Tras el éxito arrollador del metaverso (sí, ese que apenas recordamos con nostalgia y unas cuantas gafas olvidadas en cajones), Mark Zuckerberg quiere reinventar el ... futuro. Esta vez, su visión no se limita a mundos virtuales vacíos, sino que se lanza de lleno a conquistar el siguiente nivel del juego: la superinteligencia. ¿Y quién mejor para liderar esta revolución que quien ya nos convenció de que íbamos a pasar la vida con un avatar sin piernas?
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Zuckerberg lo tiene claro: la próxima gran transformación tecnológica llegará gracias a sistemas de IA que no solo piensan, sino que aprenden a pensar mejor que nosotros. Una inteligencia artificial que no sustituye al ser humano sino que lo empodera, lo acompaña y, con suerte, lo hace parecer un poco menos torpe.
Mientras algunos se empeñan en automatizar el trabajo, Meta nos promete una IA que nos ayude a ser la mejor versión de nosotros mismos… siempre que no estemos intentando hacer algo que ella ya pueda hacer mejor.
La propuesta es ambiciosa. Tan ambiciosa que ha merecido la creación de un nuevo laboratorio con nombre de superhéroe: Meta Superintelligence Labs. Y al frente, Alexandr Wang, un joven prodigio de 28 años que probablemente ya esté en la lista de futuros Nobel de todo lo que se pueda. Meta compró su anterior empresa, Scale AI, por más de 14.000 millones de dólares. Un detalle sin importancia, si uno está decidido a reinventar el mundo.
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El equipo lo forman investigadores que vienen de OpenAI, Google DeepMind y Anthropic, con fichajes que rozan los 100 millones de dólares por cabeza. Lo nunca visto, salvo que uno recuerde el mercado de fichajes del fútbol saudí.
Naturalmente, esto ha levantado ampollas en la competencia. Sam Altman, CEO de OpenAI, ha acusado a Meta de querer quedarse con todos los cerebros. Visto lo visto, es posible que tenga razón… aunque en este caso, es literal.
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Para dar vida a esta superinteligencia, Meta no se anda con medias tintas. Está construyendo centros de datos con nombres mitológicos como 'Prometheus' o 'Hyperion', porque 'Centro de Datos 4' no suena igual de épico.
Algunos alcanzarán hasta 5 gigavatios de potencia. ¿Para qué? Para asegurarse de que el poder de esta inteligencia artificial pueda competir con el de una ciudad pequeña. Todo, por supuesto, con un presupuesto de hasta 72.000 millones de dólares en un solo año. Lo habitual en cualquier proyecto de I+D.
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Mientras tanto, la revolución ya ha comenzado en nuestros rostros. Las gafas Ray-Ban Meta, equipadas con IA, micrófonos, cámaras y probablemente un poco de alma, son el primer paso hacia una vida donde siempre estaremos asistidos por una entidad más lista que nosotros. Porque, seamos sinceros, ¿quién quiere vivir sin que unas gafas le digan lo que está viendo a través de ellas?
Zuckerberg lo explica con claridad: quien no use dispositivos potenciados con IA quedará en desventaja cognitiva. El mensaje es sutil: si no te subes al carro, no digas luego que no te avisaron. Esta vez no hay piernas virtuales de por medio. Esta vez es serio.
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Eso sí, la transparencia sigue siendo un concepto relativo. Meta, que antes se vanagloriaba de su enfoque open source, ahora reconoce que abrir modelos tan potentes puede ser, digamos, un poco peligroso. Lo que antes era compartir conocimiento, ahora podría ser una irresponsabilidad global.
Y para prevenir posibles catástrofes, Meta ha decidido automatizar el 90% de sus propias evaluaciones de riesgo con… inteligencia artificial. ¿Qué podría salir mal?
También se han levantado voces críticas sobre el uso de los datos personales. Al parecer, entrenar a una superinteligencia con millones de conversaciones de WhatsApp sin cifrado extremo a extremo no ha entusiasmado a todos. Pero bueno, si el precio de tener un asistente omnisciente es que sepa con quién hablaste a las 3 de la mañana, habrá que considerarlo un daño colateral aceptable.
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Y por si todo esto no fuera suficiente, la superinteligencia de Zuckerberg también es una cuestión geopolítica. Estados Unidos, según él, liderará esta nueva era de progreso cognitivo. Porque si alguien va a construir una IA todopoderosa, que al menos hable inglés americano.
Ahora bien, no todo el mundo está igual de entusiasmado. Algunos inversores, quizás aún con la resaca del metaverso, se preguntan cómo se monetiza exactamente una superinteligencia. Y sobre todo, cuándo. De momento, las cifras son astronómicas y los beneficios... conceptuales. Pero lo importante es tener visión. Y presupuesto. Mucho presupuesto.
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En cualquier caso, prepárense. Si con el metaverso surgieron expertos en mundos inmersivos como setas tras la lluvia, ahora llega la nueva ola: los gurús de la superinteligencia. En pocas semanas veremos cursos exprés, libros, charlas TED y hasta másters online sobre cómo «potenciar tu productividad con tu IA interior». Porque en este nuevo mundo, no basta con ser inteligente: hay que parecer superinteligente.
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