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Efe

Democracia: más allá del voto, hacia la acción como respuesta

No basta con gestionar expedientes o negociar en los pasillos institucionales: deben implicarse en iniciativas que devuelvan la voz a la sociedad

Pedro La Cámera Ruano

Domingo, 23 de noviembre 2025, 23:05

En tiempos de incertidumbre política y social, la democracia corre el riesgo de reducirse a un ritual institucional: votar cada cierto tiempo, escuchar discursos oficiales ... y aceptar que las decisiones se toman en despachos lejanos. Pero la democracia, si quiere ser auténtica, no puede limitarse a las instituciones. Se defiende y se fortalece en la vida pública, en la calle, en los medios, en las conversaciones cotidianas.

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Convertir a la ciudadanía en espectadora pasiva es la antesala de la erosión democrática. Cuando la gente se repliega en la comodidad del sofá, otros ocupan el espacio común con intereses particulares o con discursos que buscan dividir. Por eso es imprescindible que la ciudadanía se reconozca como protagonista, que se organice, que se exprese y que reclame su lugar en el debate público.

La reciente condena del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por revelación de secretos es un ejemplo que ilustra la fragilidad de nuestras instituciones y la necesidad de una ciudadanía vigilante. Que el máximo representante del Ministerio Público haya sido apartado de su cargo por una sentencia firme del Tribunal Supremo no es un hecho menor: muestra que incluso quienes deberían garantizar la legalidad pueden verse envueltos en prácticas que socavan la confianza pública. La reacción social y política que ha seguido a este fallo evidencia que la democracia no se sostiene únicamente en los equilibrios formales de poder, sino en la capacidad de la sociedad de exigir transparencia y rendición de cuentas.

Las organizaciones políticas tienen aquí una responsabilidad ineludible. No basta con gestionar expedientes o negociar en los pasillos institucionales: deben implicarse en iniciativas que devuelvan la voz a la sociedad. Necesitamos voces valientes que digan lo que está ocurriendo en nuestro país, que nombren las injusticias y que convoquen a la acción. Solos, como individuos aislados, poco podríamos hacer. Pero juntos, desde las tribunas, la calle y los medios, podemos construir un muro de defensa frente a quienes pretenden vaciar la democracia de contenido.

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La democracia no es un espectro abstracto ni un procedimiento frío. Es una práctica viva que se alimenta de la participación, de la crítica, de la presencia activa en los espacios comunes. Defenderla significa ocupar esos espacios, no abandonarlos. Significa recordar que la soberanía no se delega por completo: se ejerce cada día, en cada gesto, en cada palabra que se pronuncia en público.

Hoy más que nunca, la democracia necesita ciudadanos que no callen, organizaciones que no se escondan y medios que no se resignen. Porque si la democracia se reduce a un trámite institucional, deja de ser democracia. Y entonces, lo que perdemos no es solo un sistema político: perdemos la posibilidad de vivir en libertad. Y ese riesgo, lamentablemente existe, se hace presente.

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