¿Por qué no funciona el comercio local?
«Abrir un pequeño comercio en España se ha convertido en una carrera de obstáculos cargada de burocracia, costes y obligaciones sin sentido»
Mucho se habla de apoyar al comercio local. Se nos anima a comprar en la tienda de la esquina, al emprendedor del barrio, al autónomo ... que se levanta cada mañana con ilusión y sacrificio. Pero, ¿alguien se ha preguntado por qué cada vez hay más locales vacíos, negocios que cierran antes de cumplir un año o emprendedores frustrados por no poder siquiera empezar?
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La respuesta es tan clara como incómoda: abrir un pequeño comercio en España se ha convertido en una carrera de obstáculos cargada de burocracia, costes y obligaciones sin sentido. Antes incluso de subir la persiana, ya debemos pagar licencias, tasas, seguros, gestorías, inspecciones y una montaña de trámites que asfixian al pequeño emprendedor. Y todo esto sin ninguna garantía de éxito. Solo por intentarlo, ya se nos penaliza. Pero los problemas no acaban ahí. Cuando por fin arrancamos, nos convertimos —sin pedirlo— en recaudadores del Estado. Retenemos impuestos, gestionamos cotizaciones, informamos a Hacienda, soportamos inspecciones… pero ¿dónde está el retorno? ¿Dónde están los incentivos por asumir ese papel fiscal sin compensación?
Además, debemos lidiar con una legislación laboral rígida, que penaliza al pequeño empresario, impide ajustar plantillas en función de la productividad real y premia, en ocasiones, el abuso de derechos como las bajas laborales sin justificación clara. La protección es necesaria, pero cuando se convierte en abuso, acaba perjudicando al resto de trabajadores y al propio sistema. Y mientras tanto, seguimos pagando cuotas desproporcionadas, luchando contra la competencia desleal del comercio 'online' —muchas veces sin regulación ni impuestos justos—, enfrentándonos a normativas cambiantes y sin margen para innovar o crecer.
Ante esta situación, es urgente plantear reformas profundas si queremos que el comercio de cercanía vuelva a ser motor económico y social de nuestros barrios:
1. Reducción de la burocracia y digitalización de procesos para abrir un negocio en menos de 15 días, con una 'ventanilla única' efectiva.
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2. Bonificación total o parcial de impuestos municipales durante el primer año de actividad, incluyendo licencias, tasas y alquileres de locales públicos.
3. Flexibilización de la contratación y del despido, especialmente en microempresas, adaptando nuestro modelo al de países con mayor dinamismo laboral.
4. Revisión del sistema de bajas médicas, introduciendo mayores controles y evaluaciones rápidas para evitar abusos que penalizan a todo el equipo.
5. Reducción de cotizaciones sociales a los nuevos contratos indefinidos en empresas de menos de 5 trabajadores, para incentivar el empleo estable.
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6. Establecer incentivos fiscales a consumidores que compren en comercio local (deducciones por consumo en pequeños negocios).
7. Proteger al comercio local frente a prácticas abusivas de grandes plataformas online, exigiendo igualdad fiscal y cumplimiento de la normativa.
8. Crear la figura del mentor empresarial local, donde empresarios veteranos acompañen a nuevos emprendedores con experiencia y asesoramiento gratuito.
El pequeño comercio no necesita caridad ni discursos bonitos. Necesita aire, flexibilidad, respeto y un entorno donde emprender no sea una heroicidad.
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Quienes arriesgan su tiempo, su dinero y su salud para generar empleo y riqueza no deberían sentirse perseguidos, desprotegidos o despreciados. España no saldrá adelante sin comercio local, sin autónomos, sin pequeños empresarios.
Reivindicar esto no es quejarse. Es exigir un modelo justo, sostenible y moderno. Uno que valore al que se levanta a las 6 de la mañana para abrir su tienda, y no al que vive cómodamente del esfuerzo ajeno.
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Con respeto, pero con firmeza.
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