Vea la portada de CANARIAS7 de este viernes 5 de diciembre de 2025
EFE

Carlos

A la última ·

Solo él sabe lo que le costó sentarse, abrir un libro, comprender lo que decía y recordarlo el tiempo suficiente como para volcarlo en el examen de oposición

«A ver cuándo me sacas en una columna». Me lo suelta a bocajarro, sin dobleces ni segundas intenciones porque no sabe lo que son. ... Es de una sinceridad compacta, como los besos que planta en las mejillas: no son besos al aire ni de refilón, sino besos sonoros y consistentes que responden al enorme cariño que ha recibido de los suyos, el que compensa todo el que no tuvo durante sus dos primeros años de vida. Además de afectuoso, es sociable y juguetón, tanto que, cada vez que se encuentra con mi santo, se repite la misma escena: él le pide cinco euros para cortarse el pelo, mi santo reniega, se hace el remolón («¡pero si lo llevas cortísimo!», le dice) y acaba por dárselos. Sabe que a él, a Carlos, le gusta el tira y afloja, y que experimenta una pequeña victoria cuando, al fin, se mete el billete en el bolsillo.

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Hace ya dos décadas, llegó de Rusia como un 'sputnik': desembarcó en Barajas y empezó a correr por la terminal. Siguió corriendo y moviéndose, hasta que sus padres (¡ay, sus padres!) consiguieron lo que parecía imposible: tranquilizarlo, bajarle las revoluciones. Dejó de dar vueltas como un satélite fuera de órbita gracias a un programa de paciencia, constancia y ternura, y aprendió a dominar su inquietud, esa que le llevaba a menearse como una lagartija y que provocaba en su cabeza un alboroto continuo que le impedía concentrarse. Solo él sabe lo que le costó sentarse, abrir un libro, comprender lo que decía y recordarlo el tiempo suficiente como para volcarlo en el examen de oposición. Pero ahí estaban ellos para ayudarle: a un lado, siempre, su madre; al otro, siempre, su padre. Ahora, Carlos trabaja como auxiliar del Servicio Murciano de Salud. Y aquí tiene su columna.

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