras escribo ... estas líneas, pienso en Acaymo, mi sobrino. Le pusimos ese nombre porque reflejaba la fortaleza de un joven guanche de Tacoronte que defendió su territorio frente a la invasión. Acaymo lleva en su nombre la historia de resistencia, el arraigo a esta tierra que tanto queremos y el deber de cuidarla como quien cuida una herencia sagrada. Tenerlo presente es una forma de recordarme por qué luchamos.
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Dentro de unos años, cuando camine por nuestras costas o juegue bajo los pinos en el refugio, quiero que sepa que no todo fue siempre como lo ve. Que hubo un tiempo –este tiempo— en el que Canarias empezó a decir basta. Que las plazas se llenaron de gente gritando que «Canarias tiene un límite» porque entendimos que defender nuestras islas también es defender nuestro futuro. Pero sobre todo el suyo.
Estos días empieza a sonar con fuerza el término 'justicia intergeneracional'. Un concepto que a veces se usa para enfrentar a jóvenes y mayores, como si los derechos fueran escasos y supusieran una batalla entre generaciones. Pero para mí, esa justicia tiene otro significado: es la promesa de que Acaymo y quienes vengan después tendrán derecho a vivir con dignidad en la tierra que les vio nacer.
Por eso el 18 de mayo salimos a la calle. Porque algo tan pequeño como un grano de arena o tan inmenso como el Teide puede desaparecer si no le ponemos límites al expolio.
Lo que estamos viviendo en Canarias no es solo un conflicto turístico. Es la expresión tangible de una crisis ecosocial que nos golpea con fuerza, y que la juventud lleva años denunciando con coraje y claridad. El encarecimiento de la vivienda, la turistificación sin control, la privatización del agua, la destrucción de ecosistemas y la expulsión de las familias trabajadoras de sus propios barrios no son fenómenos aislados. Son el síntoma de un modelo económico que ha olvidado los límites del territorio, los derechos de su gente y el sentido común.
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Quiero explicarle a Acaymo que cuando hablamos de límites, no hablamos de muros: hablamos de dignidad. De saber decir «hasta aquí» cuando quieren convertirnos en decorado barato para turistas, mientras nuestras familias no encuentran casa ni trabajo. Hablamos de levantar la voz para frenar 'proyectos de interés insular' que amenazan montes, costas y barrancos que nuestros abuelos protegieron con sus manos. Y hablamos también de lucha colectiva, de saber que cuando nos organizamos y salimos juntas a la calle somos capaces de frenar lo injusto y abrir camino a lo posible.
No estamos en contra del turismo. Lo que queremos es un modelo distinto: uno que respete la vida, que no agote el agua, ni infle los alquileres y garantice derechos. Que ponga a la gente por delante del beneficio rápido y que no condene a la juventud a heredar solo deuda ecológica y precariedad. Un turismo que no borre lo que somos.
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Acaymo será libre de decidir su camino. Pero deseo que nunca pierda ese vínculo con esta tierra. Que entienda que defender Canarias no es una moda, sino un acto de amor. Que justicia intergeneracional significa que quienes hoy tomamos decisiones lo hacemos pensando en él, en lo que van a heredar Acaymo y su clase del colegio. Y que heredar no es solo recibir, es seguir cuidando, para que nuestras hijas y nietos no solo puedan vivir, sino también quedarse.
Este 18 de mayo, cuando suenen los bucios y las pancartas llenen las calles, Acaymo estará en mi pensamiento. No como símbolo, sino como destinatario real de cada paso que damos. Porque no luchamos solo por nosotras y nosotros: luchamos por su derecho a quedarse, a pertenecer, a vivir sin renunciar a lo que es. Acaymo, tu nombre lleva historia. Que tu vida lleve futuro.
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Nos vemos en las calles, porque Canarias tiene un límite.
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