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Imagen generada por inteligencia artificial

Encerrados en ChatGPT

De la promesa de la IA abierta a un nuevo monopolio más ambicioso

Juan Carlos Fernández

Director de Tecnología de CANARIAS7 y autor del libro 'Inteligencia Artificial en la experiencia del cliente'

Sábado, 11 de octubre 2025, 01:09

Parece que cada día más, Sam Altman se asemeja a Sauron, el villano de El Señor de los Anillos, con su versión moderna de la ... célebre cita del Anillo Único adaptada al siglo XXI: una IA para gobernarlos a todos, una IA para encontrarlos, una IA para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.

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No serán las tinieblas, ni siquiera Mordor, el destino al que el fundador de OpenAI quiere llevar a los usuarios, pero sí busca encontrar y gobernar a todos los internautas que pueda, atrayéndolos hacia su potenciado ChatGPT.

Recientemente anunció el lanzamiento de su nueva plataforma de aplicaciones integradas en ChatGPT. Ya no le basta con ser el chatbot más popular del planeta. Ahora quiere convertirse en el sistema operativo de nuestra vida digital. Y lo que presenta como una revolución conveniente para los usuarios es, en realidad, la construcción del jardín vallado más ambicioso de la historia tecnológica.

En lugar de competir por fragmentos de tráfico web, OpenAI ha decidido simplemente quedarse con todo. ¿Para qué enviar usuarios a Spotify, si pueden usar Spotify directamente dentro de ChatGPT? ¿Para qué mandar tráfico a Zillow, si pueden buscar propiedades sin salir jamás del chat? Es como si Amazon hubiera decidido no solo vender productos, sino también fabricar todas las carreteras que llevan a otras tiendas.

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Y no deja de ser irónico que una empresa que predica la «inteligencia artificial general» para el beneficio de la humanidad haya descubierto que la verdadera inteligencia está en no dejar escapar ni un solo clic. Sam Altman y sus 800 millones de usuarios semanales han construido el equivalente digital de un casino: una vez que entras, todas las señales te mantienen dentro. Solo me falta que Elvis te pueda casar en ChatGPT para que sea lo más parecido a Las Vegas.

El ecosistema que OpenAI llama pomposamente «Apps SDK» no es más que la versión 2025 del viejo truco de Facebook: crear una plataforma aparentemente abierta, invitar a desarrolladores a construir sobre ella y luego cambiar las reglas cuando ya dependan completamente de ti. La historia se repite, pero esta vez con esteroides de inteligencia artificial.

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Los desarrolladores que muerdan el anzuelo no solo estarán construyendo en territorio ajeno, sino que además estarán alimentando con sus datos al mismo monstruo que después competirá contra ellos.

La lista de «socios» iniciales parece un who's who de empresas que, aparentemente, no aprendieron nada de la era de las plataformas anteriores: Spotify, Booking.com, Canva, Coursera, Figma, Expedia, Zillow.

Todas han decidido que es mejor ser un órgano interno de ChatGPT que competir por la atención de los usuarios en el mundo salvaje de internet. Es comprensible: ¿por qué luchar por posicionamiento en Google cuando puedes aparecer mágicamente en ChatGPT cada vez que alguien mencione tu categoría de servicio?

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Pero OpenAI no solo quiere el tráfico; quiere los datos, las interacciones, las preferencias, los patrones de comportamiento y, eventualmente, las transacciones. Cuando un usuario le dice a ChatGPT «Spotify, crea una playlist para mi fiesta del viernes», no solo está usando Spotify a través de ChatGPT. Está generando datos sobre sus preferencias musicales, sus planes sociales, sus patrones de consumo… todo dentro del ecosistema controlado por OpenAI.

Lo más fascinante del plan es cómo OpenAI ha logrado que esto suene como innovación tecnológica, en lugar de lo que realmente es: la construcción del monopolio de plataforma más agresivo desde Windows. El «Apps SDK» que tanto celebran los medios tecnológicos no es más que una invitación formal a la dependencia.

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Los desarrolladores pueden construir aplicaciones «conversacionales» e «interactivas», siempre y cuando acepten que OpenAI controle la distribución, los datos y, eventualmente, la monetización.

El momento más revelador llegó cuando OpenAI anunció su «Protocolo de Comercio Agéntico», una forma elegante de decir que también quieren quedarse con una comisión de cada transacción que ocurra en su plataforma. No contentos con capturar el tráfico y los datos, también quieren su tajada de cada compra, cada suscripción, cada intercambio económico que faciliten. Es PayPal, Amazon Marketplace y Google Ads fusionados en una sola bestia conversacional.

La competencia, por supuesto, no se quedará cruzada de brazos. Google ya está respondiendo con integraciones similares en Gemini, y Apple inevitablemente seguirá el ejemplo. Pero OpenAI tiene la ventaja del primer movimiento y, más importante, la ventaja de no tener otro negocio que proteger. Google todavía necesita que la gente visite sitios web para ver anuncios y de ahí sus apuestas por AI Mode y AI Overviews. OpenAI puede permitirse el lujo de querer tragarse internet completo, porque no tiene nada más que perder.

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La pregunta realmente interesante no es si esta estrategia funcionará, que claramente lo hará, al menos a corto plazo. La pregunta es qué pasará cuando todos los jugadores importantes estén encerrados en jardines vallados conversacionales. Cuando cada consulta digital se responda sin salir nunca de ChatGPT, Gemini o Claude, ¿qué quedará del internet abierto que alguna vez conocimos?

Los desarrolladores y empresas que están celebrando su acceso a los 800 millones de usuarios de ChatGPT deberían recordar cómo terminó la historia para quienes construyeron sus negocios sobre Facebook. Una vez que dependes completamente de una plataforma para llegar a tus usuarios, ya no tienes usuarios. Tienes una relación de alquiler que puede terminar en cualquier momento que el propietario decida cambiar las condiciones.

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El tráfico de internet no va a desaparecer mágicamente, pero sí va a concentrarse en unos pocos puntos de control conversacionales. Y OpenAI, con su aparente inocencia tecnológica y su retórica sobre ayudar a la humanidad, está apostando a convertirse otro peaje de la historia digital.

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