Hay noticias que en el encabezado de su versión digital ponen el tiempo estimado de lectura, pero a veces estaría bien que midiéramos también cuánto ... tiempo tardamos en olvidar la historia que hemos leído, porque dice mucho de nosotros. Antonio Famoso era un albañil jubilado de 86 años que vivía en Valencia. Hace tres décadas se separó de su mujer y de sus hijos, habían roto todo contacto, pero una inundación causada por las recientes lluvias destapó la tragedia. El hombre llevaba doce años muerto en su casa sin que nadie se hubiera dado cuenta, y lo dramático del asunto no es solo lo que ha sucedido, sino el tiempo que hemos tardado en darnos cuenta de qué pasaba.
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La soledad no deseada afecta al 20% de españoles, según el último Barómetro que elabora la Fundación ONCE, y el caso de Antonio no es un suceso puntual, sino que tiene que ver con una situación colectiva, un fallo sistémico: ¿cómo es posible que todo el engranaje social pasara por alto su aislamiento? A medida que pasan los días, esta pregunta tiene la insistencia de una mosca contra el cristal.
Según el periódico Las Provincias, Antonio había renunciado a la custodia de sus hijos, los había desheredado cuando se hicieron mayores de edad, ni llamadas ni mensajes, nada. Además, apenas tenía relaciones sociales. Pienso en figuras clave de nuestra sociedad; su médico, cualquier vecino, en alguien del bar, de la farmacia, incluso en algún requerimiento de Hacienda o la Seguridad Social, y entonces vuelve con insistencia la duda: ¿cómo es posible? Muchos pensaban que se había mudado, pero la ventana de su domicilio ha estado abierta todo este tiempo, y por esa ventana veían entrar y salir palomas. De hecho, cuando un hedor empezó a recorrer el edificio, lo achacaron a eso, a un palomar.
Otra de las circunstancias más abrumadoras del caso tiene que ver con lo financiero: en un momento dado, Antonio dejó de pagar la cuota de la comunidad de vecinos y el caso llegó a un juzgado. Entonces le embargaron la cuenta, retiraron los 11.000 euros que debía y el vecino volvió a tener sus obligaciones en orden, aunque no fuera consultado en ningún momento. Para ese entonces, Antonio llevaba años muerto.
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Fue la lluvia la que destapó la tragedia, pero también nuestra catástrofe colectiva: una filtración por su terraza llegó a la vecina de su piso de abajo, el seguro se puso en marcha, y lo demás, es noticia, lo lleva siendo toda la semana. Somos capaces de convivir con la ausencia y no verla, a pesar de estar más conectados que nunca. ¿A qué, me pregunto? ¿Y por cuánto tiempo?
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