Cuando hablamos de los cambios recientes en Google, solemos centrarnos en la inteligencia artificial: los nuevos resúmenes generados automáticamente, la búsqueda conversacional, la integración de ... texto, imagen y voz...
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Pero detrás de todo esto, el verdadero motor del cambio no ha sido la tecnología, sino nosotros, los usuarios. No ha sido Google quien nos ha impuesto una nueva forma de buscar, sino que hemos sido nosotros quienes, sin darnos cuenta, hemos empujado a Google a transformarse.
Hace poco más de un año, la mayoría usaba Google con una expectativa clara: obtener una lista de enlaces. Algunos esperaban encontrar fragmentos destacados o una respuesta rápida, pero la búsqueda seguía siendo una especie de detective digital: uno escribía palabras clave, revisaba resultados y elegía el más prometedor.
Sin embargo, eso ha cambiado radicalmente. Hoy queremos algo distinto: soluciones completas, bien explicadas, adaptadas a nuestras necesidades y que estén disponibles al instante.
Esta evolución no ha surgido de la nada. Vivimos rodeados de inteligencia artificial en nuestras vidas cotidianas. Asistentes virtuales, resúmenes automáticos, traducciones en tiempo real... Todo eso ha elevado el estándar. Ahora esperamos que cualquier tecnología, incluida la búsqueda, entienda lo que queremos aunque no lo expresemos con precisión.
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No buscamos enlaces: buscamos respuestas, recomendaciones, decisiones tomadas con criterio y explicaciones con contexto.
Google ha respondido a esa demanda. Lejos de lanzar funciones por capricho, ha adaptado su motor de búsqueda para ofrecernos justo eso: respuestas más inteligentes, más útiles y más cercanas.
El modo conversacional, los resúmenes de IA y las sugerencias contextuales son una consecuencia lógica. El usuario ha cambiado, y el buscador se ha adaptado. La clave de esta transformación es la intención.
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En el pasado, Google solo analizaba palabras clave. Hoy, gracias a la IA, intenta entender lo que realmente queremos decir. Puede que nuestra búsqueda esté mal escrita, sea ambigua o larga, pero aún así espera descifrarla correctamente. Y no solo eso sino que cada vez más Google considera nuestra ubicación, historial de búsquedas, intereses y hasta nuestras interacciones con otros servicios para personalizar los resultados.
Esto tiene implicaciones importantes. Ya no vemos los mismos resultados que los demás. Queremos y recibimos respuestas ajustadas a nuestras preferencias. Este nivel de personalización plantea retos, especialmente en privacidad, pero responde a una realidad: exigimos que la tecnología nos entienda como individuos.
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También hemos cambiado nuestra manera de preguntar. Si antes usábamos frases cortas como 'mejores hoteles Canarias', ahora escribimos preguntas completas: '¿Qué hotel en Canarias es recomendable para familias con niños en agosto?' Incluso usamos imágenes, voz o video para buscar. La búsqueda se ha vuelto multimodal y conversacional. Y Google, por supuesto, ha tenido que adaptarse a ese nuevo lenguaje.
Además, lo que valoramos como información útil también ha cambiado. Ya no nos basta con la información oficial o corporativa. Buscamos opiniones reales, experiencias personales, debates en foros o reseñas en vídeo. Por eso ahora vemos más resultados de Reddit, YouTube o Quora. Queremos una visión más cercana, más humana, más creíble.
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Sin embargo, este nuevo enfoque ha tenido consecuencias claras, especialmente para quienes generamos contenido en la web. Las funciones como los AI Overviews ofrecen respuestas directas en el propio buscador. Esto significa que muchas veces ya no hace falta hacer clic en ningún enlace. La información está allí, resumida. Y eso, para los medios, blogs o sitios educativos, supone un golpe importante.
El tráfico hacia estos sitios ha caído. Según varios estudios, desde la expansión de estas funciones, los clics han descendido hasta un 30%, aunque las impresiones han aumentado. Para las búsquedas que activan estos resúmenes, el descenso es aún más acusado: del 7,3% al 2,6% de clics en algunos casos. Esto afecta especialmente a los medios que vivían del tráfico orgánico, es decir, de las visitas desde el buscador.
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Hoy en día, estar visible ya no garantiza recibir visitas. Aunque tu contenido sea citado en el resumen, puede que ni aparezca claramente identificado. A menudo, el usuario obtiene la información que buscaba sin necesidad de entrar en tu página. Y si lo hace, es después de haber pasado por varios otros resultados.
Todo esto obliga a cambiar las estrategias de posicionamiento. Ya no basta con estar en la primera página. Ahora hay que aspirar a ser citado por la IA, lo que implica crear contenido claro, estructurado, útil y directo. Hay que responder a preguntas concretas, aportar valor real y destacar por encima del resto. No sirve el contenido superficial, genérico o demasiado largo. La IA selecciona lo que mejor responde, no lo que está mejor posicionado.
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Curiosamente, esto también democratiza un poco el SEO: una página pequeña, con una buena respuesta, puede acabar siendo destacada por encima de sitios más grandes, si lo hace mejor. Pero también lo vuelve todo más volátil. Las reglas del juego cambian constantemente, y hay que estar preparado.
En el fondo, no deberíamos ver esto como un problema tecnológico, sino como un reflejo de nuestras propias demandas. Somos nosotros quienes pedimos menos esfuerzo, más precisión, más personalización. Queremos que las cosas funcionen como un buen asistente personal: que nos conozca, que nos entienda y que nos ayude. Y Google, como tantas otras plataformas, solo está respondiendo a ese deseo. El cambio no empezó con ellos, empezó con nosotros.
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