El clima se acelera. Nosotros no
La sequía, el estrés térmico, los incendios o el deterioro de los ecosistemas costeros ya condicionan nuestra vida cotidiana
La Cumbre del Clima en Brasil llega con expectativas enormes y dudas igual de grandes. Será la primera cumbre celebrada en un país amazónico y ... debería marcar un punto de inflexión: acelerar la descarbonización, corregir el rumbo tras el balance mundial y asegurar financiación real para adaptación y pérdida y daño. Retos ineludibles, pero la respuesta política continúa muy por detrás de lo que exige la ciencia.
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Aun así, vamos a estar allí, en Island Voices @ COP30, llevando la voz de Gran Canaria y del archipiélago. Lo hacemos desde un escepticismo honesto, porque las negociaciones avanzan más lentas que el calentamiento global, pero precisamente por eso hay que estar: para recordar que el tiempo se agota y para defender modelos que funcionan.
El contexto global tampoco ayuda. La extrema derecha crece alimentando dudas, polarización y rechazo a la acción climática. Y, en paralelo, aparecen discursos locales que banalizan la crisis. Hace unos días, un articulista hablaba de 'estafa verde', ignorando que, aunque perfectibles, las tecnologías limpias y las políticas basadas en evidencias son hoy nuestras herramientas más eficaces para proteger ecosistemas y comunidades. Renunciar a ellas es renunciar al futuro. Frente al negacionismo nihilista, necesitamos pensamiento crítico, compromiso social y la capacidad de construir sistemas más justos donde tecnología, equidad y conservación ambiental trabajen juntas.
A esta dificultad se suma la propia naturaleza del fenómeno. El filósofo Timothy Morton define el cambio climático como un 'hiperobjeto': tan vasto y omnipresente que cuesta interiorizarlo. Lo vemos en fragmentos -olas de calor, incendios, sequías, presas vacías-, pero nos cuesta entenderlo como un todo. Y si no lo percibimos de golpe, claramente, reaccionar se vuelve difícil. Pero la realidad ya no admite demoras.
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El informe '10 Nuevas Claves en Ciencia del Clima' lo confirma: el calentamiento se acelera, los fenómenos climáticos extremos se normalizan y los ecosistemas dejan de absorber el CO₂. Mientras tanto, China despliega renovables, baterías y vehículos eléctricos a un ritmo que cambia la economía global. Europa, más prudente, llega tarde. Alemania ve cómo su industria del automóvil pierde terreno, y el continente corre tras la ola del cambio en lugar de liderarla. La lentitud se paga en soberanía.
Para Gran Canaria, esto no es un debate abstracto. La sequía, el estrés térmico, los incendios o el deterioro de los ecosistemas costeros ya condicionan nuestra vida cotidiana. Pero también tenemos algo que otros no: un potencial solar y eólico extraordinario y una escala insular que permite repensar el sistema energético como un todo. Mitigar aquí es ganar soberanía: producir, almacenar y gestionar nuestra propia energía en lugar de depender de combustibles importados.
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Para lograrlo necesitamos desplegar renovables con planificación clara, desarrollar el almacenamiento, electrificar la movilidad y la climatización, modernizar la red para integrar generación distribuida y crear industria y empleo local vinculados a la energía limpia. El problema no es tecnológico: es político y de gobernanza.
Podemos avanzar hacia un modelo centralizado, controlado por pocos, o hacia una transición democrática donde los ayuntamientos, las comunidades energéticas y la ciudadanía tengan un papel protagonista y el retorno económico quede aquí. Las islas no son periferia: son laboratorios reales donde se pueden demostrar soluciones que luego escalen a Europa.
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Ese será el mensaje que llevaremos a la COP30 y al Global Sustainable Islands Summit 2026, que Gran Canaria acogerá como anfitriona internacional. La transición energética no puede ser solo urgente: debe ser justa. No se trata únicamente de evitar el colapso, sino de construir una prosperidad nueva, compartida y basada en nuestras propias decisiones.
Y esas decisiones, para Gran Canaria, se toman ahora. Porque el clima se acelera. Y nosotros no podemos permitirnos continuar sin acelerar también.
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